Experiencias

Aquel viejo iba llorando muy discretamente como si se le estuviera quemando y ahogando el corazón al mismo tiempo.
Caminaba con ritmo de vals, los demás iban apurados como si fueran a recibir herencia, lo empujaban unos a drede y otros sin darse cuenta. El viejo seguía desahogando sus penas, ¿cuántas? no sé. Se limpiaba sus ojos cansados con sus manos callosas y rasposas. Lo seguí con la mirada llena de dolor, yo ahí parada sin saber que hacer o decir. Él se alejaba poco a poco, decidí seguirlo y auxiliarlo. Le pregunté si lo podía ayudar en algo y me contestó: por favor toma tu vida como el jinete la cuerda para no caerse. Lo miré con admiración y asentí. Me tomó de la mano y me pidió que lo ayudara a cruzar la calle. Mientras tanto, muchas cosas me pasaban por la mente, de él y de mí.
Lo dejé parado y regresé a mi rumbo, después de tres pasos voltee y el viejo ya no estaba.

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