Solapada te acercas a mí,
soy el buey que quieres enyugar,
engañando tu aroma de anís,
cual prodiga fulgor la meduza en la mar.
Te abalanzas meciendo tus cuernos
como luna creciente agresiva
intentando mandarme al infierno
mientras ves cómo trago saliva.
Yo te espero con rosas de plomo,
pesadas, horrendas, grisáceas,
vestido mi cuerpo con gro,
mi pìel muy roja, sebácea.
Acestas un golpe en mi pecho,
mientras desenvaino mi espada,
pues siempre esperaste al acecho
ganar implacable la batalla.
La grama del campo ya es seda,
y el eco del grito se calla;
no puedo intentar, no me quedan
fuerzas para impedir que te vayas.