Nos encontramos ahora con Parménides. ¿Quién es este dichoso Parménides? La respuesta es otro de los más famosos representantes de la filosofía presocrática. Os presento a Parménides de Elea, que vivió entre el 530 y el 515 antes de Jesucristo, en Elea (colonia griega del sur de Magna Grecia, en la actualidad de Italia) y que escribió una sola obra: un poema filosófico en verso épico del cual nos han llegado únicamenrte fragmentos conservados en citas de otros autores. Así que comencemos por hacer un fragmento de verso épico para ponernos a su altura y así zurrarle de lo lindo rebatiendo algunas de sus peregrinas ideas: “¡Oh, peregrino de Elea!¡Vencedor en la pelea contra fantasmas de dioses! ¡Todos los adioses te cubren de fama y grandeza cuando apartando la maleza surge de pronto tu llama!”. Ya está el asunto que arde; por lo menos para comenzar nuestro ataque sin compasión salvo que en algunos puntos del pensamiento coincidamos, lo cual lo pongo muy en duda.
Empecemos por saber (por si alguien no lo sabía todavía) que el poema de Parménides rerpesenta una revelación divina dividida en dos partes. Antes de hablar de dichas partes nos podemos preguntar ¿de qué dios del Olimpo recibió Parménides dicha revelación divina? Podemos respondernos que de cualquiera de ellos, tal era el “potaje” que tenían en cuanto a dioses y diosas estos afamados filósofos que pensababan tanto que han llegado a ocupar miles y miles de páginas de libros, tratados y ensayos filosóficos a lo largo de todos los tiempos. Pero los tiempos han cambiado y ahora se les está viendo el plumero.
Parménides se condensa en dos grandes ideas que vamos a ver si son tan grandes o no tan grandes; porque la exageración es una característica muy peculiar de este caballero. Esas dos grandes (o no tan grandes como se piensa) son: La vía de la verdad (donde se ocupa de “lo que es” o “ente” y expone varios argumentos que demuestran sus atributos, es ajeno a la generación y la corrupción y por tanto es inengendrado e indestructible, y es lo único que verdaderamente existe -con lo que niega la existencia de la nada- es homogéneo, inmóvil y perfecto) y La via de las opìniones de los mortales (donde trata de asuntos como la constitución y ubicación de los astros, diversos fenómenos metereológicos y geográficos, y el origen del hombre, construyendo una doctrina cosmológica completa). Mucha tela que cortar, así que tomemos un breve descanso para encender un “fumata” y comer algo de alimento (porque no sólo de espíritu vive el ser humano) que que va a salir hasta humo cuando nos enfrentemos contra él. Demos tiempo al tiempo y, como se dice en la fiesta taurina: “valor, suerte y al toro”; porque, con razón o sin razón (lo cual es otro debate ajeno a lo que ahora nos interesa), nos llamaban “la piel de toro”; que es para tomárselo a risa si no fuese porque dicha frase se ha hecho tan famosa en la Historia de la Humanidad que muchos creen que todos los españoles hemos nacido ya toreros desde que salimos del útero materno y todas las españolas han nacido ya cupleteras enamoradas de los toreros desde que salen del mismo sitio donde salimos todos los españoles; cosa digna de llenar otro completo Ensayo para el conocimiento mundial (incluídos los japoneses que tanto interés muestran por nuestra fiesta nacional y nuestras costumbres más ancestrales y algunos italianos que yo connozco y que nos envidian por ser nosotros españoles enamoradores en mayor medida que ellos).
Empecemos con la controversia sabiendo, de antemano, que una controversia o disputa es una discrepancia de opinión existente entre las partes activas sobre un asunto, bien sea por desacuerdo, discusión de debate, etcétera. Las controversias pueden variar en tamaño y forma , desde las suscitadas por el inconformismo particular, pasando por disputas privadas entre dos individuos hasta desacuerdos a gran escala entre sociedades enteras y grandes. En el ámbito de la Filosofía la controversia es la exposición de argumentos razonados que se oponen a otros argumentos razonados para prevalecer uno sobre el otroel libre y noble lid. Es el enfrentamientos de formas diferentes de pensar sobre un mismo asunto, respetando al rival pero llamando pan al pan y vino al vino. En ese sentido empecemos ya a “desnudar” los errores cometidos por Parménides para que sean visibles por todos los lectores y bien comprendido por todos los oyentes.
En primer lugar hablemos sobre eso de “la vía de la verdad”. Ya de por sí en el mismo título que pone Parménides a su errático pensamiento existe una grande equivocación, error o ignorancia; porque resulta que una vía es algo tan estrecho que sólo se puede caminar de uno en uno (pongamos por ejemplo el tren) y en ese sentido la “via de la verdad” sólo le sirve para él mismo pero para nadie más que desee comprenderla sin ponerla en tela de juicio. Sin embargo “el camino de la verdad” (que es lo que decimos los verdaderos cristianos y cristianas) es algo por donde se puede caminar de dos en dos (pongamos por ejemplo dos arrieros que van charlando), en cuadrillas (pongamos, por ejemplo, unos campesinos que vuelven de la siega y van hablando enrtre ellos) o un grupo de jóvenes y jovencitas que marchan de excursión y cantan o se cuentan anécdotas sobre sus verdades como seres humanos que están aprendiendo a saber lo que es la verdad). Porque…¿la verdad es más fácil de aprender si es solamente de carácter individual o si, saliendo de un individuo, se transforma en carácter colectivo cuando no se la guarda ese individuo (como hace Parménides en su “via” estrecha) o es como la transmitimos los cristianos y las cristianas en nuestros anchos caminos comunitarios?
En cuanto a lo que dice Parménides de que “la verdad” ha sido para él una revelación divina, lo que yo me pregunto es ¿qué dios de los muchos que abundan en el Olimpo de los griegos es el que se la ha revelado? Lo verdadro es que resulta que todos eso dioses son orgullosos, prepotentes y, sobre todo, muy celosos y vanidosos de sus atributos. Y en ese “galimatías”, ¿qué dios de todos ellos dice la verdad cuando todos son tan ególatras que no permiten que los otros dioses tengan otra verdad distinta a la suya? Si alguien no me comprende que lea alguno de los muchos libros escritos sobre los dioses griegos en sus Mitologías y sabrán lo que estoy explciando. Entonces, ya sabido esto, ¿a qué dios corresponde “la verdad” que dice haber recibido Parménides o Parménides no ve más allá de la corta mirada de los fanáticos a un dios relativo de entre los muchos dioses relativos que puede consultar a través de los oráculos? ¿Quién le dijo “la verdad” a Parménides? Respondo yo mismo. Alguno de los muchos oráculos diferentes que entonces existían y que sólo eran brujos de las mentiras contando mentiras de dioses que ni existían de verdad. Maneras falsas de creer falsas mentiras y, por lo tanto, “la verdad” de Parménides no pasa de ser una de las muchas “falsas verdades” que existían en su época. Sin embargo la propuesta verdadera, la de conocer la verdad (y no “la verda” entrecomillada) es la existencia de un solo Dios verdadero que, al no tener que competir con ningún otro dios, diosecillo o gentes que se creen dioses, siempre nos proclama y nos hace conocer su verdad que es la verdad absoluta de su Creación.
Hablemos de eso de “lo que es” y que, curiosamente, Parménides lo iguala a “ente”. Discrepo totalmente en esta cuestión. Si “lo que es” es un “ente”. Parménides está diciendo que todos los que le siguen son “lo que es la gente”. Yo opino que la verdad de la sabiduría no es “lo que es” para ser “ente” (gente en definitiva) sino “lo que existe” y nos convierte en personas. Entre las gentes y las personas hay todo un abismo. Parménides defiende “lo que es” (que es una indefinición de personalidad porque te convierte solamente en “ente”) y yo defiendo “lo que existe” (que es una definición de personalidad que te convierte en persona) y ese es el gran abismo que existe entre Parménides y sus dioses y nosotros los que creemos en un solo Dios verdadero. “Lo que es” siempre se refiere a un objeto cualquiera (humano o no humano) al que Parménides llama “ente”. “Lo que existe” siemrpe es un ser vivo al que los cristianos llamamos persona. Entre uno y otro concepto hay por lo tanto un abismo. ¿Interesaba a Parménides confundir a sus oyentes o estaba interesado solamente en ser famoso entre los famosos diciendo lo primero que se le ocurría sin pensar demasiado lo que decía ya que la inmensa mayoría de su “gente” era analfabeta? Decir no consiste solamente en hablar. Decir consiste, sobre todo, en hablar bien y que lo que hablamos o escribimos tenga verdadero valor. Cuando decimos solo por hablar estamos exponiendo demasiadas necedades; pero cuando hablamos o escribimos con verdadera sabiduría es un valor intangible que sirve para elevar a los “entes” (que decía Parménides) a la categoría de personas (que digo yo).
Por otro lado, ¿cómo puede ser inengendrado e indestructible un “ente” al que sólo le damos características de “gente” y que, por eso misMo, se viene abajo cuando otro “ente” más listo (no digo más inteligente sino más listo) le rebate su presencia en este mundo haciéndole pasar por tonto? ¿A eso lo llama indestructible el famoso Parménides? Pues permitidime que os diga que cuando se es solamente un “ente” (que nos determina solo como “gente”) es fácil que quedemos derrotados por nuestros enemigos dialécticos; mientras que cuando somos “seres” (que nos configura como personas) no sólo estamos preparados para mantener una dialéctica con nuestros rivales sino que siempre triunfamos sobre ellos porque ellos van de “listos” pero nostros somos inteligentes (donde digo nosotros también quiero decir nosotras para que nadie crea que hablo sólo de los hombres como hacen los machistas como Parménides, y sepan todos que también hablo de las mujeres por igual). Por otro lado, afirmo que al ser solamente “entes” (o sea “cosas”) no se puede ser inengendrado pues toda “cosa” proviene de otra “cosa” y no de la Nada; y aquí le pillo otra contradicción muy grave a Parménides que dice que no cree en la Nada pero reduce a “cosa” al hombre, con lo cual viene a decir que es inengendrado siendo “cosa”… lo cual es del todo imposible.
El “ente” de Parménides y sus seguidores sólo es un individuo reducido a “gente” (lo mismo que cualquier otra cosa o cualquier otro objeto) que sólo “está” sobre la Tierra; mientras que el “ser” del que hablamos nosotros los cristianos y las cristianas es un ser humano elevado a “persona” (no una cosa u objeto cualquiera sino una persona) que no sólo está sobre la Tierra sino que existe sobre la Tierra. Y entre estar y existir hay una diferencia abismal puesto que el estar se limita a una temporalidad relativa (el tiempo acaba sin ir más allá) mIentras que el existir no sólo contiene una temporalidad relativa (el simpe estar) sino que, a su vez, y esto es lo que no comprenden Parménides ni sus seguidores) contiene un tiempo absoluto lllamado Eternidad. No somos “entes” elaborados según el capricho de cientos o miles de dioses solo como consecuencia de sus egoísmos y egolatrías de cualquier cultura ancestral que estemos hablando (no solamente de la Grecia Antigua sino de toda la Antigüedad Mundial) cuando se están continuamente peleando entre ellos; sino “seres” creados por la Generosidad de un solo Dios verdadero que nos hizo a su imagen no por egoísmo sino por amor.
¿De verdad es aceptable que el “ente” de Parménides sea inegendrado e incorruptible? No puede ser creíbe cuando dice que el “ente” es una “cosa” pues toda “cosa” se engendra a partir de otra “cosa” o si no fuese así sería una creación de la Nada (con lo cual no está de acuerdo ni el propio Parménides que se pierde en el limbo de sus contradicciones). Y al ser un “ente” temporal es totalmente corruptible como estamos viendo a lo largo de toda la Historia Humana. ¿Cuándo los “entes” son corruptos? Cuando creen que la vida termina y después no hay nada. Por eso el poder corrompe y los poderosos son corruptos y/o corruptibles. Al pensar que sólo se está en la Tierra lo que hacen es estar en la Tierra lo más parecido a los dioses del Olimpo griego y de ello se deduce que se corrompen al no pensar en los demás. Luego la inegendridad de la que habla Parménides y la incorruptibilidad de la que habla Parménides son falsas las dos en lo que se refiere a los “entes” humanos que no son personas sino gentes por reducción a la mínima expresión del pensamiento filósofico y social presocrático.
Volvemos otras vez a la “vía” estrecha cuando Parménides habla de las opiniones humanas. Es lógico pensar que una vía estrecha sólo produce ideas esrechas (fácilmente convertidas en ideologías nacidas de esa estrechez de miras) cuando, en realidad, el camino de las opiniones humanas es una amplia avenida donde se expresan ideas que nunca se transforman en ideologías porque, en caso del camino, se desarolla una mente amplia. Muchas veces he dicho, y repito una vez más, que las opiniones estrechas (las que discurren por las estrechas vías del conocimiento sometido a caprichos de un pensador interesado en sí mismo y su egoísmo o egolatría), produce ideologías que mueren al legar al límite de sus expresiones; mientras que las ideas libres de los caminos amplios y anchos del sentimiento -superior al simple pensamiento- produce ideas sin límites que conducen a la liberación (no a la libertad pero sí a la liberación que es mucho más completo). Al no constreñirnos a unas ideas premeditadas por otros humanos ajenos a nosotros, desarrollamos nuestras propias ideas y eso nos otorga la personalidad correcta, la personalidad de quien sabe de dónde viene, quién es y hacia dónde va. Esa es la gran diferencia entre ser un filósofo o pensador de “vía estrecha” (siempre ideólogo) y un filósofo o pensador de “camino ancho” (siempRe ideálogo). Dejemos ahora esta cuestión para cuando hablemos de otros filósofos más modernos que los presocráticos.
La siguiente cuestiòn, para terminar con estos dos puntos de vista de Parménides, es saber si los seres humanos (no solo los hombres como él dice pues es tan machista como todos sus compañeros contemporáneos) somos o no somos inmortales. Al parecer, para los antiguos griegos, a la inmortalidad sólo llegaban los héroes y semidioses como Hércules… ¿y el resto de la Humanidad?… ¿qué sucede con el resto de la Humanidad para aquellos filósofos presocráticos?. Parménides entra en una grave contradicción cuando dice no creer en la Nada pero, al mismo tiempo, reduce a lo hombres a una nada excepto para los poquísimos elegidos que ellos adoran como dioses. ¿Es eso verdad o es otra de las muchas equivocaciones humanas que tanto han abundado en la Historia de nuestra especie animal aunque racional sin que nos lo merezcamos del todo salvo por la Misericordia de Dios? Según la razón todo es posible… pero según la convicción (que es mucho más fuerte y poderosa que la razóncomo ha sucedido este año con el Atlético de Madrid en la Liga del Fútbol Español), sabemos que sí, que somos inmortales tanto para la Salvación como para la Condenación y solo tenemos una sola y única oportunidad en la vida sobre la Tierra porque no nos encarnamos de nuevo sobre la Tierra. No es necesario ser Hércules para alcanzar la gloria salvadora. No es necesario ser Ulises para alcanzar la gloria salvadora. No es necesario ser Helena para alcanzar la gloria salvadora. Es necesario ser como nos ha creado Dios con arreglo a la Naturaleza y los atributos masculinos y femeninos (ya que Parménides habla de atributos humanos) que nos ha otorgado en base a dicha Naturaleza y sin error alguno por parte de Él. Transformar a los hombres en héroes y semidioses es la misma distorsión que emplean todas las Religiones para transformar en santos y santas, santones y santonas, a los seres humanos que son iguales a los demás seres humanos según la Naturaleza con la que Dios nos creó.
Veamos el follón mental que se arma Parménides, él mismo y sin que nadie le empuje, al hablar de las “vías de indagación” de sus axiomas. Entresaquemos, a continuación”, unas cuantas de esas incoherencias de sus “tajadas” mentales cuando quiere explicar lo que se le hace inexplicable: “vías de indagación que se pueden pensar” (como si las indagaciones fuesen lo primordial del pensamiento cuando la verdad es que la realidad nos dice que los pensamientos no se indagan sino que se expresan para luego ser indagados lo cual es el sentido opuesto a lo que él propone); “que es y, también es preciso que no sea” (lo cual es tan absurdo como decir que somos humanos pero es preciso que no seamos humanos y que, al aplicarlo a la vida real, tantas tragedias humanas ha desatado y sigue desatando en nuestra Historia a niveles mundiales); “que no es, y también, no puede ser que no sea” (aquí riza el rizo de sus incoherencias mentales porque propone una inexistencia que es preciso que no exista, lo cual ya es el no va más del despiste mental de Parménides porque “si no se es” simplemente “no se es” y no tiene sentido esperar que “no se sea2 ya que “no se es” por proposición absoluta; pero al parecer, a este filósofo o poeta metido a filósofo le gusta buscar la cinco patas al gato cuando la quinta pata del gato “no es” porque la lógica dice “que no es”e intentar hacer que “no sea” es una pérdida total de energía mental ya que, por definición absoluta, la quinta pata del gato “no es” y tener que demostrarlo es hasta ridículo).
Parménides postula que es necesario pensar y decir “lo que es, pues es posible que sea”. ¿Para qué sirve la duda en este asunto? Si “lo que es, es que es” no se puede estar perdiendo el tiempo ni bacilando al personal que nos escucha o nos lee con propuestas que ya veremos, cuando lleguemos a Niestzche, lo absurdo que resultan ser por haber dado tantas vueltas a la razón que nos dice la lógica y que, en el caso del filósofo alemán (o lo que sea) llega a caer ya en la locura por la morbosidad de demostrar que “lo que es es posible que sea”. ¿Comprendéis este galimatías mental de Parménides y sus seguidores? En lugar de desarrollar ideas de evolución intelectual se dedican, la mayor parte de sus vidas, a perder el tiempo con “jueguecitos” de palabras para hacerse los importantes y pasar a la posteridad como pensadores célebres cuando no están diciendo ni escribiendo nada interesante (como sucede también en la Literatura con muchos “escritores de salón” que te hacen leer 500 páginas de una de sus novelas cuando solamente 50 son provechosas para el intelecto humano). Pues de estos “jueguecitos” de palabras y de búsquedas absurdas está llena la Filosofía y el Pensamiento de la Humanidad, abarrotados de tanta pesadas categorías anacrónicas, diacrónicas y hasta esdrújulas, que no las podemos comprender ni aun siendo seres extraterrestres (sólo es una hipòtesis) con inteligencia superior a la de Einstein por poner un ejemplo claro.
Y para terminar con Parménides, ¿qué clase de postulado es ese que nos formula acerca de que “la diosa habla de un tercer camino que debe dejarse de lado: aquel en el que deambulan los mortales, errantes puesto que son arrastrados por una mente vacilante, que considera que ser y no ser es lo mismo?”. En esta ocasión tenemos que darle la razón a este filósofo metido a poeta o poeta metido a filósofo porque termina diciendo una gran verdad: solo los que dudan y vacilan enloquecen de tal manera que ya no saben distinguir entre lo que es y lo que no es lo mismo. Que se lo pregunten a los pensadores que han estado fomentando lo del “amor libre” en lugar del “amor noble” y a los cuales ya les llegará su momento de pasar la vergüenza (con nombres y apellidos bien concretos) de ser criticados ante la opinión pública para demostrar lo mucho que han estado mintiendo y haciendo daño a las juventudes y a las adolescencias durante todo el Siglo XX después de Jesucristo. Pero no porque lo diga la diosa (como afirma Parménides) sino porque lo proclama la misma Naturaleza humana contra la que tantos han arremetido de manera brutal, despiadada, desmedida y hasta cobarde. Ya lo veremos cuando llegue su ocasión aunque ya lo he hecho patente en muchas de mis reflexiones cotidianas. ¿Es lo mismo el amor libre que tener libertad para amar? Pues no. No es lo mismo. En este caso estoy de acuerdo con Parménides y ya tendré ocasión de filosofar más sobre ello. Claro que hablar de comportamiento ético y moral no les interesa para no ser descubiertos. Pero descubriré unos cuantos ejemplos dignos de ser estudiados a fondo, tan a fondo como han hundido (ellos y ellas ) a tantas generaciones humanas.