Estamos en Tercer Curso de Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Es el año 1978 después de Jesucristo (o quizás es el año 1977 después de Jesucristo pero da lo mismo porque el asunto fue real). Soy representante de mis compañeros y compañeras de aula. Dentro del aula, cada uno de nosotros y cada una de ellas, tiene su propia forma de ser y su propia manera de actuar. Estoy de acuerdo en que cada uno tenga su forma de ser individual pero, a la hora de actuar, si todos fuésemos nobles actuaríamos unidos para el bien común de todos nosotros y todas ellas. Todos tenemos derecho a tener nuestra propia forma de ser. ¿Tenemos todos derecho a tener nuestra propia manera de actuar cuando esa manera de actuar perjudica a algunos de los compañeros o a algunas de las compañeras?
A la hora de la verdad se descubre quiénes son, en verdad, compañeros y compañeras y quiénes son, en verdad, traidores y traidoras. Todo sucedió durante uno de los exámenes. Un profesor radical y autoritario, de esos que sólo buscan suspender al mayor número posible de sus alumnos y alumnas, nos amenaza con la injusticia de que nos va a calificar el examen según el tiempo que tardemos cada uno de nosotros y de ellas en entregarlo. Ante aquella injusticia, el judas de Ovíes, junto con sus compinches también tan judas como él, propone la idea de que todos nos esperemos a que todos y todas terminen los exámenes y, a última hora, levantarnos todos y todas y entregar los exámenes al mismo tiempo. Los compañeros y compañeras del aula se dirigen a mí y yo les respondo a todos y a todas que me parece una idea justa y que yo, al menos, la acepto y la voy a cumplir a rajatabla porque para eso soy representante estudiantil de todos ellos y de todas ellas. Estoy totalmente de acuerdo porque les hago saber que me parece que es una acción solidaria para con quienes tienen dificultades a la hora de aprobar estas asignatura en cuestión.
Lo que no contaba yo era con los judas traidores de Ovíes y todos sus compinches. Así que, cumpliendo con mi deber de líder, y predicando con el ejemplo, soy el primero en terminar de hacer el examen y me espero a que todos los demás y todas las demás terminen. Los minutos pasan y yo sigo esperando cuando ya hace largo tiempo que he terminado mi examen. La sorpresa para todos mis compañeros y compañeras (y no tanto para mí porque ya sé de sobra cómo actúan el judas de Ovíes y todos los demás judas que le acompañan como compinches traidores a la causa justa que hemos acordado por consenso general) es mayúscula cuando Ovíes y los suyos terminan sus exámenes, no esperan para nada ni a nadie, se levantan y sin vergüenza alguna entregan sus exámenes y salen del aula sin haber esperado a los más necesitados y a las más necesitadas. A pesar de esta traición yo sigo esperando sin entregar mi examen hasta que, viendo que ya nadie va a cumplir con lo pactado debido a la traición del judas Ovíes y sus compinches tan judas como él, no me queda más remedio que levantarme, entregar mi examen y salir fuera del aula sabiendo que he cumplido noblemente con mi manera de actuar y que me he salvado de ser suspendido por muy pocos minutos.
Pocos días después me encuentro charlando con la malagueña sobre este incidente tan bochornoso. Ella no llega a comprender por qué he actuado de esa manera tan noble y yo le digo que porque soy el líder elegido por mis compañeros y mis compañeras y tengo la obligación de dar ejemplo de compañerismo y de solidaridad con quienes más lo necesitan. La conversación pudo ser ésta:
– ¿No te parece que fusite demasiado radical, Diesel?
– Lo que me parece es que fui demasiado noble y demasiado honesto, malagueña.
– No puedes seguir siendo así.
– Yo voy a seguir siendo así toda mi vida y si no te gusta mi manera de actuar ya puedes dejar de hablar conmigo e irte con los judas como Ovíes y todos sus compinches.
– Pero estuviste a punto de ser suspendido.
– Escucha bien, malagueña. Tengo una máxima que no voy a traicionarla jamás.
– ¿Puedo saber cuál es esa máxima?
– Es muy fácil de aprendérsela de memoria y a ver si tú no la olvidas nunca. Mi máxima de toda la vida es “El compañerismo se busca, la amistad se encuentra y el amor nos sorprende… pero ninguna de estas tres cosas se debe mendigar”. Me habéis elegido como representante estudiantil de todos vosotros y de todas vosotras porque os parezco un tipo legal y guay y como soy un tipo legal y guay pues os lo he demostrado siempre. Lo que me preocupa es saber cuántos y cuántas fueron suspendidos y suspendidas por culpa del judas Ovíes y todos los demás judas del aula.
-A mí no me gusta que seas así…
– Si no te gusta mi forma de ser y mi manera de actuar mejor te irá siendo de las que adoran al judas Ovíes y toda su pandilla de judas; porque tienes que saber que de piedra ha de ser mi cama, de piedra mi cabecera, y la mujer que a mí me quiera me ha de querer de a veras. No me importa, para nada, que debido a mi forma de ser y a mi manera de actuar no me dejen trabajar nunca como periodista en España. Buscaré otros mundos para ejercer como periodista y, además, escritor.
La malagueña guardó silencio y yo rematé definitivamente, como si estuviera metiendo un gol en un partido de fútbol, de la siguiente manera:
– Elige tu propio camino y no sigas por más tiempo mis huellas.
Y así fue y así pasó y no por lo que dije yo sino por lo que hice yo. Quizás la malagueña lo esté ahora recordando en su lujoso cortijo.