Gimi 27 – Diesel 98.

Entre el “quince años tiene mi amor. Le gusta tanto bailar el rock. Es una chiquilla tan divina y colosal” y el “ya tiene diecisiete años, bonita y caprichosa. La carita color rosa. Pero cuando más me gusta es bailando este rock”, ambas del Dúo Dinámico… yo siempre era el de los dieciocho años de edad esperando a que le diejera a él aquello de “no tengo edad, no tengo edad para amarte, quizás quieras esperarte a que sea mayor”. Y yo, en silencio, sólo podía esperar a que él no te esperara. Cogí el balón y comencé a olvidarte porque sé que se lo decías a él y no a mí… así que me hice capitán de la estrella olímpica (que eras tú) e inmediatamente me nombraron líder del deportivo olímpico (que era yo). Y para olvidarte comencé a crear con el balón sueños e imaginaciones tan reales como la vida misma pero en silencio; intentando hacer que mi equipo no se hundiera nunca en los últimos puestos de la clasificación mientras seguía sin acordarme de ti.

Pero debió pasar algo que no sé cómo explicarlo a no ser que cuente la verdad. La verdad es que él comenzó a emborracharrse, abandonó los estudios y se convirtió en líder de los ultras mientras castigaba como un donjuan machista a las inocentes chavalas que caían en sus redes. ¿Qué había sucedido?. ¿Por qué tenía yo que salvarlas para conseguir sus liberaciones?. Yo entonces no me daba cuenta pero insistía en ayudarle una y otra vez para que te esperase a pesar de que yo estaba enamorado cada día más de ti. Pero no supo esperarte. Sin embargo debió suceder otra cosa que entonces yo no sabía. Debió suceder que tú observabas a los cuatro (lo dos pequeños estaban totalmente eliminados) y, desde un principio, sabías la verdad… que estabas observándome, que aparecías a mi lado cuántas veces yo miraba los ojos de alguna mujer (cuando crees que me ves junto a la pared hago zas y me encuentro a tu lado) y que tan enamorada estabas de mí que lo único que hacías era esconderte de él dentro de mi corazón. De esta manera no te pudo descubrir nunca y se equivocó. Se casó con otra creyendo que era la verdadera Princesa de nuestro combate. Cuando se dio cuenta era ya demasiado tarde.

El Dúo Dinámico seguía cantando: “Es Mari Carmen dijeron todos. Su mirar su bailar. Conquista todos los corazones”. Se equivocaron todos. No eras Mari Carmen y los ángeles buenos acompañaban a tu verdadero nombre. Yo sabía que tú no eras Mari Carmen pero guardé silencio mientras continuaba insistiendo en llevar a mi equipo a los puestos de la salvación en medio de la tabla clasificatoria. Descubrí que tú aparecías cuando yo me encontraba sólo, charlabas unos minutos conmigo y rápidamente te volvías a marchar para que él no te descubriese. Así que la condición que únicamente me ponías era que llegase a la meta: ser periodista profesional. Porque ya estabas enamorada de mis poemas, mis cuentos, mis leyendas, mis historias (a veces reales y a veces imaginarias pero siempre ciertas) y esos extraños relatos y fantasiosas aventuras por paises lejanos o muy lejanos. Fue cuando comencé entonces a escribir mi primera gran novela (“Setamor”) para intentar ayudar a los humanos caídos en las redes de sus ambiciones. “Eso fue lo que pasó” sonó por las emosoras de la radio. Así fue cómo el marcador final quedó en un Gimi 27 – Diesel 98. Me sobraron, por lo tanto, más de cincuenta guapas chavalas (exactamente 71). Un número demasiado alto que él no podía alcanzar. Lo otro. Lo otro ya era irremediable. Que me casé contigo y tuvimos dos princesitas.

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