Tal día como ayer vino el vino.
Y dijo el vino cuando vino, que no llovía, buen tiempo hacía.
Nos dijo el vino al venir, que lo habían parado en uno de esos controles de alcoholemia, que ponen en la ruta de los vinos que vienen conduciendo; aunque ningún vino sabe conducir, ¡imposible! ¡El vino no sabrá conducir, pero sí sabrá a vino!
Nos dijo el vino que a pesar del aliento, la prueba salió en negativo, ¡cuidado! esto según nos dijo el vino.
También nos dijo el vino, que él no sabe beber, no puede hacer semejante cosa como es el beber.
Nos dijo el buen vino cuando vino, que es bueno no beber vino, pero… reconoce que todo le sabe a vino.
Por no saber ni siquiera sabe hablar; aunque el vino, si lo dejan, prefiere escuchar.
¡Y dejarse llevar también le gusta al vino!
Ayer fue, que sereno y tranquilo, vino el vino.
Ayer fue, que el vino, cuando vino, nos advirtió que él prefiere estar sereno y tranquilo, que ser feliz teniendo que beber vino.
El vino nos dijo que no le gustan los abusos, ni las desmedidas. Aunque reconoce
que eso cuesta de entender.
A esta reflexión la defino yo como toma de conciencia. El vino vino para hablar… y al escuchar a quien vino el vino hasta sobra… Muy buen texto. Un abrazo cordial.