Hablemos, por jemplo, de la sonrisa.

Los gestos de la cara son indispensables para interpretar correctamente cualquier actitud; basta un detalle bien entendido para captar cualquier expresión facial que denota un determinado estado de ánimo. Desde luego que, cada expresión, dependerá de la multiplicidad de códigos sociales que pertenezcan al sujeto expresivo y también códigos culturales que se establezcan según las circunstancias anímicas y orgánicas del individuo. Hablemos, por ejemplo, de la sonrisa…

La sonrisa, como sabemos, es un elemento gestual que dice mucho. Se sonríe frente a una satisfacción, frente a un estado de placidez y de alegría, pero en el fondo ¿qué es la sonrisa?.

Si partimos del hecho de que es una respuesta muscular momentánea frente a la reacción natural de una delicada excitación nerviosa, automáticamente la asociamos con la idea de un sentimiento agradable que tiene la misma significación que una expresicón verbal como producto de un sentimiento grato.

Sin embargo, no siempre la sonrisa es natural, espontánea. Hay sonrisas aprendidas como la llamada sonrisa social. De ella el sociólogo Kostolany ha dicho que es aquella en la cual el movimiento reflejo es imitado por una imposición, sin tener para nada en cuenta ninguna reacción fisiológica de satisfacción.

En esta no espontaneidad de la sonrisa debemos tener en cuenta la sonrisa fría, despectiva e irónica que es signo de superioridad, o aquella sonrisa defensiva que sirve para no ser maltratado o menospreciado por el otro. Si bien, por un lado, la sonrisa puede ser motivo de aplacamiento, lo es también de cortesía cuando queremos agradecer sin hacer uso de la palabra.

La llamada sonrisa descarga se da cuando cometemos involuntariamente algún atropello contra otra persona y enseguida reaccionamos con un sinnúmero de excusas verbales y una amplia sonrisa. La sonrisa furtiva que apenas se esboza la sacamos frente a un desconocido como señal de reconocimiento de una situación momentáneamente común: por ejemplo cuando subimos el ascensor o nos vemos sentados en un transporte público junto a otra persona, etcétera.

La sonrisa de condescendencia se da cuando la otra persona tiene cierta superioridad intelectual, social, económica o por edad y se sonríe como haciéndole un favor. La sonrisa automática se emite sin fijarse en nadie, es decir, se la asume con la mayor superficialidad, por pura cortesía, para ser amable y no dar impresión de mal educado, tal es el caso de una autoridad o de un personaje importante que entre tante gente que lo conoce tiene que sonreír a todos.

La sonrisa excesiva nos desconcierta porque no es fácil darnos cuenta si el que la emite lo hace por su jovialidad amplia o porque encubre algún sentimiento que uno no conoce y por lo mismo nos sentimos incómodos ante ella porque no sabemos a qué atenernos.

Que tu sonrisa sea siempre sincera, contagiosa, para que seas siempre natural; porque la sonrisa, como medio de comunicación, debe propender a la reciprocidad, una sonrisa que cause placer al que la da y al que la recibe y que fortalezca los lazos de unión entre las personas, puesto que es esencial para estructurar mejor las relaciones con los que nos rodean.

Si de las sonrisas pasamos a la risa, juntas deben producir un respetuoso sentimiento de comunicación y camaradería. Si dentro de un grupo no podemos reír, es como que nos sentimos marginados y pensamos que o estamos de sobra en dicho grupo o los demás se están riendo de nosotros.

Propendamos a que nuestra risa no sea agresiva ni escandalosa ni que ponga al otro jamás en una situación de inferioridad pues la risa, cuando pasa a ser burla, desencadena serias hostilidades que pueden ser motivo para mayores percances.

La sonrisa y la risa deben ser sanas, espontáneas, naturales y efectos activos de una simpatía para con los demás.

2 comentarios sobre “Hablemos, por jemplo, de la sonrisa.”

  1. Hace mucho leí, no sé si en “El mono desnudo”, que en su origen la sonrisa fue un gesto de enseñar los dientes, como los animales cuando se enfrentan a un posible enemigo. Como reminiscencia, quedan esas sonrisas que se esbozan para desarmar a un posible contendiente, pero que están cargadas de aviso.

  2. Una sonrisa sincera la sientes en el corazón y te alegra el espiritu provocandote una alegria indescriptible. Yo lo estoy experimentando con una persona que tiene poquita vida por delante, y con tan solo unas caricias, su sonrisa me llena de energia positiva. un besazo

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