Allí va de nuevo. Tal como lo había soñado.
Mírala caminar… Mírala, que pronto acabará. Mira su vestido, como danza con el meneo de su cuerpo y al vaivén del viento. Si pareciera que todo fue creado para ella. Todo, el aire, el asfalto que pasa bajo sus pies, el cielo y el sol que iluminan sus castaños rizos, y profundizan su mirada en un pardo deseo. Todo… Mi mirada, mi deseo… Todo.
Ya se ha ido. Ha terminado de pasar por fuera de mi ventana, y no me queda más que otro día esperar, rezando a Dios que envíe nuevamente a su ángel, para que ilumine este sendero de concreto, y haga desaparecer a todo ser viviente que pase por su alrededor…
Amanece nuevamente. Hoy volví a soñar con ella. Me apresuro a la ventana, y una vez más me instalo en ella a esperarla. Allí va… Allí va de nuevo.
Tal como lo había soñado… Va con otro de la mano…
Ya sus rizos no brillan más, ha perdido su inocencia. Ya no siento deseo por ella, no sería correcto. No se si maldecir al quien va con ella, o a mí mismo, por pensar que por siempre para mí deleite iba a estar. Ya no se si es un ángel, que vino a probarme que no todo es felicidad, o un demonio que ríe de mi propia ingenuidad.
Por más que quiero no puedo apartar mi vista de ella. Ya no la veo brillar, pero aún así me ilumina… Sigue siendo la misma, lo quiera o no, con o sin el afortunado a su lado.
Desperté algo más agitado hoy. El sueño que tuve… No se si alegrarme o esconderme…
Corrí a la ventana, y una vez más me instale en ella. Ya no debe tardar…
Allí viene de nuevo… Tal como lo había soñado. De la mano con aquel afortunado. Y, tal como lo había soñado, se dirige hacía acá.
Me escondo tras de la cortina y espero. La veo acercarse a la puerta de mi casa, y toca el timbre. ¿Qué hago?… Al momento después, alguien abre la puerta. Salgo frenético de la ventana y vuelvo a mi habitación.
-¡Hijo! ¡Baja ahora! – Escucho un grito desde el primer piso.
Lentamente bajo escalón por escalón, hasta que llego abajo. Subo la vista y allí esta ella, con aquel tipo. Me petrifico por un rato, sin saber que hacer o pensar.
-¿Qué esperas, niño? – Dijo mi padre – ¡Saluda a tu tía!…
Solo me acerqué a ella, y en cuanto mi mejilla tocó la suya, todo lo que sentía por ella, se fue. Me había liberado de su hechizo. Y con tan sólo diez años de vida… Ya soy dueño de mi primer hechizo…
Una curiosa pero brillante forma de expresar en palabras ese hechizo de los primeros sentimientos del amor escondido. Es sencilla la expresión y eso la hace interesante, porque deja propuesta, más allá de la propia síntesis en que está escrito, una intrépida aventura de deseo y de superación del deseo.
Gracias por tan alentador comentario.
Quise dejar expuesto en tan resumido texto, que el amor no tiene edad ni experiencia, que su simpleza lo hace la cosa mas compleja que hay.
Saludos.