Llueve.
Había amanecido temprano.
Sonó el timbre y por las escaleras se oyeron apresurados pasos.
Seguro que no esperaba a nadie.
Es decir, nunca iba nadie por allí.
Demasiado temprano.
Coincidencias, pensó.
El timbre debió haber sonado en otro lugar y quizá la penumbra y somnolencia en un costado, le he hizo creer que alguien andaría preocupado, buscando sus pasos.
Afuera un perro ladraba bajo la lluvia.
Pero no.
Nadie vendría.
Entonces el timbre volvió a sonar
Y luego el silencio.
Abrió los ojos y se levantó.
Sin mas arma que sus manos, se acercó a la entrada.
Entonces el timbre volvió a sonar y otra vez el silencio, robándole la melodía a la lluvia con su desesperante mutismo.
Pero no.
Seguro que no esperaba a nadie, y
¿tan temprano? No.
Por el pasillo helado regresó a su cama, pensando en el color blanco, pero un par de brazos inesperados la tomaron por la espalda, rodeándola con fuerza por los hombros hacia el cuerpo del desconocido.
No gritó.
El aliento del hombre le recorría la nuca, bajando por su cuello hasta el pecho. Siempre detrás.
El perro, afuera, seguía ladrando.
La lluvia, enloquecida, prometía no ceder.
Se quedó parada, estática, con los ojos abiertos que no pudo cerrar. El terror la recorría, en pájaros negros pensaba.
Dulce terror la recorría.
Dulces brazos luchaban con la (no)sutileza de su pensamiento.
Cuando se levantó, preparó café y vació el cenicero.
Dispuesta a salir a al calle se encontró con la señora, vecina de años, quien le explicó contenta que hoy venían los del local a arreglar el timbre –por suerte, nena; gracias a Dios- ese que no sonaba hacía años.
Paró.
Más que una reflexión, es un relato.
Dulce terror, efectivamente. Un terror muy erótico. Quizás le falte algo más de desarrollo, más explicación del hecho “paranormal” y ¿por qué no? detenerse en el erotismo del aliento del hombre.
Hubiera sido interesante “engañar” al lector un rato con el encuentro sorprendente con el hombre. Detenerse en el encuentro, dejar a todos convencidos de que este hombre es real y al final, ¡zas! resulta que es un fantasma.
En fin, un relato chulo.
El timbre que no sonaba… sonó. Y a partir de ahí se desarrolla el terror metafísico de la escena. De acuerdo con Only nos dejas una inquietante propuesta que podías haber desarrollado con la presencia del hombre y la mujer forcejeando una porpuesta sensualista. la manera de escribir sigue siendo magnìfica Celeste. Sigues dando muestras de un verdadero dominio literario.
Regresaba pensado en el color blanco, y en tu terror pájaros negros pensaba. Me gusta mucho como defines su pensamiento, sencillo y bonito.
Y el relato está envuelto en lluvia. A mi me encanta la lluvia… y creo que con tu relato podría definir el por qué me gusta.
Un saludico!