Si, afirmando que el mar se aleja con la luna,
abandonando nuestras huellas sobre la arena.
Hubiera querido redondear el verso con ese ciclo
lunas que rima con el horizonte.
Pero, más allá de cualquier deseo, tú
presides la nada intermitente de los días,
y mi humanidad tan sólo responde al quiebro
del tiempo al cerrarse cada puerta.
Nada soy, afortunado en palabras, simple
en la presencia.
Me ausento de todo espacio por temor al silencio.
Pero, más allá de cualquier poema roto en su corazón,
nace el ave que canta en la alborada.
He sentido que con cada pálpito de los días
dejaba de ser, en lento peregrinaje.
Esos dedos rosados de la aurora
me concedían paz, pero negaban la luz.
Detrás de cada árbol he dejado un beso.
Inútil acto para los silenciosos hijos de la noche.
Si vengo para verte aquí, tan sólo alcanzo a ser
palabra tras palabra, repetido soniquete primaveral,
o gota a gota de quien adivina su inconstancia.
Pues es muy buen poema, amigo Grekosay. Muy bueno de verdad. A lo mejor lo lee Morado y te insulta también a ti. Un abrazo cordial, Grekosay. El hecho de que te aprecie de verdad no es que por eso te diga que escribes bien y profundo. A mí me gusta leeer lo que escribes. Quizás Morado hasta aprenda un poco. No te preocupes, compañero por lo que digo de Morado… porque lo mío no es el sufrimiento. Un placer volver a verte escribiendo por aquí y haciendo pensar con tus escritos.
Encantada de leerte.
Sublime!!
Abrazo