A veces, el sentimiento de indefensión es de tal calado que, al despertar al día siguiente de otro infernal, se tiene la sensación de ser únicamente una cáscara vacía, que ha perdido todo contenido y toda vida. Es como si el terreno fallase bajo los pies, que pierden así todo sustento para seguir caminando por la vida.
¿A qué acogerse en tales momentos, cuál es la tabla de salvación? ¿Cuál es, en definitiva, la panacea para aquellos que no encuentran (que no encontramos) el consuelo en la oración? El exceso de lucidez dolorida puede llevar a no comprender ni identificar nada del entorno inmediato y familiar. El acogerse a la rutina diaria puede adormecer durante algún tiempo la sensibilidad en carne viva. El cumplimiento de las obligaciones puede despejar las ideas y hacer que se centren en lo que es familiar. Las tareas, que bien pueden ser auto-impuestas por necesidad imperiosa del momento, aunque realizadas mecánicamente y sin satisfacción alguna, pueden servir de lenitivo, aunque momentáneo.
No tener un carácter en el que la violencia oral salga libremente al exterior, dirigida contra alguien o contra algo, es una cortapisa importante. El autocontrol, aprendido y practicado desde la niñez, la disciplina de mantener las aguas dentro de su cauce, ayudan a encontrar el camino aunque lentamente. Aunque se tenga prisa por recobrar la serenidad perdida. Aunque se tenga la impresión de que, si no es así, nunca jamás se recobrará.
Estoy de acuerdo con tu interpretación sobre la serenidad y el aplomo que se debe tener para el autocontrol de las emociones. Un abrazo, Carlota.