La soledad volvía para enroscarse en las entrañas de Paul. La vieja soledad. Su mejor amigo le habandonaba… pero él lo podía comprender. ¿Qué podía ya contribuir a que Peter arriesgase su vida por una mujer que le había rechazado?. No era para Paul un argumento válido pero comprendió que su amigo también tenía límites. No podía exigirle nada y él no era quien para juzgarle. Quizás la verdadera y profunda amistad debería ser otra cosa, pero… ahora se encontraba nuevamente solo ante lo desconocido. El camino que tanto ansiaba experimentar, el de la desgracia o la felicidad, estaba abierto ante él. O tiraba también la toalla al menos esperando la llamada prometida de Bianca en su carta, o se lanzaba a la peligrosa aventura, sabiendo que ya la muerte también jugaba parte de la historia. dudaba. ¿No sería mejor irse al hotel y esperar acontecimeintos?.
No. Amaba demasiado a Bianca y, fuese lo que fuese que se escondiera en aquella oscura trama, algo en su profundo interior le decía que ella estaba en peligro. El ruido de las sirenas de los coches de la policía y el ladrido lejano de perros en búsqueda le hizo alertarse. Tenía que salir de allí. Saltó una valla de cemento y se enconctró en un parque transitado por numeroso público. Caminó mientras intentaba tranquilizar su ánimo. Tenía un cuchillo guardado en el interior de su chaqueta. Era su única arma defensiva ante cualquier peligro. Miraba a los transeúntes. Eran totalmente desconocidos e inexpresivos. Todo en aquella gran ciudad le sonaba ahora a inseguridad. Tenía que encontrar pronto el Salón Tesaurus. Sabía que la invitación sel señor Manésh era para mucho tiempo más tarde, pero debía romper el esquema y atreverse. Y hacía allá se lanzó…