¿Por qué habría hecho eso? Quizá los nervios, esta maldita tensión no le dejaba pensar con claridad, la niebla y el silencio no le dejaban pensar. El corte en su mano le había hecho sentirse alerta, por un momento pensó en salir de su escondite, chillando, con el cuchillo en la mano contra esa silueta misteriosa que le asustaba. “Pero esto es la vida” pensó, aquí no hay dos oportunidades, si el hombre dispara y lo mata no vuelve a aparecer diez calles más abajo con los puntos de vida rellenos.
Todo indica que la silueta del otro lado de la niebla conoce su situación de forma aproximada, por lo que la jugada de la lata no ha sido tan delatora, puede que, al contrario, le sirviese para distraer un par de segundos su atención. Ha sido un catalizador que dispara la necesidad de hacer algo con ese cuchillo ya. Quizá el instinto sea más certero que la razón, como cuando tiramos una piedra sin pensar, o chutamos a gol sin mirar.