Paul puso en tensión todos sus músculos. Estaba dispuesto ya, después de una tremenda dificultad para poder controlar su respiración, a saltar sobre aquella figura gigantesca que lo tenía prácticamente acorralado cuando, repentinamente, el estridente ulular de la sirena de un coche policía resonó estrepitosamente en el callejón.
El hombretón de pistola en mano salió de estampida hacia el fondo de la calle, a ocultarse en la oscuridad de la penumbra. Los policías comenzaron a perseguirle con tal estrépito que la noche se convirtió en un verdadero infierno de luces y sonidos chirriantes.
Paul estaba exhausto, agotado por la tensión nerviosa. Agachó todavía más la cabeza para no ser descubierto y cuando el coche pasó raudo por delante de él, respiró tan profundamente que sus pulmones le produjeron un dolor hondo e hiriente. Después intentó serenarse. ¿Qué hacer ahora?. ¿Dirigirse hacia la Moon Street y buscar la Sala Tesauro o meditar más serenamente antes de verse nuevamente comprometido por la Muerte?. Decidió salir hacia la Tercera Avenida en busca de algún bar nocturno donde tomarse un whisky y reordenar las ideas. Lo necesitaba con una urgencia suprema.