Reclino la cabeza sobre la almohada y miro al techo. Un silencio de 52 minutos que se van alargando hasta que, al rozar la hora del sueño, un hada misteriosa, un rayo de luna que ilumina en su pelo, toca con su varita mágica la atmósfera de la habitación. Sueño. Millones de seres humanos, en diferentes lugares de la Tierra están trajinando en los campos o caminando por las calles de las grandes ciudades donde el cláxon de los automóviles me es totalmente desconocido. Estoy profundamente dormido y mi isobo ha quedado esperando en el puerto a que me despierte para salir a navegar. Yo, en estas horas prolongadas por el espíritu laboral trabajo con mi imaginacíón. Pero soy ajeno a lo que está ocurriendo en Filipinas, Malasia y Ecuador. Quizás hasta haya alguien que, desesperado, esté huyendo de sus fantasmas bebiendo alcohol en alguna bodega.
El alcohol hace mucho que me dio su despedida. Sueño con un mundo donde las esferas del reloj se compone sólo de 52 minutos. ¿Qué hacer, entonces, con los 8 minutos restantes?. Posiblemente dejar que las musas escriban: “El 8 es la clave de todas tus circunstancias”. Podría ser. También podría ser que: “El 8 descubre quién eres en realidad”. Probablemente esa sea toda la verdad de mí mismo… hasta que, tocado por la varita mágica de esa Dama convertida en Hada y que duerme a mi lado me traslada, ya despierto, de nuevo al 8. Ahora todo se ha transformado en: “Un 8 siempre es algo que puede superar a un 10”. Efectivamente. Si descomponemos el 8 no podemos hacerlo jamás. Nunca se descompone un 8. Pero ¿qué pasa con el 10?. Estoy escribiendo mucho antes de ese 10 pero si lo descompongo resulta que es un 1 más un 0. Y entonces, con los dedos tecleando las teclas de la computadora descubro, con gran sorpresa para los que ya han despertado, que el 8 siempre sigue siendo el 8 mientras el 10 ha pasado a ser sólo un 1. Estas cosas tiene esta existencia de dormir junto a un Hada que te toca la cabeza con su varita mágica y sigues siendo siempre el mismo mientra el famoso y fabuloso 10 ha quedado reducido a 1. y no es que esté hablando ni de axiomas ni de principios fundamentales. Estoy hablando, símplemente, de la síntesis de la vida. Buen día es hoy para pasar las páginas del calendario. Y me encuentro con el 1. Día 1 de septiembre de 2010. Dentro de una semana exactamente seguiré siendo un 8 en Madrid. Es cierto. Nunca la varita mágica me descompone mi lugar exacto. En los campos de arena, entre algunas ortigas colindantes y las procesionarias desfilando por el terreno de juego, sigo siendo el 8 que cuando se cae se levanta y marca gol aunque las procesionarias de verdad que escuecen durante toda la semana. No me importa ni la envidia ni el odio de quienes no pueden comprenderlo. A mí siguen surgiéndome las sonrisas y en la portería contraria el guardameta sabe que voy a seguir siendo el 8 que le da los goles a mis compañeros. Sueños. Fantasía. No hay nada de sueños ni de fantasías en estos domingos de fútbol. Sólo hay magia. Por eso, a veces, hasta soy yo el que marca un gol para la historia de estos sueños hechos realidad.