Jazz night

El taxista nos recogería quince minutos después de haber llamado, nos sentamos en la parte de atrás y le indicamos hacia dónde queríamos ir. Parecía un tipo callado, no era uno de esos que intenta darte conversación, se limitaba a lanzarnos miradas furtivas a través del espejo retrovisor, supongo que nos vería como a una pareja normal que iba a cenar a uno de esos restaurantes del centro, una más de tantas. Nos bajamos a dos manzanas de nuestro destino, le di el dinero y las buenas noches, cerré la puerta del coche y lo vi alejarse de nosotros a toda velocidad.

Ella era una chica que merecía realmente la pena, gozaba de una lucidez y picardía impropias de su edad, de un atractivo aspecto físico que llamaba la atención de todos, y de un exquisito gusto a la hora de vestir.

Disfrutaba de su compañía y estaba dispuesto a perdonar alguno de su devaneos amorosos. Paseamos durante un rato hasta llegar al bar que solíamos frecuentar, si algo teníamos en común era nuestra afición por el jazz y los tugurios con copas a mitad de precio. No es que estuviese especialmente lleno, pero desde la entrada el aire se nos hizo irrespirable. Cogimos dos taburetes junto a la barra, Martini para ella y Brugal-Cola para mí. Ambos movíamos la cabeza al ritmo de la música, era agradable y nos dejábamos llevar en silencio mientras nos mirábamos. Cada poco ella se apartaba el flequillo de la cara y daba una calada a su cigarrillo, me gustaba verla fumar, el gesto, la forma de coger el pitillo y de acercárselo a la boca. Fue durante uno de los geniales punteos de Grant Green cuando me dijo que me iba a dejar, me sonó tan cómico que empecé a reír a carcajadas, por poco me da un ataque al corazón. Cuando terminamos nuestra copa salimos de allí y la acompañé hasta su casa, durante el camino tan sólo se quejó del daño que le hacían aquellos tacones, ni una palabra más. Al llegar, le di un beso y me largué. No le pedí explicaciones, tampoco ella me las dio, al fin y al cabo, era lo de menos.

Al día siguiente en la oficina todo me daba vueltas, así que decidí salir a tomar un poco de aire, llamé al ascensor y subí hasta la azotea. A pesar del frío y las gotas que empezaban a caer, aquellas vistas me relajaban, y el viento que golpeaba mi cara con violencia me insuflaba vida. ¿Qué me quedaba por hacer? no voy a negar que por un instante me atrajo la idea de saltar al vacío y terminar con todo, pero desde allí no dejaría ni un cadáver decente para la posteridad. Volví a tomar el ascensor y bajé los veinte pisos que tenía el edificio, me despedí del portero y desde entonces me dedico a escribir junto a un vaso de Jack Daniel’s con hielo sobre la mesa.

http://peterdreamer.livejournal.com/

Un comentario sobre “Jazz night”

  1. Curioso e interesante este relato. Me he detenido a analizar su estructura. Me encuentro un asunto tratado con una suavidad temática de muy excelente fasctura, El tema deja un ambiente de fresxcura al lector que quiere ver cómo termina el asunto y el final es original. Sí. Es muy buena la escxritura y está perfectamente redactado. Muchos escritores comenzamos así… dejándonos llevar por un sentimiento de nostalgia para acabar inmersoas en la tarea de darle al teclado. Excelente, compañero. Más que nada por la técnica narrativa que has ido deslizando a través del corto relato. Bienvenido a Vorem.

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