Calle de los Caballeros. Todos van en procesión humana hacia el campo, pasando por la barriada del garaje donde se cuelgan las camisetas bajo el sol. Algunos se quedan colgados de varias copas de vino de más. Es domingo. Es la fiesta de este domingo mientras atrás dejamos al Perra Gorda engordando cada vez más. La perra ladra. El perrro la persigue. Los gitanos se acercan al borde de las sogas en donde los de las primeras filas se columpian haciendo funambulismo entre jugada y jugada. Se juega la copa de coñac. Pero hay que sacar la carta exacta, la carta justa, no la sota de bastos ni tampoco el as de oros. La carta exacta, la carta justa, es el Rey de Copas. Sí. Los de las primeras filas se balancean en la soga mientras se aglomeran los demás. Los más bajitos tienen que subirse a las cajas vacía de cervezas.
Alguien ha soltado un suspiro. El sopor se pierde entre el fluido del fraguar de las gargantas. Vuelan los abejorros alrededor de ese artefacto aéreo, por ver si este o aquel es capaz de contactar con él. Pero nosotros estamos junto a los poderes del guardameta bajo los palos. No es Palop. Es un portero de Fátima que ha venido a ver si se produce el milagro. Nico juega a hacer carambolas con el esférico gris. Pero la mañana no es gris sino que, después de haber cantado el gallo de las chabolas de los gitanos tres veces seguidas, el sol ya amarillea la temperatura. Luces verdiblancas. ¿ovnis volando por el cielo?. No. Es el esférico objeto de color gris con el cual todos quieren comunicar para poder lograr el gol. Pero el público, en general, sólo quiere saber quién ha sacado el número de la suerte de la botella de coñac Soberano… mas el señor de la baraja se ha perdido entre la muchedumbre. Corre la voz de unos a otros. !El Rey de Copas!. !El Rey de Copas!. Pero el Rey de Copas se está tambalenado en El Puente, a un escaso kilómetro de distancia, pensando en si decide acudir o no acudir a ver cómo suena la Campana. Luces verdiblancas. Una especie de sevillanos transfigurados en gitanos de Madrid. No. No suele ser casi nunca cierto. Los gitanos de la Elipa no entienden de qué va la cosa; tan ocupados como están en esconder el contrabando de tabaco para no ser descubiertos por la pareja de la guardia civil. El objeto volador y esférico no identificado rueda ahora a ras de suelo coordinado por Nico. El portero de Fátima busca el milagro y el tiempo del reloj nos va anunciando que es necesario tener cuidado porque la hora de comer la paella dominical se acerca y es bastante peligroso llegar demasiado tarde. Vamos. Vamos. El público jale y jadea. El objeto esférico de color gris se ha escapado, como bola de billar descontrolada, a la esquina de la derecha. Es necesario hacer algo de magia. No puede ser que toda aquella gente del pueblo llano y sencillo de Madrid se quede frustrada con las gafas del 0-0. Es necesario sacar el momento, desplazarlo de la historia, e introducirlo en la magia blanca de las sorpresas. Es el momento de la gloria o el fracaso. El momento en que Jóse idea, mentalmente, la jugada del sueño. Allí está Nico intentando entender qué mágica propuesta está fabricando el misterio y la imaginación de la mente de Jóse. El Rey de Copas sigue perdido y el de la baraja ha desaparecido con toda la recaudación. Lo que faltaba. Además de no cobrar ni un solo duro, resulta que el de la baraja se ha ido con toda la recaudación y con la botella de coñac intacta para brindar, en su chabola, por la jugada milagrosa que está fraguándose en la mente de Jóse. Nico no se dá cuenta, no puede traducir, todavía, aquel enigma… pero deja llevarse, una vez más, por la intuición de Jóse y lanza el disparo desde el punto más esquinero de la barriada. Los gitanos, ajenos a todo esto, siguen con sus “chalaneos” de burros…. !que no ven ustedes que son burros viejos pintados!. Nico lanza el disparo milagroso. El portero de Fátima espera el milagro de la Virgen. Nico espera el milagro de Jóse. !Gol!. !Gol por toda la escuadra!. Y la casulla del Perra Gorda no sé de qué color es ni me importa. Sólo sé que el Rey de Copas está brindando… y ha decidido no lanzarse desde el puente abajo. Así que el Tren de Arganda, despueés de pitar y repitar, sigue su camino sin incidencia alguna… salvo alguna pedrada sobre sus desportillados vagones de madera. Suena la Campana. Yo cojo el camino recto para llegar a casa. Los otros tres que se las arreglen como puedan. Al fin y al cabo sólo son lecciones para aprender… !y espero que te vaya bien con “el tío ese”!…