Juegos de Estado

Justo a medio día, en el momento que el Santo Padre, San Pascual XXXVIII iba a comparecer en su balcón, para dirigirse a los ciudadanos que lo esperaban congregados en la plaza, su asistente personal entra en la estancia y susurra algo a su santidad, en ese momento, después de haber escuchado, puso cara de perplejidad, y dio un golpecito sobre la mesa, pero de tal manera que la aburrida tinta del tintero se derramó, sus blancas ropas se llenaron de caminitos y pequeñas lagunas de tinta azul que iban siendo absorbidas por esas telas que eran sus atuendos…
Todo ello originó que la comparecencia quedara como en suspenso, aplazada, como diciendo “Ahora estoy con ustedes, no se vayan.”

Faltaban escasas horas para que Pascual viajara a dos importantes lugares de una misma ciudad, a dos importantes templos, iba a ser una visita de apenas dos días. El objetivo era una catedral y un templo en construcción parcial, entre ambos había considerable distancia, éste último iba a ser declarado basílica. Todo estaba preparado, pero algo había ocurrido para que el santo padre de la santa paciencia se indignara, de aquella santa manera en sus santos aposentos.

Su asistente personal salió de la estancia con rostro de alivio, con cara de “ya he cumplido”; dentro se había quedado Pascual, pensativo y en cierta manera preocupado, una y otra vez susurraba “que no nos descubran…” ¿A que se estaría refiriendo este hombre, que de blanco vestía ?

El asistente bajó a las cocinas, pero había un pequeño detalle en él y era que iba mirando hacia atrás, como comprobando si alguien lo seguía o miraba, no nos extrañe además, que este hombre tuviese hambre y fuese a comer algo. Al entrar estaba el Maestro Cocinero, un hombre de cara redonda. Un hombre con una sonrisa de doble sentido.
Y efectivamente…. Mientras el asistente se preparaba un bocadillo de tortilla, Maestro Cocinero preguntaba con cierta actitud encubierta: “¿Se lo has dicho?”
Y el asistente respondía: “Si, ya lo sabe”. Respondía sin dejar de mirar al bocadillo que se estaba preparando. Hubiese podido mirar a los ojos de quien preguntaba, pero no, posiblemente ya habría confianza. En la cocina estaban solos, aunque había varios niveles y en cualquier momento podría entrar alguien. Incluso se decía que por allí podría haber aficionados a la escritura que buscaban información para escribir relatos e historias sobre el tema, con lo cual en la atmósfera reinaba una consigna, era la siguiente: “tengamos cuidado, no nos fiemos de nadie, y que la mano izquierda se desentienda de lo que hace la mano derecha, pero que el pie derecho y el pie izquierdo no se desentiendan. No vaya a ser que nos estrellemos.”

Muy lejos de allí, en una zona rural, había un grupo de personas de varias edades, estaban haciendo una caminata, una peregrinación, caminaban hacia algún recóndito lugar de peregrinación, de plegaria y recogimiento, algún santuario ubicado entre altas montañas. Como buscando una lejanía de las aglomeraciones, de las masificaciones. Aunque también cabría la posibilidad de que se estuviese fraguando algo a nivel de estado y que debía permanecer en secreto, fuera del alcance de cualquier fuente de información, aunque también es cierto que esto no estaba verificado ni contrastado.

Caminaban con tranquilidad, sin prisas. No había nada extraño en el grupo, ni nada aparentemente sospechoso. Uno de los peregrinos miró un mapa y seguidamente avisó, más bien advirtió, al resto, para que en el próximo cruce tomar el camino orientado a la puesta de Sol. Continuaron caminando y llegaron a un albergue. Allí se quedaron a dormir. Pero antes, durante la cena, sucedió algo aparentemente insignificante y normal. Alguien del grupo que iba más retrasado, al entrar al comedor de la casa, en lugar de sentarse y comer algo… ¡pues no! ¿que hizo pues? se acercó a uno de los peregrinos y con el brazo le hizo una señal, los demás acompañantes del grupo se comportaron con aparente naturalidad; ambos salieron al exterior, caminaban en paralelo por la explanada que había a la entrada del albergue y mientras caminaban hablaban de algo: “Padre Pascual, hemos avisado a su suplente de que todo el plan sigue igual: suplantarle en las dos visitas oficiales, pero cuando se le ha dicho que deberá hacerlo por más tiempo, hasta nueva orden, no le ha hecho mucha gracia, pero al final lo ha comprendido. Le hemos explicado que hasta que lleguemos al santuario, usted va a colaborar como misionero, de incógnito, durante varias semanas. El otro Pascual, le transmite apoyo moral para que pueda ejercer su ministerio con prosperidad y en el anonimato. ¿Quiere que le enviemos algún mensaje más?”. Y siguieron hablando… esta escena no fue vista por nadie, salvo que alguien estuvo mirando lo ocurrido, una persona había retirado la cortinilla de una de las ventanas y estuvo mirando, pero no ocurrió nada más, tan solo que alguien que estaba en el comedor se levantó y con una discreta autoridad pidió a aquella persona que dejase de mirar…
Esa era la conversación que se produjo allí, como si fuesen dos cuñados que han salido de excursión con la familia, y comentan algún simpático suceso, sin más. Mientras sus esposas sentadas en la mesa, piden unos platos de macarrones “ A la estupenda”, el plato típico del establecimiento.

Mientras tanto mientras, muy lejos de allí, en plena civilización socio-eclesiástica, Maestro Cocinero dijo al asistente del Santo Padre: “Pues hay nuevas novedades, deberás subir a la estancia del santo padre y ponerlas en su conocimiento”…
Y seguidamente comenzó a susurrarselas, como si estos asuntos no fuesen de nuestra incumbencia, después Maestro Cocinero accedió a la lavandería contigua y a la mujer de mediana edad con atuendos propios de religiosa que laboraba allí entre servilletas, mantelerias, y otras cosas parecidas, le dijo “¡Jefa! el plan sigue adelante, todo bien”. La mujer asintió; con el dedo pulgar, orientado hacia arriba, en dirección a las tejas, haciendo una señal de afirmación y satisfacción. Pero sin entretenerse en ello.

Pascual XXXVIII ya había terminado su comparecencia correspondiente, ante todas las gentes en su famoso balcón. En ese momento entró nuevamente el asistente personal, portador de novedades, se le acercó para no tener que levantar la voz y le explicó: “Pascual, ya sabe usted que el Santo Padre está en una peregrinación de incógnito, para que ningún periodista ni televisión, ni ciudadano lo descubra, y tal como se planeó, usted debe seguir actuando con naturalidad para que todas las televisiones y periodistas se centren en usted, las ultimas indicaciones recibidas son que deberá entrevistarse con un hombre de estado, exactamente un presidente. Al parecer el santo padre quiere realizar un viaje que le permita conocer los problemas reales de las gentes e intentar conseguir o aportar ayudas; ya sabe usted las dificultades morales y de conciencia que hay en esta santa sede para utilizar sus propias Arcas.
El santo padre le pide paciencia. Pascual le envía ánimo para usted y que todo salga bien”

Pascual XXXVIII, al escuchar estas novedades del otro Pascual Peregrinando de Incógnito, sonrió con cierta resignación y dijo: “Está bien, está bien, de todas formas ya me estaba acostumbrando, supongo que algún día podre volver a dar clases en la facultad de teología, sin que nadie haga público todo esto.”
En ese momento, mientras el asistente se retiraba, retrocedió debido a que estaba siendo llamado, se acercó de nuevo a Pascual, y el asistente recibió una interesante pregunta: “¿Cree usted que esta santa sede siempre ha sufrido el Complejo… o Síndrome de Los Faraones que eran enterrados con sus riquezas en sus Pirámides?” Y ante aquella pregunta y reflexión papal, el asistente abandonó la estancia, mas no supo que responder.

Y por fin todo salió como estaba previsto que ocurriera, Pascual XXXVIII circulaba con su vehículo especial anti-tomates, por las calles, activando todos esos mecanismos de aceptación, de rechazo. La inmensa mayoría de televisiones y periodistas entraron en el útil juego, todos los medios informativos fueron movilizados. También entraron a participar en el juego, todas las formas de oposición a este evento, ciudadanos crispados. Políticos. Colectivos de diversa índole, organizando también sus propios actos, tanto de bienvenida, como de rechazo, de reconocimiento y protesta. Entre todos, jugando y dando forma al mismo juego pero de diferente manera. Como participando del mismo pastel con diferentes intenciones y direcciones, diferentes atuendos, diferentes intereses. Como si aquel pastel fuese un denominador común o eje.

Mientras tanto, mientras la gran mayoría se sometían por la vía de la rebeldía unos y unas y por la vía de la sumisión otros y otras a todo este juego, con más o menos iniciativa propia y consciencia,
Pascual, y su discreto equipo pudieron adentrarse, sin invadir y con respeto, en los problemas de las gentes que iban encontrando, de una manera más tranquila y sin afán de querer llamar la atención ni hacer espectáculo. Para así poder tener un conocimiento sobre la realidad, de necesidades básicas de todas esas personas que iban encontrando por el camino, pudieron topar con el hambre y la miseria, también quisieron comprobar las graves carencias, y el estado de recursos naturales, agrícolas… También todo lo que iba bien y funcionaba.
Y lograron que ningún medio de comunicación descubriese nada de aquello.

Y estando una tarde, Pascual y su séquito, ayudando a un grupo de personas en un horno de pan obrando y enseñando a otras tantas gentes, se le acercó una mujer de mediana edad… una mujer muy parecida a la que había estado mirando por la ventana en el albergue… no descartemos que fuese la misma persona, por poder podría serlo.

En un descanso, la mujer le preguntaba a Pascual, sin que sospechase nada de la verdadera identidad de aquel peregrino, voluntario…. ¡O quizá si que sabía algo!: Porqué el parecido era considerable aunque al mismo tiempo, bien disimulado, con ciertos postizos… “¿Cree usted que el Santo Padre vive en una especie de Pirámide, curiosamente símbolo de la jerarquía, como una especie de Faraón, rodeado de su séquito y servidumbre y… riquezas, y tesoros, sólo para él y su séquito?”

A lo que ese peculiar peregrino respondió: “ Su pregunta me resulta familiar, como si ya la hubiese oído… Es posible que eso es tan solo un reflejo de como está funcionando la sociedad, porqué al igual que esa santa sede que usted dice, la sociedad también acumula riqueza para banalidades y no banalidades, a través de organizaciones políticas y organizaciones sociales y deportivas, y empresariales de diversa índole…y es que sospecho, aunque no estoy seguro, que todo ello está entrelazado” Pero hubo un momento, en que ese hombre peregrino, evitó continuar hablando, se le veía apurado sin saber como salir airoso de una evidencia tan real, y como era también un gran político, adiestrado en diplomacia y habilidades sociales, pudo con alguna dificultad huir de la conversación de modo victorioso.

Tras unos minutos de silencio y miradas más o menos perdidas en el horizonte, ese hombre volvió a decir algo y buscando con la mirada a la mujer: “¡Todo esto que hemos hablado!” “¿A quien le interesa?”
A lo que la mujer respondió: “¡Lo ignoro! ¡Pero la misma sociedad crea sus propias distracciones para que podamos mirar a otro lado!”

“¡Señora! Para mí, ver lo que está pasando, entre tanto ruido, a veces me resulta agotador ”
“¡ Señor, hoy por hoy, es lo que hay!”

Y ahí, justo en ese momento, la señora se levantó y regresó junto a las gentes que estaban obrando para hacer Pan.

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