“Salada, agua de sal salada por el exceso de buena suerte, no cupiera duda de que yo no habría nacido para carreras.” Palabras plagiadas a un granujo sin mi consentimiento.
Preguntandome sobre el sentido de la vida, sin deseos de acudir directamente a Victor, comencé el día de hace dos semanas.
Aún recuerdo las lágrimas matutinas, las que acompasaron mi afeitada; la blancura de mis vestidos con mácula; el afán de severidad y la somnolencia verborreica de los profetas.
Y aunque el día pintaba excelente, yo me descrubrí chalan al que le pega el matute y madruga con las ñañaras a otros cófrades.
Pero no, a babor todo o a pique.
Para agravar la situación, me encontraba sin cerveza, ni posh, ni tzotziles.
Pero esto es sólo confirmación del bien comprobado hecho de que siempre he sido un burro (como buen mexicano que soy); y causa para abrir todas las mañanas mi puesto de jugos en el mercado, donde atiendo a los muchos o los pocos que no tienen las agallas o la inteligencia para autosurtirse.
La autotrofía ha pasado de moda, dicen los evolucionistas. Yo pienso que nadie es tan feliz que no piense en “morder” un poquito la felicidad ajena. Pero yo no doy mordida. Te lo dice mi mano tocándo este aparato:
-Tu cárcel, para otro, incluso parecerá relieve surrealista de 19 caras y 27 abriles.
Estas palabras estoy seguro de que hubiesen agrado a Macedonio, quien nunca necesito una guerra mundial para asistir a un campo de concentración, a diferencia de Victor.
Pero bueno, me desvio y no compagino con el sentido último de la comunicación: entretener un sentido. Retomo. Aquella mañana me puse a platicar con el espejo. A partir de entonces no he abierto la jugería.
En cambio dimano hacia deltas marinos, como el dulzor de una fluvial y lúdica poética difrasista, que acompasa el antiquísimo divertimento en clave de acordeon: “llegar a ser uno mismo”.
Mas ser uno es también algo de esto y también aquello. Un corrugado presente y el abigarrado pasado, plantados a la puerta siempre abierta de mi casa, vienen a por mí con que trajeron la cuerda para que la brinque.
Y este ser caduco que autor-iza las composiciones arquetípicas como si fuesen propias y no un simple COPY & PASTE, se niega a sí mismo como la raison d’etre de una tertium comparationis antropofamiliar.
Pero debo explicar, pues explicar es justificar y, justificar el título es lo único decente que busco por este texto.
Explicación:
Pasan los días. Atrás dejo las metafisicas, pues estoy decidido a perder helio y ganar hidrógeno. No tengo plática con los mecánicos, al único que encuentro es al proteíco código de la lengua y descubro, no, mejor dicho soy golpeado por el sinsentido del sentido común:
Jugo. Parte provechosa, útil y sustancial de cualquier cosa material o inmaterial.
Juego. Disposición con que están unidas dos cosas, de suerte que sin separarse puedan tener movimiento.
Ju(e-gos) [ju i gows]. Repercusiones en el cyberespacio de la propia personalidad. Vease también, desdoblamiento.[http://en.wikipedia.org/wiki/Unfolding_(functions)]
Tu juego puede ser la computadora y en ella encontrarás todas las pistas, puede ser el arte y te llenará de sorpresas, puede ser el sexo y te sentirás eufórico, pueden ser las sustancias y todo el mundo resultará absurdo, puede ser el dinero (o lo que es igual: tiempo) y nunca tendrás demasiado, puede ser la sabiduría y comerás lo mismo en casa que afuera, con el sabor de lo inefable, puede ser la religión y sentirás lo divino, puede ser…
Juergas: las que ya no me pongo desde que me divierto considerando lo que otros creen es el sentido de la existencia y al final me ocasiona risa
OLE!!!
Existencia. Simplemente existencia. Muy bueno.