Sintió el íntimo suspiro de la tarde
y con un leve alarde
cual trovero de la siesta y de la lluvia
hizo un balance
de su lánguida condición…
trotaba el aire
sobre la umbría
del pabellón.
Por allí subía
el viejo del acordeón
que tensaba los acordes
de su rústica canción…
la música que oía
era para él diapasón
de los monocordes
diálogos del canguilón.
El agua corría…
y lentamente surgía
del lecho una blanca flor.
Al olor
de la roja sandía
se quedó durmiendo
sobre el sillón.
La tarde seguía…
lánguidamente seguía…
junto al fogón.
Hermosa escena diesel. Una presencia humana late en todo el contenido del poema que tiene ritmo de canción natural como la propia esencia de la vida. Me gusta esa forma de llevar el ritmo com la rima musical de una estampa sencillamente acogedora.