La Carbonería de Don Pedro

Era una vez. No. Érase que se era. Tampoco. Tampoco es así. En un país muy lejano. Nada. Nada. Bueno. El caso es que había una princesa. No. No. No. No había, en principio, ninguna princesa ni ningún país lejano. Pero bueno. ¿Quién escribe el cuento?. ¿Tú o yo?. Yo, por supuesto. Pues si eres tan listo escribe el cuento ya. Verás. No era una vez en un país lejano donde había una princesa… porque el tiempo en los cuentos no existen, porque ya no existe ningún país lejano y porque, en principio, no hay ninguna princesa. ¿Entonces?. Nada. Déjame comenzar…

En la carbonería de Don Pedro Mengíbar las jovencitas del barrio hacían colas interminables solamente por recibir piropos del hijo de Pedro: un joven donjuan rompedor de corazones que despachaba la almendrilla y el picón mientras no dejaba de contarlas chistes.

– !Vamos, vamos, para ya Juanito!.
– Pero padre… !si es que son muchas!.
– Pero yo ya estoy harto de que hayas confundido a mi humilde carbonería por un palacio de cristal con un lago celeste donde el príncipoe azul enamora a todas las rosadas princesitas e incluso a sus propias sirvientas.

En eso estaba la discusión entre padre e hijo cuando, de pronto, entró ella. Y todas las demás jovencitas del barrio se echaron a un lado. Don Pedro corrió a esconderse detrás de un montón de leña. Juanito se quedó mudo de asombro, mirándola a los ojos y sin poder articular piropo alguno ni tan siquiera atreverse a respirar… hasta que ella, sin decir ni pedir absolutamente nada, dio media vuelta, salió a la calle y se dirigió a la pescadería de enfrente a comprar medio kilo de merluza.

– ¿Quién es, padre?.
– No lo sé Juanito. Te juro que no tengo ni idea de quien pueda ser esa muchacha ni de dónde ha salido.

Y así es cómo ahora se inician todos los cuentos con un “en la carbonería de Don Pedro Mengíbar un día apareció un hada”… e inmediatamente después cada uno de los miles de contacuentos que existen en la Tierra transforman a aquella hada en cualquier otra persona o en cualquier otra cosa. Y la carbonería pasa a ser por ejemplo un palacio de cristal, un jardín de rosas, un caserío en el verde valle, una discoteca barrial, un salón de billares, un sórdido bar obrero, una lujosa cafetería, un taller de reparaciones, un monasterio oculto, un convento de monjas o un lupanar. !Vaya usted a saber!.

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