La colina de las margaritas

El cielo está dimanando en esta tarde azul una inmensa luz dobre la colina donde las magaritas rondan el perfume de las clavelinas y un grupo de corderitos retozan en el valle. De la mano de las flores se columpian las espigas onduladas y yo te llamo, Esperanza, como un nombre sin olvido, como una danza nada más, como un trenzar de viento besando la ronda infinita del sol en la colina.

En toda la extensión del bosque se rezuman las mariposas que vuelan buscando el canto del valle blanqueado y las viñas y el pinar y el cerro entero de las azucenas llenan de color el manso atardecer que cae lentamente como bailando en el fervor de este pequeño mundo recogido en el resplandor de los aromos gajos aromados por el azafrán volador.

!Qué colores divinos vienen y van!. !De cerro en cerro se truecan las espigas bailando con su corazón colocado junto al viento!. Y el bajo del azul del cielo es un volver a ser corazón latiendo en el umbral de las rondas bailarinas. Tiene esta ruta de colores el olor del pinar abierto y la tierra se hace azulear en el girar de los montes.

Se va la tarde y el cielo es un rumor temblando alrededor de las margaritas…

2 comentarios sobre “La colina de las margaritas”

  1. En esas pequeñas cosas que nos redean, esta lo grandioso de cuanto nos regala la madre tierra, es muy sabio saborear y recoger con cada sentido, todo lo que madre nos regala, sin pedir nada a cambio, besos

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