Freud siempre fue consciente de que su obra se enfrentaba a la necesidad de valorar la verdad en forma de copia. Su principio de Realidad nos sitúa en ese gran círculo, donde todo lo dicho o escuchado forma la estructura de la verdad, lo obligado y lo creible. ¿Qué presuponer cuando la verdad ha dejado de existir?
Freud, maravillado ante la idea de abrir en canal a cualquier mente parlante, conocía este maravilloso descubrimiento: ninguna verdad es tan auténtica como la “copia de la verdad misma”.