La Dama Blanca.

En aquella mansión desperté en una larga y espantosa pesadilla. En aquella mansión las almas volaban como penas arrepentidas de las tinieblas y del suspiro colado por entre las rendijas de sus puertas.

Las cortinas penetraban en su interior sin apenas el recuerdo de lo que fueron, y los arañazos de sus paredes desconcertaban al más traidor de los traidores.

No quedaba luz en los candelabros volcados, y las llamas dejaron de quemar fotografías de antepasados malditos por el caos del odio y del rencor.

El suelo crujía al caminar, y las maderas de los techos parecían quebrarse al verme.

La dama blanca me esperaba tras el otro lado de lo invisible, la dama blanca de mirada vacía y oscura como agujeros negros en el universo.

Y al llegar mil escalofríos rondaron por mi ser, más mis pies queriendo huir no lograron moverse del lugar.

Allí estaba ella, de pie apuntándome con el dedo.

No entendí nada, no entendía como pasaron a ser ciertas todas aquellas leyendas de desamor que siempre había escuchado.

Sus ojos me comenzaron a llamar, me llamaban y me atraían con una fuerza totalmente superior a mí.

Había un castillo derrumbado con una princesa esperando a ser rescatada de entre las llamas de la guerra mas nadie la vio, nadie oyó sus llantos hasta morir abrazada a su muñeca.

Los gritos comenzaron a retumbar en mi cabeza hasta caer en una especie de posesión, mi mente disparatada intentó moverse, intentó gritar, intentó salir y pedir ayuda pero nada era posible en el interior de los ojos de la dama blanca.

Ahora espérame, espérame, era lo único claro que podía escuchar, pero ¿ quien me pedía que la esperase?, ¿ Quién era y que quería de mí?.

Salí con una fuerza endemoniada del interior, y caí bruscamente al suelo, la dama blanca comenzó a reírse más y más de mí con una irónica y desmedida carcajada.

Y entonces desperté, sudando en la noche oscura y sin nadie a quien contarle aquel espantoso sueño, nadie a quien recurrir o que me echase una jarra de agua fría para terminar de despertarme.

Sabía que aquella noche ya sería imposible conciliar el sueño, así que puse la radio bajita para no despertar a nadie, me puse las zapatillas y me fui hasta la cocina para beber algo frió e intentar salir de aquel estado catatónico.

Había algo extraño, si ,algo que se salía de lo habitual, normalmente solía dejar la puerta cerrada con la llave puesta pero… no, ante mi gran sorpresa descubrí que esta se hallaba abierta y con las llaves tiradas en el suelo. ¡ Dios mío! ( pensé), debí haberme dejado la puerta así al llegar a casa, pero no… aun creía recordar el momento. Estupefacto, me acerqué hasta las llaves y agachándome con miedo de descubrir algo las recogí del suelo.

Las llaves ardían como mil demonios y tuve que soltarlas otra vez de inmediato.

Dios!, algo estaba sucediendo, quizás aquella espantosa pesadilla había tenido algo que ver con lo sucedido mas no era razonable, todo aquello debía tener una explicación totalmente lógica, así que decidí volver a coger las llaves (esta vez mas frías), cerrar nuevamente la puerta y volver a mi habitación. Con un poco de suerte a la mañana siguiente sería capaz de encontrar una respuesta sensata a lo sucedido.

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