Y siento un ansia infinta de quererte más, de sentirte aún más adentro… hasta que el funámbulo viraje de todo este sistema motriz de girándulas y torbellinos se quede convertido en un preámbulo de caliente majestad: “… Su majestad el rey no sabia hallar el verdadero principio del mal de la princesa y mandó venir a un rajá de madréporas que embelleció el mundo de ella con péndulos dorados y plateadas sinuosidades en forma de collares y sortilegios de marfil. Le ofreció diamantinos objetos para enriquecer su hermosura y una vida llena de placeres ardientes. Pero la princesa conocía ya demasiado bien que toda aquella parafernalesca multitud de materia y de gozo era solamente vanidad de vanidades y rechazó rotundamente aquellos viajes con retornos por los andamiajes de la rutilante y mayestática solemnidad. El rajá quedó colgado de su propia congoja…”.