La farsa de doña Encarna.

Luis la ama locamente. Tan locamente que me hincha las tardes de ocio con sus penares de horas infinitas. Luis la ama sin darse cuenta de que doña Encarna está enamorada de otro… ¿y qué sucede con estas tardes en que Luis me fríe de confesiones dentro del automóvil sin apenas dejarme respirar?. !Necesito aire!. !Necesito incluso viento para poder aguantar!.

Y en las tardes naranjas de Madrid, por las autopistas volando hacia la costa, Luis me embriaga la ideas con lo suyo. La pesadez es el tono de la causa por la que Luis lucha. Una causa precisamente perdida desde el mismo inicio de los primeros segundos en que la conoció. Y es que Luis no se da cuenta de la farsa de doña Encarna…

– Hola ¿qué tal?.
– Ya ves. Yo por aquí… como siempre…
– Te quiero contar algo…
– Adelante – le contesto sabiendo que me voy a aburrir soberanamente.

Así que llegamos al club…

– !Un soberano para mí!.
– ¿Un soberano? -responde ella mirándome a los ojos.

Mientras tanto Luis se bambolea sobre la barra para observar…

– ¿Qué es? – le pregunto
– Que no la puedo olvidar…
– Pero… ¿no te das cuenta de que ha dicho no ya un millón de veces?.

Luis bebe su penúltimo güisky. Yo le acompaño para no dejarle sólo ante su sufrimiento. Pero no quiere entender… o no puede entender… o está hechizado y no puede responder…

– ¿Qué sucede? -pregunta la chica del otro lado del bar…
– Sucede lo de siempre… – la miro fijamente a los ojos.

Ellla se pone roja de vergüenza y ya nos sirve la última copa sin preguntarme nada más. Silencio Luis. En el silencio nos podemos comprender mejor.

– ¿Te diste cuenta ya, Luis?.
– No puedo creerlo… no puedo creerlo… estoy seguro de que tú eres celoso y me la quieres quitar…

Sólo sonrío ligeramente-

– !Celoso!. !Eres un celoso!…

Simplemente salgo a la calle, en silencio, a respirar y encender un cigarrillo…

– !Dónde vas, mal amigo!..

Solo me doy, por unos segundos, ligeramente la vuelta para decirle adiós…

– Adiós Luis. !Ya entenderás un poco más de mujeres cuando se te pase la “tajada”!. !Yo ya no tengo nada más que hacer en estos locales y hablaremos si quieres en una cafetería sencilla y normal!.

Y es que es ya una tajada mental lo que tiene Luis con sus ideologías sobre las mujeres…

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Están ellas allí. Y yo solamente porque Luis quiere aclararse sus ideas. Por supuesto que sigue enfadado y confundido. Por supuesto que doña Encarna lo va a volver a engañar. Por supuesto que Alicia (la del País de las Maravillas) está haciendo su papel. Si. Su papel de soporte a las mentiras de doña Encarna.

– !Eso es mentira! -dice doña Encarna
– !Eso es mentira!- dice Alicia la del País de las Maravilla salida de la Aventuras de Pinocho…
– !Eso es mentira! – dice Luis

Yo solo lo digo una sola vez y en voz baja…

– Eso es verdad… amigo Luis… eso es verdad…

Y me levanto del asiento de la cafetería, desde aquellas alturas en que, por estar más cerca del cielo, saben exactamente cual es la Mentira y cual es la Verdad. Simplemente me voy dejando a los tres (ellas dos y Luis) que sigan con sus mentiras piadosas ellas y con su mentira obtusa él. No es por llevar razón sino por decir la verdad por la que bajo las escaleras y salgo a la calle Mayor para encender de nuevo un cigarrillo. Sé que he perdido un amigo pero no importa. Sé que dije la Verdad y eso era más que suficiente para sentirme libre…

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Pasan los años…

– Hola ¿qué tal? – le pregunto a Luis.
– Era verdad, Pepe…

Y el eco de la memoria hace de testigo en la tarde del Buen Retiro de Madrid, mientras algunos transeúntes están comprando libros en la Feria… Carlos sólo puede afirmarlo.

– Lo afirmo rotundamente, Luis…

Silencio. Ya es hora de guardar silencio y volver cada uno al rincón de sus verdades… y el automóvil se pierde entre las brumas de la Alcalá con los tres amigos dentro…

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