La flor verdadera

La flor verdadera

La flor natural, como la vida auténtica, tiene el don del olor, el color y el candor.

Dicen que las flores son palabras que hasta un niño de pecho puede entender. Un espíritu joven nunca deja de sorprenderse con la belleza límpida y efímera de cualquier flor. El “dígaselo con flores” es un conmovedor lenguaje anímico, que además no desmiente a Sigmund Freud cuando afirmó que “contemplar las flores es sedante, porque no despiertan emociones de conflicto”.



Un acertijo popular presenta la siguiente adivinanza: Frente a un gran escaparate que contiene más de mil flores artificiales, ha de señalarse la única flor natural escondida entre el millar de perfectas imitaciones de tela y plástico. No se permite tocar ni oler las flores separadas por un cristal. Este enigma presenta esquemática y metafóricamente el “problema de la elección de lo auténtico” entre la profusión de lo adulterado, como sucede en la vida real para encontrar un amor puro y sincero entre tanto disfraz de falsedad y engaño.

El misterio de la flor viva se solventa infaliblemente con métodos variados; citemos cinco…
– Es la única que no es enteramente perfecta, porque sólo lo artificial puede fingir la excelencia.
– Es la inigualable que con la luz variable abre y cierra sus pétalos.
– Atrae a insectos como moscas o abejas.
– Necesita cuidados como agua y abono.
– Crece, cambia y se marchita.

Lo mismo vale para detectar una vida (o una persona) auténtica, que puede parecer pobre ante artificiales y ficticias biografías ajenas que nos cuentan y que aparentan ser ilusiones ideales. Una existencia verídica siempre…
– Presenta leves imperfecciones, pero el conjunto en cualquier circunstancia puede demostrarse interesante y afectuoso.
– Oscila de temperamento según el momento, pero es capaz de mantener un tono vital risueño, esperanzado y animoso.
– Atrae problemas y conflictos, pero sabe dejar las situaciones y a las demás personas mejor de como estaban.
– Necesita cuidados como amor, amistad y solidaridad de sus semejantes, así como que se le hable y se le escuche.
– Madura, envejece y se extingue, pero sabe hacerlo con dignidad entendiendo que la vida es la interinidad por excelencia.

¡Ojalá nos mantengamos todos hasta el final de nuestros días… en la flor de la vida!

Mikel Agirregabiria Agirre. Educador
www.mikelagirregabiria.tk

Versión final ilustrada en: http://www.geocities.com/magirregabiria/flor.htm

Deja una respuesta