Piel desnuda danzando alrededor del fuego junto a mil sombras ardiendo bajo el sonar de los tambores. Los cabellos se enmarañan dejándose caer sobre la piel blanca y mojada por el licor de los mundos. Las huellas aparecen y desaparecen en cada nuevo paso a la espera de un repetido ritmo candente. La respiración crece con cada latido y en las pupilas oscuras se empiezan a ver mil formas mundanas. Difícil detener, difícil decir no a los impulsos de la pasión encendida por la candela de la sangre, sangre viva y roja que sin piedad recorre cada espacio de nuestro ser. Mil manos me rozan, mas ninguna se ve, mil voces son una mas ninguna se escucha. La expresión del alma se exterioriza en perfectas curvas que meticulosamente bordan cada suave movimiento y la realidad se mezcla con otras y con más. Luces rojas abrillantan los destellos de millones de cuerpos en uno.
Bondad y maldad, calma y rabia, amor y odio todas ellas formando una única cosa…fuerza. Y de pronto todo se detiene y ni tan siquiera cenizas quedan, ni siquiera restos de fugaces sensaciones, todo queda dormido en el interior, formando únicamente un espacio más de nuestra desconocida y enigmática alma.