A las cinco y media de la madrugada llegó el bus al complejo privado de Castelnuovo.Playa de Castelnuovo, en el Océano Pacífico. Ecuador. Entre las playas de Esmeraldas y Atacames. Entre Tonsupa y Súa. Bajo del bus y camino por una pequeña carretera a medio asfaltar hasta llegar a la puerta del complejo donde presento mis credenciales y me entregan las llaves de la cabaña número 145. Entro en la cocina, me preparo un buen café con agua hervida y salgo a la brisa cálida de las seis de la mañana de este 5 de julio de 2008. !Qué paz!. !Qué fantasía!. !Qué linda playa!.
Me acerco a la orilla del mar. El sol (que está saliendo por los montes que hay a mis espaldas) comienza a reflejarse en las suaes olas que lamen continuamente la fina arena de la playa donde un numeroso grupo de gaviotas y unos singulares pájaros de color amarillo limón se están dando un festín con los restos de pescados y crustáceos que han quedado varados traídos por el mar.
Hay un número enorme de palmeras de nueve metros de altura y repletas de cocos. Yo camino entre ellas, dando lentos pasos, saboreando la cálida brisa de madrugada que refresca mi rostro moreno curtido ya por el sol de otras tardes.
Atada por sus cabos a un par de palmeras encuentro una hamaca de tela multicolor y me tumbo en ella. Enciendo un cigarrillo y voy consumiéndolo poco a poco, lentamente, dejando transcurrir los minutos sin pensar en nada.Muchas veces me ocurre esto. Que me quedo callado, silencioso, ensimismado, profundamente escuchando los sonidos del aire. Como ahora que no pienso en nada. Dejo mi mente en el punto “cero” a lo Vorem que me induce a sacar mi Diario y escribir en él.
Y de repente aparece ella. Viene por la playa caminando con todas sus curvas corporales cimbreadas por el amanecer. !Vaya hembra!. !Es una mujer cañón que al llegar a la altura de la hamaca me sonríe, me da los buenos días y yo le respondo con otros buenos días solícitamente!. Pasa entonces un jardinero regando, con un aparato de aspersión que lleva atado a la espalda, los vegetales que hay cerca de las cabañas. “!Dios mío, vaya hembra!! – exclama – “!Qué pedazo de mujer!. !Vaya cuerpo!. !Vaya piernas!. !Vaya rostro!”. Y la sirena voraz, que lo ha escuchado todo, se introduce en el agua y comienza a nadar alejándose, poco a poco, brazada a brazada, hacia el interior del océano.
Retomo el Diario. ¿Cómo titular esta especie de doble belleza ocular?. Recuerdo a Ernest Hemingway y lo rememoro parcialmente cuando decido titular a este texto “La hembra y el mar”. Dan ganas, simplemente, de morir en silencio, lentamente, blandamente, balanceándose en la hamaca, mientras el sol comienza ya a alumbrar toda la escena y las hojas de las palmeras se están moviendo dulcemente.
Qué animados el jardinero y tú a las seis de la mañana, caray. La primera exclamación del jardinero no le quedó muy romántica ni muy poética, pero se vé que estaba bien despierto. Jeje.
!Ja,ja,ja,ja, Carlota!. Te diré que yo me quedé hundido y ensimismado en el fondo de la hamaca mientras ella se bañaba en el mar y el jardinero tuvo una especie de “mareo” marino de tal calibre que el aparato aspersor de agua con la que regaba los vegetales quedó vacío de repente pues se le abrió el grifo de manera desontrolada (en el buen sentido de la palabra amiga). Sí. Fue un espectáculo “celestial” ver la doble belleza de la hembra y el mar iluminada por los primeros rayos del sol. Bueno, Carlota. Gracias por tu simpático comentario. Yo sigo aquí mirando a las gaviotas y a unos singulares pájaros de color amarillo limón que no sé cómo se llaman. Preguntaré al jardinero por el nombre de estos pájaros si es que está recuperado del “shock”. Jeje.
Hay que ver, la cantidad de imaginación, que es capaz de traernos el mar. Siempre es fuente de inspiración para todo el mundo, sobre todo cuando se es un gran escritor como tú. Te sienta bien escribir sobre el mar, y siempre sirve de catalizador para los espíritus sensibles.
Un saludo, aunque sea a destiempo.