La lengua de los ojos (2)

El grupo estaba preparando la fogata. Pensaban pasar la noche a la orilla del mar, cantando, platicando, bailando. Como cuando estaban en la escuela. El día había sido casi perfecto. Lo único que no cuadraba era aquel par sentado allá en la orilla. Todos los presentes sabían que Alberto quería a Ana, y que él no le era indiferente a ella, aunque no sentía exactamente lo mismo. Al menos no con la misma intensidad. Pero era evidente que ahí había sentimientos. Si les hubieran tomado una foto, se habrían visto. Así como un haz de luz, un haz de sentimientos.

“¡A ver a qué horas!”, les grito Iria. Ella se refería a ‘a ver a qué horas vienen porque ya está la fogata’, pero todos sabían que el grito era para animar a Alberto a decir algo. Lo que fuera. Iria había sido quien mas había estado animando a Alberto. Aunque “hostigando” sería un término más preciso.

Nadie sabía porque, siendo que ella estaba enamorada del él y este jamás le había hecho caso.

Desde donde estaban no alcanzaban a escuchar la plática, pero sabían la clase de cursilerías que el decía en esas situaciones. Eran como de telenovela mexicana de los 80s. Si algo podía hacer que Ana lo rechazara definitivamente era eso. Y todos querían saber que le diría pero a nadie se le había ocurrido llevar un micrófono de largo alcance.

Mientras, aquellos dos estaban uno frente al otro. Durante unos instantes, todo a su alrededor desapareció y únicamente existía la otra persona. Se vieron fijamente a los ojos. A lo lejos, los demás podían ver que estaban diciendo algo pero no sabían que. Y entonces sucedió. Sus labios se juntaron.

Iria empezó a vitorearlos. Guillermo, Juan y Laura dijeron al unísono “¡al fin!”. Los demás empezaron a hacer apuestas sobre lo que sucedería después. Cuanto durarían, que pasaría cuando el prometido de Ana se enterara de que la boda se cancelaba, las probabilidades de Alberto de sobrevivir a los padres de Ana, quienes seguramente intentarían freírlo en aceite por “arruinar la vida” de su hija, etc.

Y mientras sus amigos debatían el futuro, aquellos dos seguían pegados uno al otro. Quietos pero emanando pasión en ese beso. El mundo les importaba un carajo.

Los demás comenzaron a preparar las cosas para la cena y velada, cuando vieron que llegaba una camioneta de la policía. Bajo un oficial y les informo que sería mejor que se fueran porque se avecinaba una tormenta. “Y díganle a los tortolitos que se quiten de la orilla”.

“¡Alberto! ¡Ana! ¡Vengan!”. Y aquellos, en la luna.

El policía se fue. El ya había cumplido su trabajo. Si esos insensatos querían quedarse ahi, era problema de ellos.

“¿Tormenta?”, dijo Laura. “El cielo está sin nubes”, y cuando voltearon vieron que no era asi. Ni cuenta se dieron a que horas se nublo. De hecho, parecía que era ya de noche. Y aquel par seguía en su mundo.

Los demás estaban contemplando aquella escena cuando sonó el móvil de Juan. Todos voltearon a verlo con expresión de “¡Calla tu maldito escándalo!”. En cuanto Juan contesto, se escucho un trueno, de esos que avisan que viene una tormenta que más bien será como el diluvio universal. Juan se alejo un poco para poder hablar, pero se notaba que no le alegro en nada esa llamada.

Guillermo fue el primero en darse cuenta. “¿A dónde se fueron?”. Alberto y Ana ya no estaban ahi. En cosa se segundos habían desaparecido. Justo cuando los demás dejaron de verlos, ellos se habían ido. Esa playa mide casi 2 kilómetros de largo. ¿A dónde demonios se habían largado?

“Tenemos un problema”, dijo Juan. “El novio de Ana viene para acá”.

7 comentarios sobre “La lengua de los ojos (2)”

  1. Me gusta, me gusta. Se nota (en mi modesta opinión) que en la primera parte Villano se ha dejado llevar un poco por la inercia del relato de Ismael, pero luego ha establecido su propio rumbo.
    Bueno, esto marcha. A ver si cuando me toque no lo estropeo yo.
    Saludos a todos.

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