La leyenda de la orquídea negra (7)

Alberto bajaba en tropel por la ladera de la montaña, quería llegar a la ciudad a toda costa, no le importaban los rasguños y caídas que sufría en su loca carrera. El camino era difícil y peligroso pero el no le daba la mayor importancia.

Tampoco se daba cuenta de lo que le iba sucediendo a la flor a medida que se iba acercando a su casa. La flor se tornaba negra, más negra que una noche sin Luna. Ya no brillaba, su fulgor se apagó justo al llegar a la puerta de la casa de Lucia y su familia.
Solamente mantenía sus bellos colores cuando en verdad era un corazón enamorado el que la cortaba para entregarla a su amada.

Mientras tanto en el interior de la vivienda Lucia se encontraba mal, no paraba de vomitar y las nauseas la agobiaban.

– Estás embarazada -le dijo su madre- no te preocupes hija mía, la boda con Javier se celebrará pronto y nadie se dará cuenta, a mi realmente, me haces muy feliz.

Poco les duraría la felicidad, en aquel instante llamarón insistentemente a la puerta.

Marcel el padre de la chica la abrió. Ante el se encontraba un Alberto ajado, sudoroso y plagado de pequeñas heridas por todo su cuerpo, consecuencia de su carrera por llegar cuanto antes.

– Aquí tiene la orquídea Marcel -dijo con voz entrecortada y entregándosela a quién creía su futuro suegro.

Fue en ese preciso instante cuando se dio cuenta del cambio producido en la flor.

– ¡¡ ¿Pero qué es esto?…Acaso te quieres reír de mí¡¡¡ -gritaba Marcel al ver la negrura que se le presentaba en forma de flor.

– Esta no es la que tenías que traer, Lo siento pero no hay boda por ahora, esperaré un día más por si algún valiente es capaz de traerla. Si ello no fuera posible puede que lleguemos a un acuerdo en cuanto a vuestra unión._ Dijo esto y se marchó no sin antes despedir al joven con muy malos modos.

Al quedar solas las dos mujeres se vieron envueltas en un gran temor y una angustia que las atenazaba. Sufrían por saber lo ocurrido a Javier. Era el y no Alberto el que tenía que haber vuelto. Al no poder con aquella incertidumbre Noelia, la madre de Lucia decidió hablar con Alberto.

Lo encontró llorando de rabia por lo sucedido, no se explicaba la pérdida de los colores en aquella, antes bella flor. Noelia no se ando con rodeos y le plantó la pregunta, la cual le sentó como una patada en el estómago al chico.

– ¿Donde está Javier?…..¿Qué ha sucedido allá arriba?

– No sé de que me habla señora mía, no he visto a Javier en ningún lado, subí solo y solo bajé -contestó.

– Sé que subió y si no le has visto es que algo malo ha sucedido.

– No sé de que me está hablando, yo no le vi.

No hubo forma de sacarle nada más. Noelia lo dejó por imposible. La cosa se complicaba a pasos agigantados, ya veía a su hija casada con aquel idiota por el que su marido tenía tanto interés, solo por el hecho de tener más riquezas.

Al día siguiente no vino nadie más con la flor, Marcel decidió que daría la mano de su hija a Alberto. Aquella misma tarde lo anunciaría a todo el mundo y presentaría en sociedad al su futuro yerno.

Los preparativos se hicieron a una velocidad vertiginosa, todo quedó listo y bien preparado, no faltaba el más mínimo detalle.

Marcel iba a dar a conocer la noticia del enlace justo en el momento en que Lucia, su hija, se dirigió a todo el mundo anunciando su embarazo y diciendo el nombre del padre de la criatura. Alberto gimió, Marcel se puso rojo de ira y Noelia temió lo peor.

– !!No hay boda!! -anunció el padre- !!No hay nada de nada y tú, mala hija, fuera de esta casa, no quiero verte nunca jamás!!…se acabó la fiesta!!

Los allí presentes enmudecieron y salieron de la estancia lo más deprisa que pudieron.

Alberto se fue de la ciudad al día siguiente y nadie supo más de el.

Noelia sufría por su hija y la envió a casa de una hermana que vivía en el campo. Marcel enfermó del disgusto por lo sucedido y murió en triste soledad, tan solo su paciente esposa estuvo a su lado por lástima, al quedar sola vendió sus pertenencias y se fue al campo con su hija, allí vivieron felices con el retoño.

De Javier nada se supo hasta que un día…..

Continuará.

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