En un mundo cada vez más “rico”, millones de personas mueren de hambre cada año y cientos de miles viven en la miseria.
El capital de cincuenta ricos del mundo occidental, equivale al total de la economía doméstica del África Subsahariana (donde fueron a parar las ayudas de miles de dolares a este pais, en una cuenta en suiza? ) y el consumo de un niño del primer mundo equivale al consumo de cincuenta en el considerado como tercer mundo. ¿Cómo es posible que esto suceda? ¿Por qué aceptamos semejante injusticia?
En Suiza el sector bancario, no se puede cuantificar lo que hay ; sólo en fortunas privadas extranjeras hay más de tres billones de dólares. Un dinero que hace a Suiza, según el Banco Mundial, el más rico del mundo, por delante de Kuwait o de los Emiratos Árabes. Lo cual no quiere decir que no haya también mucha pobreza, desde luego. Esta riqueza llega por tres vías: el capital en fuga del Tercer Mundo, que es el dinero de la sangre, mientras en el Congo los niños mueren de hambre y de epidemias. Llega también, para blanquearse, mucho dinero de la criminalidad organizada;. Y, en tercer lugar, está el dinero gris que es el de la evasión fiscal de Europa entera.
“ES LA CUEVA DE Alí Babá”.
Hace doscientos años, la Revolución Francesa lanzó un modelo de civilización basada en la solidaridad, la justicia social, los derechos del hombre y la libertad; fue el tiempo de las luces. Esto fue el principio de algo que hoy está en peligro. Kant decía que las luces eran ‘la ruptura del tiempo’.
Hasta aquí hemos vivido bajo la herencia de la época del poder por delegación, la república y los derechos humanos. Toda esta herencia está amenazada de muerte por el gran capital financiero internacional, que pretende que la mano invisible del mercado es la única y suprema autoridad de la historia. Estamos creando un mundo en que los derechos humanos no tienen sitio y la propia democracia está en grave peligro; hasta el punto de que puede llegar a desaparecer. Es decir, vivimos en la jungla del capitalismo globalizado y la ley del más fuerte. Puede haber salida, pero debemos ser conscientes de que estamos defendiendo la última trinchera.