A medida que en las viviendas modernas la cocina se ha ido reduciendo a un cuarto accesorio, el hogar (la chimenea) ha ido perdiendo su cualidad de centro de la casa hasta terminar por ser algo simplemente ornamentístico o simbólico, sustituida por el hornillo eléctrico. Y hasta cierto punto el lugar central de la chimenea fue reemplazado por la mesa de comedor. Esta pasó a ser el lugar alrededor del cual se reunía la familia entera a horas regulares.
La mesa del comedor sustituyó, repentinamente, a la chimenea como centro de reunión de la familia. Era una imagen clásica esperar la llegada del padre (cuando volvía del trabajo) para comer toda la familia junta. Y allí, alrededor de la mesa con los platos, los cubiertos y la comida, los abuelos iban perdiendo voz e importancia para ir asumiendo voz e importancia el padre y la madre.
Alrededor de las mesas de comedor los hijos escuchaban a los padres mientras las historias y las leyendas de los abuelos iban perdiendo terreno e intensidad. Las historias y las leyendas fueron perdiendo su sitio pues les faltaban las mágicas llamas del fuego que les daban tintes míticos. Ahora se sustituían por las conversaciones referentes a la sociedad del desarrollo. Las charlas eran sobre el trabajo de los padres, los estudios de los niños, los planes para el desarrollo de la familia, el lugar donde pasar las modernas vacaciones, etc. La sociedad de consumo se engulló a la sociedad ancestral.
Sin embargo, pronto la mesa del comedor ha ido perdiendo su sentido real y su significado familiar. Ya no se vive con toda la familia a la misma hora sentada alrededor de la mesa. Los horarios del padre y de la madre, de los hijos mayores, de los colegios de los niños, de las clases en la Universidad, etc. ha desmigajado a la familia y muy pocas son las que se reúnen al completo juntos a la mesa a la hora de comer o cenar. Ahora la mesa comedor ha tomado un plano secundario y solo de vez en cuando, en fiestas de cumpleaños por ejemplo, se pueden ver familias enteras reunidas en torno a ellas. Pero esto ya no es lo cotidiano de todos los días. Las personas consumistas nos hemos hecho individualistas y ¿qué lugar ha sustituido entonces a la mesa del comedor como centro de nuestra personalidad individualista?. La cama. Pero este ya es otro tema…
Efectivamente la mesa sustituyó a la chimenea, yo me acuerdo también de las cocinas de obra que existian en las casas. Mis padres en Moratalaz tenian la cocina de obra, que funcionaba con carbón, o leña. Todavía recuerdo a mi madre bajando a Vallecas a por sacos de carbón para hacerla funcionar, en invierno se estaba de maravilla en la cocina.
Sobre lo de la mesa he de decir que recuerdo las comidas en mi casa, exactamente igual que en la serie de tve “Cuentamé”.
También me ha traido muchos recuerdos este texto tuyo, al igual que los de Carlota.
Sobre lo de la cama estoy ansioso por leer tu opinión.
Un saludo.
En casa de mis abuelos había la cocina de carbón, la llamaban “económica”, bajo la cual estaba la carbonera, que había que llenar periódicamente. A mí me dejaba mi abuela dar al soplillo para avivar la lumbre. Francamente, no lo recuerdo, pero en verano debía ser un suplicio tener que encender ese fuego que tan bien venía en invierno.
De mi casa no recuerdo que hubiera ya cocina de carbón. Si la había la debieron hacer quitar mis padres.
Creo que, radicalmente apostandolo, diría que en resumidisimas cuentas todo ha girado alrededor del sillón. El hecho es que, de alguna manera, el sillón ha estado siempre colocado en dirección a un sitio de interés común. Pongamos por ejemplo, que antaño se colocaba sillones enfrentes de otros, para el diálogo, otros sillones enfrente de la chimenea para recibir el calor.
Y llegamos al siglo veinte tardío y… el sillón toma una nueva dirección, el televisor. Creo que si probaramos a quitar la TV de su sitio, daría una sensación algo rara de que falta algo, o de que el sillón mira hacia la pared sin ningún sentido.
¿Y que nos quedó? Toda la familia se reune a ver la tele, pero es un acto casi tan individualista como otro. Es el “yo” frente al televisor. Los demás no me miran, ni me hablan, ni nada…
En fin, gracias por tu texto. Me ha hecho pensar un poco. Un saludillo y gracias por la vuelta-bienvenida!