Me ha impactado la lectura de “Nadie me verá llorar” (Ediciones Tusquets, 1999), novela escrita en 1997 por la mexicana Cristina Rivera Garza. Y me ha impresionado porque en tan sólo 254 páginas recoge todos unos mundos y submundos de lugares no-lugares del México de 1920. Al mismo tiempo que desfila la vida y la historia mexicana de aquella época surgen las consideraciones e inconsideraciones sociales y los amores del desamor de los principales protagonitas (el fotógrafo morfinómano Joaquín Buitrago y la prostituta loca Matilde Burgos) que se entrecruzan con una larga lista de personajes también muy trascendentales.
Diamantina primera y Diamantina segunda, Prudencia Lomas, El psiquiatra Eduardo Oligochea, Cástulo Rodríguez el gran joven revolucionario anarquista y otros muchos personajes femeninos y masculinos que giran en torno a Joaquín y Matilde. Paul Kamack. Alberta… y de nuevo Matilde y Joaquín dando vueltas al manicomio y el burdel. Porque los escenarios principales y ejes centrales de la novela son un manicomio y un burdel muy famosos de la Ciudad de México en 1920.
Las dos Diamantinas en una sola y a la vez distinta mujer. La mujer primera y la mujer segunda. Diferentes en la realidad. Similares en su espíritu. El haz y el envés de una sola forma de amar. Dos mujeres que se entrecruzan, se ligamentan básicamente y luego se disuelven an la nada. Dos mujeres y un hombre desolado en medio de ellas. “La Diablesa” y el esposo de la vainilla..
Es “Nadie me verá llorar”, visto desde cierto ángulo transversal, un mismo canto de amor que existe tanto que deja de existir en ese mismo instante porque es un amor falto de amor. Nadie vió llorar jamás a Matilde como nadie vio reír jamás a Joaquín. Y es que ambos (a la vez que el resto de personajes de la novela) tienen el alma tan hundida que a primera vista para todos los lectores parece que no tienen alma. Sin embargo se la puede encontrar en lo más profundo de sus corazones y en los momentos más trágicos de su ya trágica vida.
Esta novela rompe los moldes genéricos de una novela y va más allá de los impreso en sus páginas. Es un argumento muy bien tejido y entrelazado. Un gran talento narrativo recorre las venas literarias de esta escritora mexicana de la que reconozco que no sabía nada de ella hasta ahora. Esta escroitra “tamaulipasana” (nació en el estado ded Tamaulipas en 1964) es ya una de las figuras más consagradas de la literatura mexicana actual y la novela “Nadie me verá llorar” impactó profundamente en el célebre Carlos Fuentes que la consagró como obra maestra. Cristina Rivera Garza sigue escribiendo con asiduidad y además de magistral novelista es poeta y narradora de cuentos.