Arthur cruzó rápidamente la calle. Un automóvil estuvo a punto de atropellarle… pero, milagrosamente, Arthur dio un salto hacia adelante. Un salto que había aprendido en los gimnasios de las escuelas especializadas para Agentes de la Interpol. Se levantó del suelo y corrió hacia la puerta del Salón Tesauro en donde se encontraba su amigo Paúl.
– !Felices mis ojos!. !!Estás vivo!!.
– ¿Es que acaso tenía que estar muerto?.
– Pasaban los minutos y pensé que te había sucedido algo grave.
– Algo grave sí sucede aquí… pero no a mí sino a otras personas.
– ¿Cómo es eso?.
– Vamos hacia dentro y te lo explicaré en breves minutos.
– Pero… ¿ésto qué es, Paúl?.
– Espera… pasa hacia dentro… tenemos tiempo para hablar después de que cumplas con una labor urgente.
– ¿Una labor urgente?. !Cada vez me lo explico menos!.
– Pasa y cállate por unos minutos.
Los dos amigos entraron al Salón Tesauro y subieron al primer piso. Allí fue donde Arthur descubrió el cadáver de aquel larguirucho anoréxico ovillado sobre el suelo.
– ¿Qué has hecho, Paúl?.
– No te preocupes. No era un ser humano.
– ¿Que no era un ser humano?. ¿Qué me estás diciendo?.
– Escucha. Ahora no tengo tiempo de explicarte. Sólo quédate aquí esperándome. Puedes coger esa pistola-láser y ese fusil ametrallador. Si ves que aparece alguien que no sea yo simplemente defiéndete… aunque creo que ya no hay peligro alguno…
– Te advierto que yo no soy como tú. Yo disparo sin preguntar…
– Entonces puedes ir por ese pasillo oscuro y llegarás a una puerta derribada. Es la entrada a la biblioteca del Tesauro. Dentro de ella, y llévate esa linterna para orientarte, te encontrarás con un repugnante enano verdoso amarrado de pies, manos y boca.
– ¿Qué es?.
– Otro humanoide.
– Vuelvo a decirte que no soy como tú. Si no es un ser humano lo acribillo.
– No. Si quieres matarlo no uses el fusil. Usa, en ese caso, la silenciosa pistola-láser. En estos momento, y luego te explicaré por qué lo digo, es importantísimo que no hagamos ruidos.
– Está bien. Usaré la pistola-láser. Pero ¿a dónde vas a ir tú ahora?.
– Al sótano.
– ¿No quieres que te acompañe?.
– No es necesario.
– Está bien. Conociéndote como te estoy conociendo tus razones tendrás.
Mientras Paúl se dirigía hacia el sótano donde se encontraban las 12 jovencitas vírgenes atrapadas durante aquel mes, Arthur se encaminaba hacia la biblioteca del Salón Tesauro. Pronto, guiado por la luz de su superlinterna, encontró la puerta derribada y se introdujo en la biblioteca. Tardó muy pocos segundos en encontrar al repugnante enano verdoso que se encontraba con los ojos totalmente desorbitados. Arthur sacó la pistola-láser del bolsillo derecho de su pantalón y, con un pulso totalmente templado, apuntó a la frente, justo entre los dos ojos, del humanoide. Quedó unos segundos pensando en disparar o no disparar… !Y disparó!.
El enano humanoide lanzó un sonido gutural mientras se abría una enorme brecha en su frente y su cuerpo se fue consumiendo con las llamas hasta quedar convertido en un montón de cenizas.
Paúl, caminando por el largo sótano donde se encontraban las celdas que deseaba descubrir, miraba, de vez en cuando, aquellas llaves numeradas desde el 1 hasta el 12. ¿Estaría, quizás, Bianca en alguna de ellas?. !Eso era lo que el ansiaba de todo corazón… un corazón que le latía, ahora, fuertemente. Pasaban los minutos y se encontraba perdido en aquel laberinto de pasadizos secretos. Sabía que en alguno de ellos debían estar las celdas. No podía perder mucho tiempo pues ardía en deseo de encontrar a su chica amada.
— !!Hay alguién aquí!! -voceó.
No hubo ninguna respuesta. Sólo el eco de su voz retumbando entre las galerías. Y después…. un total silencio..
Sin desmayar en su empeño dio un largo recorrido por los pasillos y dobló hacia la izquierda.
– !!Hay alguien aquí!!
Ahora retumbó el eco de su voz en todo el sótano. Quedó a la escucha. nada. No oyó ninguna voz humana.
– !!!Hay alguien aquí!!! -triplicó el sonido de su voz. El sótano pareció temblar… !y desde lejos le llegó el susuroo de una voz femenina..
– !!!Estamos aquí!!!.
Escuchó la voz pero no pudo orientarse acertadametne.
– !!!Vuelve a hablar!!!. !!!Necesito encontraros!!!.
– !!!Estamos aquí!!!.
Efectivamente. Ahora acertó plenamente en su orientación. Recorrió otro largo pasillo y dobló hacia la derecha. La voz había provenido de otro recodo más hacia la derecha y hacia allí se dirigió rápidamente. !Aquí estaban las 12 celdas!. Las 12 jovencitas asomadas a través de los barrotes se encontraban desesperadas.
– !!Sácanos de aquí, por favor!! -clamaban todas al unísono y aquello se convirtió en un completo caos de voces.
!!Callaros un momento, por favor!!. !No tengáis miedo!!. !Os voy a sacar a todas pero necesito que estéis calladas y en orden!.
Sacó las llaves de su bolsillo izquierdo y comenzó a abrir las celdas desde la número 1 hasta la número 12.
– !!!Gracias!!!. !!!Muchas gracias!!! -le iban diciendo cada una de ellas una vez liberadas. !Pero no encontró a Bianca!.
– No tengo ahora tiempo que perder. En otro momento hablaremos de gracias o cualquier otro tema. Ahora subid hasta el Salón de la Meditación. ¿Sabéis dónde está?.
– Si -respondió la más decidida de ellas.
– ¿Cómo te llamas?.
– Me llamo Andrea y soy de Costa Rica.
– Muy bien. Estoy buscando a alguien y quizás vosotras me podeis ayudar.
– ¿A quién buscas?.
– A una chica llamada Bianca.
– No está aquí. No sabemos quién es y quien dirige todo esto nunca nos habló nada de una chica llamada Bianca.
– Está bien. Gracias. Ahora subamos todos a la Sala de Meditación. Allí nos espera un amigo llamado Arthur Andersen. Tened plena confianza en él. Es detective privado y agente de la Interpol.
Instantes después, y guiados por Paúl, éste y las 12 jovencitas vírgenes llegaron al piso de arriba. Alli, sentado en una cómoda butaca y fumando un puro habano importado de Cuba, estaba Arthur Andersen…
– ¿Qué ha pasado, Arthur?.
– Me lo he cargado… sencillamente me lo he cargado…