Se entregó profundamente a la lectura. No había ningún otro mundo a su alrededor salvo el silencio… y una espesa nube blanca se apoderó de su cerebro. Una especial nube blanca que le borró todo el pensamiento hasta dejarlo honda y profundamente dormido. Los otro cinco lectores (tres hombres, una mujer y una niña) fueron abandonando la Gran Sala Azul espaciadamente. Primero, el hombre más adulto, después el hombre más joven, luego la mujer y, por último, la niña que se quedó mirando, antes de salir y durante un largo rato, a aquel misterioso joven dormido con el libro “Señas de identidad”, de Juan Goytisolo, entre sus manos.
Llegó un momento en que, en medio del hondo y profundo sueño, se vio levitando hacia la cúpula, salir por un agujero del techo acristalado y ver la ciudad completa. Los seres humanos parecían simples hormigas yendo en las cuatro direcciones geográficas que señalaba la veleta del pináculo que se movía vertiginosamente… hasta que una mano sobre su hombro izquierdo le despertó.
Quien se había presentado ante él, de esta manera, era el anciano de las largas barbas blancas cuya voz había surgido del retrato de la planta baja de la Biblioteca. Sintió una especie de deseo por marcharse de allí; pero una fuerza magnética le dejaba inmóvil…
– ¿Quién es usted?.
– Me llaman Menésh porque soy el fundador de la Biblioteca Memphis. Mi otro nombre, el de los documentos oficiales de mi natalidad y mi presencia en la vida no importan.
– ¿Qué tiene usted que ver conmigo?. ¿Cuál es el motivo por el cual se presenta ante mí?.
– No tengas miedo. El miedo destruye a las personas.
– No es miedo, sino inquietud.
– Escucha. Desde que te vi llegar a la Biblioteca Memphis supe que eras un joven muy especial, un ser ávido de conocimientos adquiridos por los caminantes. Cuando me cercioré de que no eras un simple buscador de experiencias sino algo mucho más profundo, pude penetrar en el interior de tus pensamientos. Por eso te hablé a través del cuadro y por eso entraste en un profundo sueño. El sueño nos puede guiar a la muerte o nos puede guiar a la vida. Sólo depende de nosotros mismos.
Se fijó en el suelo. Alguien había dibujado con piedras el numero 12.
– ¿Y esas piedras formando el número 12 quién las ha colocado aquí?.
Eran guijarros completamente redondos (como especies de pequeñas ruedas) de color rojo sangre.
– He sido yo.
– ¿Y qué significan?.
– Eso tendrás que adivinarlo. Yo sólo puedo decirte que el 12 es el número de los caminantes como tú. El número 12 significa mucho para entender lo que vemos, comprender lo que experimentamos y asumir lo que sentimos.
– No entiendo.