La noche del Tesauro (8): Novela

Durante el largo trayecto entre el Café Monkey’s y el Hotel The King’s Cottage, el taxista tenía ganas de hablar.

– Pául…
– ¿Qué le sucede a usted ahora?-
– Tengo deseos de hablar para poder olvidarla.
– ¿Y por qué tiene entonces tanto afán en encontrarla?.
– En realidad la busco desesperadamente.
– Pues la dsesperación es el peor de los caminos…
– ¿Qué es , para ti, la desesperación?.
– Lo que interpreto leyendo su mirada.

– ¿Es que la desesperación se puede interpretar a través de las miradas?.
– De las miradas de ciertas personas como usted sí.
– Reconozco que me encuentro ante algo muy especial. No me equivoqué. Sé que sólo tú me puedes quitar esta desesperación.
– ¡Está usted demasiado convencido de ello!.
– Por supuesto que sí…
– Entonces digame, con total claridad, por qué quiere encontrarla.
– Hay algo que no puedo explicar.
– Será que tiene usted demasiadas intenciones ocultas o al menos eso deja entrever.
– Yo pienso ahora en otras cosas, Paúl.
– Estoy seguro de que sí.
– ¿Es que eres capaz de leer mis pensamientos?.
– De lo que soy capaz no es de leer los pensamientos sino de interpretar sitaciones.
– ¿Y crees que estoy mientiendo en algo?.
– Mire usted, señor Montale… mire al retrovisor. Quizás cuando vea sus ojos reflejados en él podrá responderse a sí mismo adecuadamente.
– ¿Los espejos responden a todo lo oculto que hay dentro de los hombres?.
– Por supuesto que sí… a no ser que…
– ¿Por qué guardas silencio?.
– A veces es necesario estar callado.
– ¿No pensarás que te estoy mintiendo?.
– En estos momentos ni pienso en la mentira ni pienso en la verdad.
– No te entiendo, Paúl.
– ¿Hay algo que debe usted entender?.
– Quizás…
– Pues dejemos ahora la conversación en un quizás…

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