La primera vez que escuché en directo la Séptima Sinfonía de Beethoven, hace muchos años, fue en el ensayo general que entonces se realizaba en la mañana de los sábados en el Teatro Real y por la Orquesta de Radio Televisión Española.
El entonces Director de la Orquesta era Miguel Angel Gómez Martínez, que ya había tenido una brillante trayectoria, a pesar de su juventud, nos dirigió unas palabras antes de comenzar la interpretación de la Séptima: nos dijo que a pesar de que algunos directores de orquesta (se refería, claramente, a Von Karajan) hubiesen hecho algunos cambios en la partitura original de Beethoven, él no creía que al compositor le faltaran conocimientos suficientes de música como para que nadie viniera, más de siglo y medio después, a enmendarle la plana. Lo expresó con otras palabras, pero en esencia vino a decir eso.
Terminó, después de enumerar los cambios realizados, diciéndonos que íbamos a escuchar la Séptima Sinfonía tal y como Beethoven la había compuesto. Fue tan maravilloso que luego me fui caminando hasta la Puerta del Sol y la música me acompañó todo el camino, como si mis pasos fueran marcados por los acordes de la Sinfonía. Siempre ha sido mi favorita desde entonces, aún cuando la mayoría se decanta por la Novena.
En mis incursiones por el mundo de la música asistí a una conferencia en la que se explicaba cada uno de los instrumentos que intervienen en una orquesta, tanto de cámara como sinfónica. Se nos explicó la importancia que tiene la intervención de cualquiera de esos instrumentos en su preciso momento, aunque no sea más que para emitir una sola nota. Porque esa nota, en exactamente ese momento, es lo que el compositor ha querido para su obra.
Todo ello me ha servido de meditación: que el Compositor quiere unos determinados Acordes, y los quiere precisamente en un determinado momento de la Interpretación. Y si alguna vez he tenido dudas sobre la necesidad de mi intervención en algún asunto en el que me parecía no pintar nada y al que me veía arrastrada por las circunstancias, recordaba mi modesto papel en la orquesta de la vida, en el que tenía que intentar dar la nota exacta en el momento exacto.
Carlota, tu texto me hace pensar en los momentos en que tú bien dices que hemos actuado tan solo para dar nuestra pequeña y humilde nota en la vida.
Un beso y gracias por hacerme reflexionar.
Desarrollando perfectamente bien la Sinfonía de Beethoven y tu historia personal con ella nos intoroduces en una reflexión muy inteligente y bien organizada mentalmente. Me guistó mucho cómo nos has interpetado las notas casuísticas que los humnaos ponemos en la vida circundante. Un besote y un abrazo amistosos.
Exquisita reflexión sobre el papel de todos y cada uno de nosotros en la sinfonía de la vida. Tienes toda la razón, meditemos antes e intervenir; es preferible omitir una opinión a emitirla en el momento mas inadecuado.
Os agradezco a los tres vuestros comentarios. He estado apartada prácticamente un mes sin ordenador, que falleció. Además, previamente habían fallecido la tele, la caldera de la calefacción, el teléfono inalámbrico y el fijo.
¿Créeis en los maleficios? Yo nunca antes, pero estoy cambiando de opinión.
Un abrazo a los tres.
Un saludo, Carlota.
Re-bienvenida.
Muy interesante reflexión. Yo que no distingo churras de merinas en cuanto a música se refiere, ha sido muy didáctico. Nunca hubiera pensado en la importancia de cada nota e instrumento en su preciso lugar.
Y, como siempre, buscando el sentido “práctico” de todo, en el día a día, nos ayudas a reflexionar sobre la importancia de nuestra “pequeña nota”, nuestro “granito de arena” en la “orquesta” de la vida. También lo importante que es, contar con toda la orquesta, con todos los amigos, porque todos juntos haremos una extraordinaria sinfonía.
Un abrazo. Me ha encantado tu reflexión.
Gracias, Only. ¿Finalizó tu secuestro? Lo mío me parece que ha sido peor, pero sobre todo muy caro.
Bueno, en las orquestas tanto sinfónicas como de cámara, si te fijas, siempre los instrumentos están colocados de la misma forma: la cuerda en primer término, tanto violines como violas y violas de gamba, violoncellos, a la izquierda el arpa (si la hay), de frente los oboes, las flautas de pico y traveseras, los cornos ingleses, las trompetas, etc. etc. Al fondo, la percusión. Esto en orquestas sinfónicas, porque las de cámara son mucho más reducidas, de hecho pueden constar de sólo tres o cuatro instrumentos.
Bueno, no hay que ponerse en plan tonticulto, como decía un amigo mío, esto se ve en televisión cuando dan un concierto. La próxima vez te fijarás.
Un abrazo, Only