La Petra, la guardia y la calle (Relato)

Carlos se levantó con ganas y cuando Carlos se levantaba con ganas era capaz de buscar y rebuscar hasta por todos los callejones oscuros del antiguo Madrid a su añorada La Petra. Aquel día, de tan emocionante recuerdo para él, Carlos iba acompañado de su hermano Ricardo.

– Ricardo, cuando encontremos a La Petra quiero que desaparezcas de mi vista.

– Pero… ¿entonces quién te va a defender de la guardia?.

– No te preocupes por mí, Ricardo, y… anda… corre y coge el autobús con destino a Córdoba.

– Me da apuro dejarte solo en este apuro.

– Ni apuro ni leches, Ricardo, en Madrid no te quieren ver a mi lado.

– ¿Y tú qué vas a hacer cuando encuentres a La Petra?.

– Volverme con ella rápìdamente a Zaragoza. Mira, hermanito, hasta aquí ha llegado nuestra aventura en común. Tú concéntrate si quieres en las cordobesas que yo me concentraré en las mañas, pero en Madrid a ti no te quieren.

– ¿Y a ti?. ¿Te quieren a ti en Madrid?.

– Por supuesto que sí… pero por serte fiel ya que prometí a mamá que no te dejaría solo en los madriles, me quedo compuesto y solamente con La Petra. Así que ya sabes; tú a tus montillas y moriles para olvidarla y yo a cantar jotas para recordarla.

– Carlos… ¡ya te dije que yo no era una buena compañía!.

– Siempre lo supe, hermanito… que te haces pasar por Ricardo Corazón de León cuando ni tienes corazón ni era león sino rata almizclera.

– Hablando de leones… ¿por qué no has probado en Bilbao?.

– ¿Crees que no he probado en Bilbao?. Más de lo que tú te puedes imaginar… si señor… con las bilbaínas… pero en cuanto a león era imposible a no ser que me fijara en la Cultural Leonesa de León. Ya. Ya sé que no te enteras de lo que hablo. Mejor. Mejor es que no te enteres de nada.

– O sea, que me estás echando la culpa de tu fracaso en los madriles…

– Por supuesto que sí. Si no fuese por tu culpa ya estaría yo en la cumbre madrileña. ¡Qué pena me da no haberte dejado en Zaragoza pero en fin, hala, vete a Córdoba que en cuanto yo encuentre a La Petra me regreso a Zaragoza. Tú para Andalucía a ver si allí caes gracioso y yo para Aragón para poder caer en gracia!.

– ¿Y se puede saber qué voy a hacer yo en Córdoba?.

– Fracasar por supuesto con las cordobesas.

– ¿Y tú en Zaragoza?.

– Triunfar con las mañicas.

– Oye… ¿por que no lo intentamos los dos con las de Bilbao?.

– Que te repito que por tu culpa no me han dado oportunidades en Madrid así que cállate, ciera la boca y adelante, vete para Córdoba a ver si allí, sin mi ayuda, te aguantan un par de temporadas que es más o menos lo que te auguro.

– Por eso te digo. ¿No podríamos ir los dos juntos a Bilbao?.

– ¡Que no, Ricardo!. ¡Que para nosotros la única geografía posible es Aragón para mí con toda seguridad, y por eso voy a triunfar en Zaragoza, y Andalucía para tí, gaznápiro, que por eso vas a fracasar en Córdoba. Qué mala suerte tuve en Madrid por haberte sido tan fiel que te puse como condición para poder triunfar yo. En cuanto pases una temporadita solo en Códoba te vas a enterar de lo que vale un peine.

– Mira que aviso a la guardia.

– ¿Para decirle que estoy en las calles madrileñas por tu culpa?. ¡Anda!. Llama a la guardia y cuentáselo que ahí te espero a ver si le echas narices al asunto. Por mí encantado que se entere la guardia y toda la calle al mismo tiempo. ¿Me has entendido ya?.

– No. Si yo no me estoy refiriendo a San Sebastián.

– ¿Y crees que no conozco yo a la guardia, la calle y San Sebastián al completo?. Ignorante…

– Bueno. Por un momento creí que habías perdido el juicio.

– ¿Juicio?. Juicio te van a dar a ti las atoridades madrileñas por pasarte de listo. ¿Qué te crees, sabihondo?… ¿crees acaso que yo nunca he sabido que tú has estado siempre manejando los hilos a mi espalda?. ¡Anda ya, chaval!. Yo llegaré a internacional, te lo prometo, y tú ya no puedes evitarlo.

– Perdona colega por haber sido un hermano tan torpe.

– Escucha. Vete ya para El Arcángel a ver si allí te proteges y a mí déjame en paz que me voy para La Romareda a triunfar y no sólo a escala nacional sino a escala internacional.

– Pero yo deseo triunfar en Madrid contigo a mi lado, Carlos.

– Te falta mucha categoría para eso. No Ya está decidido. Y si queres llamar a la guardia la llamas para ver quien es quien de una vez por todas. Yo sé que soy Carlos y triunfaré a nivel internacional y yo sé que tú eres el caprichoso Ricardo que no va a triunfar ni en Córdoba la Sultana… así que hasta nunca. Por supuesto que triunfaré en Madrid sin tener que soportarte más, hermanito. Ya me verás en la cancha demostrando a Europa y el Mundo entero lo que valgo en esto de alcanzar un trofeo internacional.

– ¡Adiós, Carlos, que te vaya muy bien con la calle!.

– ¡Adiós, Ricardito, a ver qué le cuentas a la guardia!.

Ricardo se quedó mudo.

– Bien. Así. En silencio para siempre que yo voy a disfrutar de La Petra.

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