Llamé a la puerta de la vejez,
y me abrió una arruga.
2 comentarios sobre “La puerta de la vejez”
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
La puerta de la vejez
3 comentarios sobre “La puerta de la vejez”
-
¡Socorro! ¡Nos atacan los saturnianos! No hay que abrir la puerta porque se nos arrugan las manos. Un abrazo cordial. En cuanto al pensamiento es excelente y considero que hasta puede hacer pensar en cosas de efluvios etarios; sabiendo que etarios somos todos menos los que envejecen de verdad por abrir la puerta sin saber a quiénes se las abren. Muy bueno, Canci. Breve, sencillo e interesante. Quizás si muchos aprendieran a abrir las puertas cuando deben no se les arrugarían tanto las manos. En fin, que me dejó cavilando tu pensamiento y ahora voy a seguir pensando: ¿quién abre la puerta sin mirar antes por la mirilla? Los que no se enteran de que es mejor mirar antes que dejar pasar a casa a alguna extraña como la vetusta señora de luto. Se puede estar pensando un mogollón con tu pensamiento. Te lo digo de corazón, colega.
-
Las arrugas son bellas amiga, un beso
-
Hazte amiga de ella porque vendrán muchas más y es mejor llevarse bien con ellas a declararle la guerra y terminar como un fenómeno del botox.
Saludos desde Tenerife.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
¡Socorro! ¡Nos atacan los saturnianos! No hay que abrir la puerta porque se nos arrugan las manos. Un abrazo cordial. En cuanto al poema es excelente y considero que hasta puede hacer pensar en cosas de efluvios etarios; sabiendo que etarios somos todos menos los que envejecen de verdad por abrir la puerta sin saber a quiénes se las abren. Muy bueno, Canci. Breve, sencillo e interesante. Quizás si muchos aprendieran a abrir las puertas cuando deben no se les arrugarían tanto las manos. En fin, que me dejó cavilando tu poema y ahora voy a seguir pensando: ¿quién abre la puerta sin mirar antes por la mirilla? Los que no se enteran de que es mejor mirar antes que dejar pasar a casa a alguna extraña como la vetusta señora de luto. Se puede estar pensando un mogollón con tu poema. Te lo digo de corazón, colega.
“La pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado” (Jules Renard)