Los últimos sucesos acaecidos en Tíbet (Lasha) señalan la prepotencia China sobre un basto imperio. Quizá el hecho ha llegado a la presa como si se tratara de una maniobra para boicotear los Juegos Olímpicos. No es así. Los pueblos oprimidos, y especialmente el Tíbet, están sufriendo tortura, destrucción e imposiciones ideológicas. Frente a este hecho, que muchos han confundido como un enfrentamiento religoso, es la política quien manda. Se ha culpado al dali de ser “el motor de esta revuelta” y quien ha tramado una desestabilización en contra de China. De nuevo la equivocación es taninmensa como los largos dientes del dragón Asiático.

El Dalia está solo. Las naciones desarrolladas siguen los pasos de la economía china. Comprometerse es “perder esa situación privilegiada”. Siempre, los más hunmildes, quienes muetran su infinita grandeza encuentran en esta soledad la razón y el motivo para seguir sintiendo su necesidad en esta existencia.
Quisiera que esta reflexión fuera un simple punto de luz. Hoy el dolor comienza ser moneda a la baja, mientras la injusticia se ejercita como testimonio de absolutismo y ésto…muchos, ya lo conocemos.