La venta del “tío Benito”.

Cuentan las malas lenguas, que son igual que las que comentaban hace miles de años que Adán engañó a Eva o que Eva engañó a Adán, porque los chismes siempren tienen un eco en la Historia… que en la venta del “tío Benito” existen fantasmas en forma de fantasías nacidas en el vientre de las noches veraniegas, cuando la calor derrite los sesos y los sesudos y preclaros varones del lugar se vuelven antojadizos.

Los viajes por estos mundos de Dios están llenos de sorpresas. A la vuelta de la esquina, los carreteros siempre caminan contando historias sobre la citada venta. Algunos hay que hasta se atreven a contar cuentos de horror, historias de aparecidos y desaparecidos que aparecen en la venta, se pierden y no saben regresar. Desaparecidos que aparecen, repentinamente, dentro de las tinajas de aceite que hay junto a la venta. Cuentos de terror que ponen los pelos de punta cuando se narran en las noches veraniegas, con los sesos recalentados, afirmando haber visto extraterrestres por los alrededores de la venta.


El tío Benito sólo guarda silencio y espera…

En estas duras esperas en que las noches tragan caminantes cuando van por los montes vecinos, los vecinos salen a tomar el fresco una vez que la lluvia ya ha caído y ha refrigerado la atmósfera lo suficiente como para poder contar historias sobre compañías no recomendables y hablan, sin parar, de recomendaciones a algún que otro poeta que ha llegado a la venta a escribir alguna sencilla décima. Y es que las décimas horas de la noche son las más apropiadas, cuando ya la luna ha aparecido en el cielo, para escribir estas historias que se cuentan de la venta y los alrededores de la venta; como si los toros enamorados de la luna bajasen a perseguir a esos caminantes perdidos por las montañas o a las mujeres que no aprecen. Sí. Son historias para contar y cantar como hacían antiguamente los ciegos en las puertas de las posadas.

Una de las décimas de la venta del “tío Benito” dice así:

Esta noche la luna está sangrante
bailando sobre los muertos del cementerio
y busca el cuerpo del viejo Emeterio
que está allí perdido como un errante.

Bocas que hablan de tiempos de antes
y cuentan historias que suceden en la venta
cuando la sangre en la noche se calienta
hablando si parar de fantasmas caminantes.

Esas noches siempre un gato se despierta
maullando y buscando a su fiel parienta
que es la gata de la venta ambulante.

Se toma el vino el poeta elegante
mientras sus versos hablan de un tratante
que a todos de chismes alimenta.

Dicen los más antiguos vecinos de La Costera que en esas noches el viento hace soplar a las veletas y que éstas, perdidas en el subconsciente de las imaginaciones, se transforman en vampiros que, desclavados de su eje de hierro, buscan las gargantas de los que beben vino en la venta. Y todos corren a esconderse en las esquinas por verlos llegar volando como cuerpos celestes. ¡Objetos voladores no identificados! grita el tonto que se cree todas las historias haciéndose pasar por el más listo de la pedanía. Y el caso es que, la verdad, es que existen gusanos que horadan las tierras cercanas a esta venta donde todas las historias continúan, mientras el poeta sigue con su segunda décima que habla de hace décadas, de cuando los hombres y las mujeres se acostaban pensando en ser comparsas amantes del silencio. Historias cuajadas de décimas que algunos cantautores narran y los pueblerinos las creen a pies juntillas diciendo que en las orillas de las carreteras, a veces, se encuentran, entre los hierbajos malnacidos y agolpados en macizos mazacotes vegetales, cuerpos de mujeres desaparecidas.

Hierbajos nada más. Porque nunca aparecen dichos cuerpos de mujeres que dicen que han desaparecido al salir de la venta del “tío Benito”. Son los misterios de la venta como aquellas historias birbilitanas, propias de la ignorancia que hace siglos formó el “corpus” general de las crónicas murcianas. Y es que en estos días del caluroso verano, con los sesos recalentados y echando chispas, algunos se llegan hata la famosa venta para, llamados por el interés de las historias y de algún poeta que las escribe, muchos miran al cielo y las estrellas fugaces cruzan, veloces y ligeras, mientras los lobos aúllan hambrientos. Las zorras huelen el aire con hocico húmedo y allí, dentro de la venta, se agrupan los hombres adultos y algún que otro joven del lugar. Son hombres desconocidos que han llegado para escuchar historias terribles e interminables; mientras el poeta desconocido salvo para quienes se lo imaginan, está redactando su siempre penúltimá décima en la hora décima de la noche:

En la venta del gato y los fantasmas
ululan los búhos sorprendiendo a caminantes
como ocurría en aquellos misterios de antes
para azuzar a las conciencias y a las almas.

No pueden dormir ya los amantes
que nunca supieron la verdad completa
y la venta sigue como la veleta
de la iglesia dando vueltas circulantes.

Se pasa el tiempo cuando la silueta
de un objeto parecido a una cometa
atrae la atención del poeta juvenil.

Y junto a al pozo y al pretil
del puente azul vuelto añil
un lobo hambriento se recuesta.

Sube la cuesta un silencioso caminante que se dirige hacia los montes para perderse entre la hiedra de una casa vieja que se traga a las polillas. Noches verdaderamente calenturientas en donde se cuentan historias de caminantes perdidos y mujeres que nunca supieron regresar.

12 comentarios sobre “La venta del “tío Benito”.”

  1. Querida abuelita: El fantasma de Benito hace mucho que ya está mudo. Así que todo aquello de “como si no lo fuera” mejor lo dejamos en el olvido. Sabes a qué me refiero. Un día de estos voy a escribir otra versión de “Judas el Cero”. Ya lo verás como mejoro mi anterior versión, abuelita… y lo haré en tu honor… porque te lo tengo prometido… y a ver qué dice entonces el fantasma de Benito.

  2. Mi abuela materna: ¡Ja, ja y ja! ¡Menudo corte le diste al fantasma de Benito cuando tu madre te lo pidió delante de él! ¡Se quedó patidifuso al comprobar que sí eras tú el que escribes desde que tienes uso de razón! me parece que no tuvo suficiente…

  3. Hasta mañana si Dios quiere, abuelita… y quien quiera chisparse con “El Mono” que se chispe todo lo que quiera. Yo sigo con mis cafés con leche. Jejeje. Ya sabes lo que quiero decir con eso de “El Mono”

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