Contemplamos la Belleza en su grado sumo y entonces, en lo más sincero de nuestro interior -allí donde desaparece todo tipo de hipócritas represiones- se desata tal cúmulo de emociones que nosotros y vosotras -todos juntos pero no revueltos- comenzamos a desarrollar todo un mundo de fantasías lúdicas, oníricas, corpusculares, inéditas por sorprendentes, eróticas que desembocan en lo sensual y sensuales que desembocan en lo sexual. Vamos, entonces, creciendo en intensidad y nos hacemos jóvenes ludópatas del placer que nos llegan a acumular los ocho sentidos de nuestras personalidades.
Cada hombre y cada hembra posee modelos personales e intransferibles de belleza profunda y medular: ese sueño plástico que nos convierte en artistas de nuestras fantasías y que buscamos con ansiedad para aportárselas a quienes, con nosotros y nosotras, duermen soñando que somos tal como idealizamos esa estética monumental que tanto placer otorga a la hora de germinar en el cuerpo amado de la compañera o del compañero, que tenemos en nuestro poder (asido a los besos y amarrado a nuestros brazos) a ese modelo de hembra o de macho que nos enloquece y que lo estamos amando para descargar la enorme carga anímica y sensorial que nos tiene alimentados. Eso es tan normal que quien no lo vive y lo experimenta con la pareja que ha elegido con amor es porque es un hombre o una mujer anormal. Y cuando hacemos el amor con ella o con él (con la compañera o el compañero de turno y amoroso enlace) introducimos en sus cuerpos la enorme variedad de nuestras imágenes y así hacemos del amor noble un amor mucho más sincero, erótico y real. Dormimos tranquilamente tras nuestro acto y su desahogo…