Eros, extendido como una inmensa neblina, añora el verdadero sentido de su creación. ¡Cuánto dolor en los corazones solitarios! Sus lágrimas evocan la decadencia del estado amoroso, en favor de otras formas de hacer de la vida una obra restaurada. Eros, morando entre las letras, en los juegos, entre los pensamientos parece adormecer ante el progreso cibernético. Nunca volveremos a amar como aprendimos. Si no nos hubieran hablado del Amor, eros supondría una inocente ausencia, un no saber qué hacer con la melancolía amorosa. Quizá, en pequeñas parcelas, en ocasiones vedadas, Eros renazca. Comienza el Carnaval y su agónica tristeza se descompone entre disfraces comprados y estupideces de todos los dias. La razón de Eros es su lucha contra la mezquindad de quienes llaman al amor “deseo y carne”. El Carnaval se escapa entre las bambalinas de vuelos en avión y grandes avenidas emplumadas de algarabía de mirones ¡El Carnaval se nos escapa, nos
al igual que el Eros, sutil y misterioso de los juegos de miradas en un atobús, o en el metro, en la escalera…El Carnaval subyace bajo la atenta presencia a real de una contrarreforma. ¡Salvemos la Sardina, el desenfreno de sus carnes duras y sus espinas delicadas!