Cuentan quienes lo vieron que las Leyendas del Chopo nacieron en una rosaleda malagueña el día 22 de septiembre de 1962, al iniciarse la tarde… Pero no es totalmente cierto. Los más antiguos del lugar cuentan que las Leyendas del Chopo nacieron el año anterior, en 1961, en los verdes campos basconistas de Bilbao, donde El Chopo elevaba sus copas. Y que fue en la Copa de 1961, allá en lo alto del fútbol hispano, doinde El Chopo alargó su sombra eliminando a todo un Atlético de Madrid (el de los luises zapatones y los adelardos pacenses culminadores de las transacciones de Glaría).
También cuentan los más viejos del Bocho que en los octavos de final (siempre hay unos trágicos octavos en todas las líricas leyendas de los guardavallas), el Barcelona le endosó diez besos en la red. Pero hay ciertas derrotas mucho más gloriosas que ciertas victorias y El Chopo, en aquellos trágicos octavos de final, alargó tanto su sombra que llenó de pensamientos a todos quienes lo contemplaron… y le fichó el Athletic Club de Bilbao.
Sabían, pues, los más entendidos en materia de líneas de cal de las áreas pequeñas que El Chopo estaba llamado a ser gloria nacional y un plus ultra internacional. Y así fue. El Chopo siguió alargando su sombra (mucho después de que la sombra del ciprés fuese alargada por Miguel Delibes en el Valladolid de 1948).
Tenía mucho de humano aquél José cuando recibía goles infantiles y tenía mucho de Angel cuando, situado perfectamente bajo el larguero de las sensaciones, detenía con sus recias manos la trayectoria infernal de los balones con humo. Era José Angel Iríbar Cartajerena. El mismo Chopo que alargó su sombra formando parte de la selección nacional española (Iríbar; Rivilla, Olivella, Calleja; Zoco, Fusté; Pereda, Amancio, Marcelino, Suárez y Lapetra) que batió, en el verano de 1964, por 2-1 a la URSS, en el estadio de Chamartín. Aquella tarde El Chopo tenía enfrente, en el otro extremo de la línea vertical del chamartinesco campo de la Castellana de Madrid, a la Araña Negra soviética: Lew Yashin. La Araña pèrdía ya el brillo esplendoro de su sombra mientras que la sombra del Chopo se encontraba en pleno esplendor. Ya se cantaba entonces aquello de “Iríbar, Iríbar, Iríbar es cojo…. (se me pudo un nudo en la garganta al rememoriarlo) como Iríbar no hay ninguno”…
Las Leyendas del Chopo hicieron que Diesel, un día en que sintió la necesidad de consolar el sufrimiento de su hermano mayor (guardavallas abucheado, vapuleado y expulsado de un club de las regionales del Madrid, por una abultadísima derrota) se enfendo un jersey amarillo limón y consiguió quedar imbatido en el partido de la ¨máxima rivalidad”: Por 1-0 vencimos los del Esparta Club Fútbol al Club Fútbol San Isidro…(sombras de fragante Laurel y sombras de melancólico Sauce me llegan desde la infantil memoria)…
Y mien tras Delibes reflexionaba, bajo las estrellas de Valladolid, sobre los cipreses de la muerte y sus alargadas sombras… los vascos, bajo las estrellas de Bilbao, admiraban las sombras alargadas del Chopo bajo el sol de las victorias… y eran tan admirables sus Leyendas que aún queda en el recuerdo de los más viejos del lugar aquella vez en que, perdiendo la final de Copa frente al Betis Balompié de Sevilla, Iríbar (guardavallas del Bilbao) salío del Chamartín a hombros como un torero de redes y travesaños. Y es que hay ciertas derrotas que son más gloriosas que ciertas victorias…