En este atardecer de sol y lluvia de sueños, se derraman las lilas del viento por el mundo ligero de las mariposas que, dejando a las rosas, buscan su dulce encuentro con ellas… con las lilas de este atardecer que, de tan caliente que existe, es la fuente donde bebo la luz de mis versos. Una flor. Sólo una de ellas es la mejor. Y yo, presto, me presto a suavizarla con el tacto de mis dedos y escribo… escribo en la memoria del tiempo un soneto:
En este atardecer de lilas ardientes
eres eterno movimiento
de versos,de rimas, de sentimiento
subiendo todas las pendientes.
Más allá quedan las gentes
simplemente en el momento
de ser sólo un pensamiento
ajeno a tus colores presentes.
Hay demasiada luz en el cielo
y yo me subo a mi anhelo
y te siento…
y cuando descorres el velo
de este misterio cancelo
hasta el viento.
Para quedarme presente en este instante en que soy sólo, solamente solo, un poeta de tus besos. Nada más importa en este verano caliente y, olvidada ya la gente, sigo siendo esa persona que sueña… que sueña con el eterno beso de tu boca.
Mi abuela materna: ¡Para que aprenda Doña Hernández!
Hola abuelita. Sabes muy bien que no es lo mismo Ana que Liliana. Más claro agua.
Mi abuela materna: por supuesto que lo sé, nieto. Ana te resulta indiferente (sé muy bien a quien te refieres) pero Liliana lo es todo para ti. Más claro no puede estar. Y si Ana no quiere saber nada de Liliana (sabiendo muy bien quién es) lo que no sabe Ana es que Liliana desconoce por completo quién es Ana. Y no es un juego de palabras sino una realidad total y verdadera. Lo sabe, por ejemplo, Andrés.
Sí, abuelita, y por eso Andrés me pide que se la presente para que pueda verla. Porque Andrés sabe que la amo de verdad. LILIANA es mucho más que LILIANA y, como muchas veces he pregonado, su acrónimo, es LINA sin dejar de ser LILIANA. Quizés es que Doña Hernández no sepa esta verdad del amor noble… quizás…