De repente oye algo que alerta sus sentidos: es agua cayendo. Se asoma a la ventaja y, efectivamente, caen cortinas de agua que agrisan ligeramente los árboles más cercanos y platean totalmente los más alejados.
El gato, perplejo, otea el panorama desde la cómoda junto a la ventana. Es su lugar de observación favorito. Se pasa largas horas asomado, incluso de madrugada, cuando nadie pasa por allí. ¿Qué atraerá su atención de esa forma? Quizá espera que algún gato callejero transite por allí, o que algún fantasma haga su ronda nocturna por la vecindad…
La lluvia no cesa. Estas rociadas fortísimas, repentinas y no anunciadas (aunque, por otra parte, bienvenidas) le parecen un claro signo del cambio, catastrofista o no, de ciclo en el clima. Los gatos callejeros se han ido a sus refugios, el césped está exultante.
Ahora parece que quiere escampar. Una mamá con su niña de la mano se tapa ella y deja a la niña fuera del círculo de influencia (o de amparo) del paraguas. La niña se moja pero la mamá no. Están ambas en la acera, perplejas, porque al parecer el papá no sabe dónde ha aparcado. Pero la niña se sigue mojando y la mamá no.
La niña se sigue mojando y el gato la observa calientito y seco, así es la vida …
Saludos! 😉
Evidentemente, donde he puesto “ventaja” quería poner “ventana”. Torpezas en el tecleo.
Dinora, estoy segura de que el gato se querría cambiar por la niña, pero la niña nunca querría cambiarse por el gato. De todas formas, del gato cuido yo y de la niña su mamá, que la deja mojarse.
Muy fina tu observación espacial de una escena cotidiana que lleva a la reflexión. El gato observa y la niña se moja mientras la madre se pone a cubierto. Hay aquí cierto descubrimiento de egoismo… pero a la final la niña por supuesto no se cambiaría por el gato. Ahora bien el ¿qué piensa?. Que la madre es egoista. Y mientras tanto los gatos callejeros estaràn ocultos en las esquinas observando la escena. Un abrazo, Carlota. Muy buena la imagen representada en esta escena.