Línea de Sucesos

El Chapas, es un individúo que se dedica a la delincuencia. Vive de robar coches. No se le conoce domicilio estable. Es un hombre muy astuto para unas cosas, pero de pocas luces para otras.

Una noche el Chapas estaba introduciendo algo en el cierre de la puerta de un turismo estacionado en la calle. Trataba de abrirlo por la fuerza… Miraba a su alrededor, asegurándose de que nadie lo viera. La luz de la farola llegaba con escasez… Llevaba una gorra que ocultaba parcialmente su cabeza.
De súbito, junto a él, junto a su delincuente mentalidad, junto a su pasado retorcido, junto a su estampa, apareció en el aire, una estaca de madera, en un extremo dos manos la sujetaban…

En cuestión de segundos aquella estaca descendió con tanta fuerza sobre las muñecas del Chapas, estrellándose de tal manera que su cuerpo se ladeó considerablemente, desequilibrándose. Sufriendo en reprimido silencio, mordiendo toda la rabia para tragarla sin digerirla.

El dolor debió ser inmenso, capaz de provocar un corte de digestión o una repentina bajada de tensión… además, no podía gritar, no debía gritar. Sus muñecas paralizadas y bloqueadas volvieron a recibir un tremendo golpe seco, el sonido de aquella malicia destrozando unas mal aprovechadas muñecas era lamentable, dramático, desagradable, era el sonido de todos lo quebraderos de cabeza causados a sus víctimas; mientras, el cuerpo del Chapas se retorcía de dolor, cayendo al indiferente y frío pavimento grisáceo. Los golpes fueron fríos, certeros, con ensañamiento, calculados, como si aquel verdugo supiese muy bien como hacerlo. Como un cirujano invadiendo un tejido con una patología.
Aquellas malvadas manos salieron corriendo con el bastón y se perdieron en la oscuridad de una callejuela, aquel agresivo justiciero o sicario desapareció. El Chapas quedó tendido en el suelo… no tenia que gritar, no le interesaba la presencia policial… Pero aquello era inevitable, el delincuente se había vuelto a meter en un lío. Posiblemente alguien desde una ventana viendo las escena llamaría a la policía. El Chapas era la vergüenza de sus padres, a quienes hacia la vida incómoda con sus coacciones y trapicheos, ejerciendo un terrorismo psicológico y genealógico día a día, acción tras acción., gesto a gesto, mirada a mirada, insulto tras insulto…
El Chapas tenía una hija de la que no se hacía cargo, no hubiese sabido que hacer con esa criatura, la hubiese condenado en vida, le hubiese destrozado el porvenir de cada presente, la hubiese llevado a una vida hipotecada; de modo que la responsabilidad recayó en los abuelos de la niña. La madre de ésta había fallecido por un atropello mortal mientras cruzaba borracha un semáforo en rojo. Debido a que el Chapas escondía drogas en casa de sus padres para luego traficar, la niña estuvo muy cerca de ser acogida en un centro de menores, pero gracias a Alejandra, una asistente social, se resolvió el problema, y le concedieron la custodia a los abuelos.

Eva y Narciso son un matrimonio joven. Raúl es el hijo mayor. David, su hermanito pequeño que está ingresado en el hospital. Narciso, al estar en paro voluntario pasa mucho tiempo con David. Le están haciendo pruebas, no saben lo que tiene… A David le han afeitado la cabeza, pero su hermano Raúl le ha regalado una gorra con el escudo de su equipo de fútbol, mientras tanto, Narciso contempla esta escena sus lágrimas lloran desde la emoción en los ojos que aceptan una dura realidad, una posible, perenne o caduca realidad.
Este joven padre en su adolescencia se distanció de sus padres, llevó muy mal camino, era un delincuente habitual, pequeños robos, pequeños delitos. Estando en un reformatorio sufrió malos tratos. Hasta que en cierto día apareció en su vida una joven universitaria llamada Eva, que lo invitó a replantearse el presente y el futuro, él aceptó el reto. Sabiendo que no hay garantías ni de éxito, ni de fracaso.

Raúl tenía problemas para relacionarse con los demás niños. En el colegio se burlaban de él, lo acribillaban con bromas pesadas y con humillaciones… Un día su mamá le compró unos pantalones que a él le gustaron mucho. La criatura no recibía tanto cariño como el que recibía su hermano, así que se aferraba a las cosas materiales que venían de su madre y de su padre. Sus abuelos maternos y paternos vivían lejos. Frecuentemente y con cierta pena en su rostro, Raúl decía que quería irse a vivir con los abuelos.
Casi siempre estaba metido en su casa… ¿Cómo iba a tener ganas de salir al parque?
Todo esto conformó e influyó a su tierna mente.

La mamá de Raúl trabaja como periodista en una televisión pública local, muchas veces realiza reportajes, documentales…Es una persona bien informada… Había rechazado buscar trabajo en la televisión privada por los contenidos que promovían esas cadenas. Eva tuvo una buena infancia pudo estudiar y formarse. Siendo más joven se enamoró de un chico musulmán, aquella relación duró tres años, pero los padres de él no la aceptaron, ella no aceptaba pertenecer a ningún credo ni grupo religioso. Aunque solía rechazar las religiones, (de vez en cuando las comparaba a cadenas privadas de televisión que buscan audiencia) pero en cambio aceptaba la religión. Ella decía que la verdadera religión no tiene nombre, y que nadie podía monopolizarla, representarla.

Una de aquellas mañanas Narciso había prometido a Raúl que irían los dos a pasear juntos a un extenso bosque metropolitano próximo a su casa, frecuentado por familias y paseantes, sobre todo los días festivos. Así a Raúl le iría bien que le diese el Sol y el Aire. Y de alguna manera experimentar la cercanía con los demás. Narciso bajó a la calle a preparar el coche. Raúl se mostraba contento, veía poco a su padre, y aquella mañana repetía a su madre “que se iba al campo con el papi”, era un niño en cierta medida iluso y en cierta manera carente de atención y cariño. Su madre sabia que los dos necesitaban estar juntos unas horas, paseando, escuchándose.
Minutos después el padre volvió a casa y al entrar se encaminó hacia su hijo, mostrándose tranquilo y firme, se puso a la altura de su hijo, acuclillándose y dijo “… Raúl Los planes se han cambiado… ¡Ha pasado una cosa hijo….unas personas nos han quitado el coche!”… La cara que puso Raúl era de no entender nada, mirando a su mamá, a su papá, era visible que aquella criatura necesitaba un consuelo, lo antes posible, su rostro estaba a punto de perderse en lloros. El padre de Raúl explicó de nuevo a su hijo lo ocurrido, sin dramatizar ni impactar, de modo que pudiese entenderlo. Minutos después salió a tramitar la denuncia… Al regresar logró salir a pasear con su hijo, no pudieron llevar a cabo lo planeado, pero se logró una alternativa que gustó a ambos, sobre todo al niño.
Al día siguiente, mientras Raúl estaba en la escuela, su madre telefoneó a Narciso, que estaba en el Hospital, le explicó que una compañera de trabajo, recogiendo documentación sobre una serie de robos de coches en la zona, tenia información sobre un individúo con antecedentes policiales, y que estaba ingresado en un hospital cercano, con las muñecas fracturadas, presuntamente por algún ajuste de cuentas o alguna venganza entre delincuentes… “La policía ha estado interrogando al individúo y ese hombre a facilitado una información muy valiosa, pues están tras la pista de los miembros de una banda de ladrones”. Y En esa misma conversación, Narciso comunicó a Eva que la policía había localizado el coche. Y que examinarían el vehículo en busca de huellas.

Al cabo de un mes los médicos dijeron a Eva y Narciso que el pequeño David necesitaría un tratamiento muy efectivo, pero que seria conveniente y muy necesario trasladarse a vivir a un lugar más sano y tranquilo. Con lo cual, durante unas semanas arreglaron todo y se mudaron al pueblo donde los abuelos de David y Raúl conservaban la casa familiar. Que curiosamente estaba a pocos kilómetros de donde vivían los otros abuelos.
En la nueva escuela, Raúl dejó de sufrir acoso. Y Eva pudo reconciliarse con una de sus hermanas, que seguía viviendo allí, en aquel tranquilo y pintoresco lugar donde se había criado, a menos de siete kilómetros de la nueva casa. El pequeño David aprendió a convivir con una medicación, pero que con el tiempo y cosas de aquella nueva vida, acabaría por dejar.

Fin

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