Es necesario abrir de vez en cuando, sobre todo ahora que se acaba el verano, la puerta dorada de nuestras infancias y bucear en todo aquello que nos hizo lo que hoy somos. Al abrir nuevamente un hueco en el panel de la vida pasada para sumergirnos mediáticamente en el transitorio océano de las vicisitudes vividas en la infancia somos capaces de acumular secuencias explicativas de nuestra actual forma de ser. Es lo que yo estoy haciendo ahora con el álbum de fotografías familiares. Especialmente me detengo ante esta en que nos encontramos todos los que formábamos parte de la banda de El Trabuco mientras comemos higos en el huerto del Tío Eulogio, el que bajaba por las calles de Cuenca siempre con los brazos tras la espalda mientras sus manos sujetaban la enorme llave del portón de su huerto. Y nosotros allí, escondidos, comiendo higos dispuestos a escapar en cuanto nos viera…
Me quedo mirando todos y cada uno de los rostros de aquellos niños. Quizás cada uno de ellos esté haciendo lo mismo en el lugar de la Tierra en que se encuentren. ¿Qué habrá sido del madrileño? quizás se pregunte alguno de ellos mientras yo pregunto lo mismo acerca de los demás. Porque es verdad que fantaseamos cada vez más cuando observamos escenas de aquellos veranos infantiles que quedan detenidos/indetenidos en la imaginación mitológica de los seres humanos. Hoy adulto, pero siempre niños creciendo…
La vida continúa. Hoy ya no existe en este mundo el Tío Eulogio ni su huerto. Y tampoco está ya aquí la Tía Simona reprendiéndome por robar higos y comerlos con aquellos peligrosos gamberros de la banda de El Trabuco. Aquellos que siempre la teníamos liada con los de San Pedro por culpa de los amores de la Nati, la Bea y la Mayte o las imaginaciones nuestras de la Nati, la Bea y la Mayte. Pero aquellos momentos fueron los que dieron movimiento a nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestros cuerpos, nuestros movimientos, nuestros espíritus y nuestras almas. Todo lo que hoy somos…
Mi abuela materna: Todo lo que hoyh soñamos…
Efectivamente, abuelita. Todo lo que hoy soñamos para ser es en realidad todo lo que volvemos a ser. La rueda de la vida nos guía a los soñadores y es por eso por lo que soy de nuevo lo que de nuevo soy. Un beso, abuelita.