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Cafetería de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid…

Carmen Vergara Ordóñez está dispuesta a tomarse un suculento desayuno y, concentrada en sus propios pensamientos, no se apercibe de la llegada del Decano hasta que éste le toca ligeramente en el hombro izquierdo.

– ¡Perdone, señorita Vergara!
– ¡Jesús! ¡La próxima vez preséntese usted de una manera más ruidosa porque me ha dado un susto que casi me caigo de espaldas!

Don José Ángel de Benito y de Beneyto sonríe…

– ¿Acaso soy tan feo?
– Perdone… pero la verdad es que… ¿puedo decirle la verdad tal como usted predica en sus conferencias?
– Sin ninguna clase de prejuicios ni temores, señorita Vergara…
– ¡Ya ! ¡Ya me conozco ese rollo de la falta de prejuicios y la ausencia de temores! Por eso prefiero guardar silencio…
– ¿Está usted insinuando que si me llama feo haré lo imposible para que usted no termine la carrera?
– Posiblemente sí o posiblemente no. Depende de si usted es en verdad José Ángel Bueno o es en verdad José Ángel Malo.
– ¡Jajajajaja! En fin… sé que no soy lo suficientemente guapo…
– Que conste que yo no tengo la culpa de que usted lea mis pensamientos.
– Hable ya en serio, señorita Vergara, quiero pedirle a usted perdón.
– ¿Pedirme a mí perdón por no ser lo suficientemente guapo?
– Estoy diciendo que hablemos en serio.
– ¿Todo un Gran Decano, excelente orador por cierto, pidiendo perdón a una simple estudiante que no sabe ni dónde tiene la derecha ni dónde tiene la izquierda? No le comprendo…
– Puedo explicárselo. ¿Acepta usted que la invite a desayunar?
– ¿Qué le sucede? ¿Me va a seguir corrigiendo todos mis defectos delante de los demás compañeros y compañeras o acaso ha visto usted alguna virtud en mí de la cual yo no soy responsable?
– ¡Jajajajaja! Le digo que quiero hablar en serio.
– Está bien. Una bronca más no me va a hacer engordar un kilo más. Acepto que me invite.
– Entonces vayamos hacia aquella mesa del fondo…
– ¿Es que en el fondo es usted más inteligente todavía?
– Está bien. Desahóguese conmigo todo lo que quiera pera vayamos hacia aquella mesa.
– ¿Para que no nos escuchen los chismosos y las cotillas de los que usted habló?
– Efectivamente. Por eso quiero hablar con usted a solas.
– Bien. Es la mejor manera de corregir pedagógicamente hablando.
– No le voy a hablar como pedagogo sino de igual a igual.
– Perdone pero usted y yo nunca jamás podemos ser iguales ni tan siquiera parecidos.
– Deje ya las bromas aparte. Corrijo si es necesario. Hablaremos de hombre a mujer.
– Eso ya es más lógico.
– Por favor… vamos hacia aquella mesa porque le repito que le voy a hablar muy en serio.
– ¿Como si fuera usted un padre amoroso regañando a una hija extraviada?
– Nada más lejos de la realidad.
– ¡Ah, sí! ¡La realidad! ¡Los futuros periodistas y las futuras periodistas no debemos olvidar la realidad para que no soñemos demasiado! ¡Debemos soñar muy poco y, si es posible, nada de nada! Es malo soñar más de la cuenta. ¿Es eso lo que me quiere contar para que siga aprendiendo?
– Está usted muy nerviosa, señorita Vergara, así que relájese y vamos a la mesa.

El Decano pide otro desayuno completo para él y da la orden de que se los sirvan en la mesa del fondo de la cafetería hasta la cual llegan los dos y se sientan. Ahora es Carmen quien toma la iniciativa…

– Ya estamos en zona neutral, Don José Ángel. ¿Cuándo comienza el interrogatorio? Si le sirve para ahorrar tiempo, como sucede siempre con los hombres más ilustres de cada profesión, me declaro culpable de todos los cargos en mi contra y así nos evitamos pérdidas innecesarias.
– Sigue estando usted demasiado a la defensiva, señorita Vergara. Y no tiene por qué.
– Ahora resulta que hay que tener siempre un por qué.
– Pues sí. Yo tengo un por qué para pedirle pedón.
– Está bien. Yo le perdono y usted me perdona. Me parece que con esto se acaba la comunicación interpersonal y podemos empezar con la comunicación social.
– Está bien que ironice usted todo lo que quiera, porque quizás tenga derecho a ello.
– ¿Y si le digo que no estoy ironizando?
– Entonces es que el asunto es más serio de lo que yo creía y, por eso, es todavía más importante para mí pedirle perdón.
– Pero… ¿se puede saber qué tengo yo que perdonarle a usted?
– Quiero que me perdone si se ha sentido atacada por lo que he dicho en el Salón de Actos cuando usted me preguntó por sus dudas existenciales.
– Pensé que lo había usted aclarado lo suficiente.
– Es que quiero que no se sienta culpable de nada. Mi especie de sermón no iba contra usted.
– ¡Vaya! Ahora resulta que soy algo así como una chiva expiatoria puesta como mal ejemplo para la comunidad de estudiantes. Menos mal que no me ha llamado chivata.
– Le repito que quiero pedirle perdón porque no hablaba de usted cuando cité ciertos ejemplos de falta de deontología, de ética y de moral. Y se lo digo de corazón.
– De corazón hacia dentro o de corazón hacia afuera.
– Por supuesto que de corazón hacia afuera. Lo decia por otros y por otras… porque quiero que sepa que es usted la más valiente de todos los estudiantes y las estudiantes que he conocido. La única capaz de hacerme preguntas cuando todos los demás y todas las demás guardaron silencio porque son incapaces de llegar tan lejos…
– Tan lejos de donde…
– De este círculo vicioso. ¿No estuvo usted en la selva con Jota Jota?
– ¡Ah! ¿Se refiere usted a eso? La verdad es que pudo haber sido otra cualquiera…
– Otra cualquiera no habría aceptado trabajar en la investigación que llevaba a cabo ese joeven.
– ¡Olvídelo ya, por favor!
– ¿Cómo es?
– ¡Ya está bien! ¡Estoy harta de oír hablar de Jota Jota! ¡De acuerdo! ¡Me salvó la vida y estoy viva gracias a Él! ¡Me salvó la vida y es, como usted bien dijo, un héroe! ¿Vale ya? ¿Vale esta confesión o me tengo que poner de rodillas?
– ¡Cálmese ya, señorita Vergara, porque no me está escuchando bien!
– Le escucho perfectamente bien. Es uno más de los muchos que me preguntan cómo es.
– Está usted confundida. No me refiero a cómo es Jota Jota. Lo que le he preguntado es cómo es usted. Quiero conocerla a usted.
– ¡Sorprendente! Ahora resulta que alguien quiere conocerme de verdad.
– Exacto. Quiero conocerla de verdad. ¿Puedo llamarla Carmen?
– ¿Qué está buscando? ¿Alguna cita oculta conmigo para enseñarme la Deontología Profesional que hay que conocer para ir a la cama y así conseguir Matrículas de Honor como he visto hacer a otras?
– Pero… ¿no se da cuenta de que puedo ser su abuelo? Tranquilícese, por favor, que yo no soy de esos que se llaman Don Manuel y de pronto hay alguna que otra que le llaman Lolín… ¿me entiende?…
– Siga…
– ¿Me permite o no me permite llamarla solamente Carmen?
– ¿Y yo como tengo que llamarle a usted? ¿Quizás o tal vez Angelito?
– Que no me confunda con otros, señorita Vergara. Llámeme simplemente Ángel.
– Caramba. Eso es juego limpio. Llámeme Carmen pero yo, a lo máximo que puedo llegar, es a llamarle Don José Ángel o Don Ángel a lo sumo… ¿de acuerdo? Esto parece una escena de Heidi con su abuelito de las montañas. Sólo falta Pedrito para tener la historia completa. Si quiere llamo a un primo que tengo y que todos le conocen como Pedrín porque apenas tiene 7 años de edad.
– ¡Jajajajaja! Esto me confirma que es usted la más valiente de las estudiantes de toda la Facultad y hasta es posible que de toda la Universidad al completo. ¿Cómo eres, Carmen? ¿Cómo eres en realidad?
– Supongo que mucho más ingenua de lo que algunos y algunas piensan de mí.
– ¡Ya! ¡Ya me enteré de cierto insulto que algunos publicaron en los pasillos de esta Facultad!
– ¿Comprende enntonces por qué soy más ingenua de lo que algunos y algunas creen?
– Le doy mi palabra de honor que, como Decano que soy de esta institución universitaria, descubriré a quiénes fueron los autores de dicha difamación!
– No me interesa saberlo. Solamente quiero terminar la carrera aunque siga teniendo siempre fama de ingenua porque no deseo perder esa ingenuidad. Y no levante la voz no vaya a ser que ahora también me insulten por estar intentando ligar contigo, abuelito…
– ¡Jajajajaja! ¿Quieres que te haga una confesión?
– ¡Vaya! Es la primera vez que veo a un confesor hacer el papel de confeso.
– Estoy hablando en serio, Carmen.
– Bien. Hable usted en serio, por favor… no vaya a ser que por reírme me llamen de lo peor que se le puede llamar a una mujer que se ríe…
– Yo creo que eres una mujer extraordinariamente inteligente.
– ¿Extraordianriamente inteligente o solamente inteligente para ir tirando?
– ¡Caramba! ¡Te dolió de verdad el insulto!
– No. No me dolió tanto cuando supe que Jota Jota no hizo ni puñetero caso y siguió dejando que yo trabajara a su lado. Lo digo sólo para saber en qué medida me encuentro.
– Extraordinariamente inteligente. Supo usted elegir.
– ¿Lo dice por Jota Jota?
– Lo digo por Jota Jota pero ahora, por favor, sigamos hablando de ti.
– Siempre hay alguna más inteligente que yo.
– Quizás sí. Pero eso es precisamente lo que nos hace ser interesantes. Cuando alguien nos supera en inteligencia sirve para demostrarnos que, al menos, somos lo suficentemente inteligentes como para que otros u otras se esfuercen por superarnos.
– ¿Y si hay alguien, hombre o mujer, no necesita esforzarse para superarme?
– ¿Alguna experiencia personal? Si no quiere contestar a esto comprendería perfectamente que guarde y defienda su privacidad.
– ¿Guardar silencio como si hubiera sido algún pecado? Nada de eso. La experiencia personal sirve, por ejemplo, para no tener que guardar silencio por pecados no cometidos.
– Entonces… ¡he acertado!
– Usted es siempre de los que aciertan, Don Ángel.
– No te lo creas tanto, Carmen.
– No. Si yo no me estoy creyendo nada.
– No es eso lo que quiero decir.
– Entonces… ¿me lo creo o no me lo creo?
– Si quieres seguir ironizando puedes hacerlo, pero lo que intento decirte es que también existe alguien más, hombre o mujer, más inteligente que yo. Eso es lo más divertido de nuestras historias personales.
– Pero a usted nadie le insulta por ello.
– Quizás porque los que insultan y las que insultan son los menos y la menos inteligentes de todos y de todas.
– ¡Ya! Ahora me vas a soltar el rollo de los impotentes…
– ¡Jajajajaja! El rollo de los impotentes es una Gran Verdad.
Carmen logra, por fin, sonreír…
– ¡Caramba! No sabía yo que hasta puedo sonreír todavía.
– ¿Sabe lo que opino yo de los envidiosos y las envidiosas?
– Supongo que algo muy interesante…
– Sí. Es muy interesante. Llevo tiempo escribiendo un Ensayo completo sobre la Envidia. ¿Puedes darme tú un título que me sirva de isnpiración? Me paso todas las noches consultando con la almohada intentando encontrarlo.
– Como es un Ensayo completo puede titularlo, si quiere, “El Pensamiento Vivo de Don Juan o la envidia en clave de sol mayor”. Hasta puede ponerle música de piano y todo.
– ¿Te gusta mucho el Sol, Carmen?
– Si se le refiere a la puerta del metro, me entusiasma encontrar sorpresas a la salida de las puertas del metro en general.
– ¿Sorpresas? ¿Qué clase de sorpresas?
– Digamos que tropezarme con un joven atractivo y hasta guapo a la vez.
– Eso no lo comprendo, Carmen… ¿me estás queriendo decir algo en clave?
– ¿Lo dice por lo de la clave en sol mayor?
– Sí. Creo que lo dices por algo.
– No lo digo por algo. Lo digo por alguien. Supongo que sí.
– Si es algo muy personal prefiero no saberlo.
– Es algo muy personal pero puedo guardar silencio si le sirve para desarrollar más su imaginación de cara a su Ensayo.
– Prefiero imaginarme que sólo se refiere a encuentros inesperados y nada más.
– Sí. Me refiero a encuentros inesperados y tan sorprendentes que hasta una misma no llega a explicárselo del todo.
– Entonces ya sé de que sorpresas estás hablando… ¿puedo preguntarte qué vas a hacer cuándo saques el título de Licenciada en Periodismo?
– Supongo que dedicarme a vender churros con chocolate.
– Tengo pensado algo mucho mejor para ti.
– ¿Tal vez vender perritos calientes?
– ¡Jajajajaja! Cuando alguien tiene esa capacidad de humor es que me sirve…
– Tampoco es mala idea dedicarse al servicio doméstico… sobre todo si es para servir en la casa de un Gran Decano.

En ese momento se corta la conversación porque llega la camarera para servirles los desayunos.

– Adelante, Carmen. No tienes por qué dejar de comer por mi culpa.
– ¿También tengo que pedir perdón yo ahora por querer comerme una rosquilla?
– No. Tienes pleno derecho a comerte una rosquilla. Yo hace mucho tiempo que no me como ninguna. Pero como antes dijiste ni somos iguales ni somos parecidos.
– Entonces… muchas gracias, abuelito… por ser tan comprensivo conmigo…
– Lo que te estoy queriendo hacer saber es que estoy buscando periodistas para un nuevo proyecto de revista que tengo en mente.
– Y supongo que yo sería, en ese caso, la chica de los recados.
– ¡Jajajajaja! Tal vez comenzando por ser la chica de los recados sea el mejor camino para llegar al éxito total en muy poco tiempo.
– ¿Yendo de cama en cama como una mucama?
– ¡Que no, Carmen! ¡Que en mi caso yo no aceptaría nada de eso en mi revista!
– Entonces… ¿de qué clase de revista me está hablando, Don Ángel?
– Francis Bacon llegó a decir que “nada es más político que hacer concéntrica la rueda del entendimiento con la rueda de la fortuna? ¿Lo captas?
– Espere primero a que me coma una rosquilla…
– ¡Jajajajaja!

El Decano Don José Ángel de Benito y de Beneyto espera a que Carmen se coma la rosquilla completa y beba unos largos tragos de su café con leche.
– Tengo un plan perfecto para ti, Carmen.
– ¡Vaya! ¡Ya sabía yo que esta conversación iba a terminar con proponerme un plan! ¿Se puede saber quién será esta vez el afortunado?
– ¿Puedes dejar de pensar tan mal?
– Es que hay un famoso dicho que lo he aprendido muy bien. Es ese que dice “piensa mal y acertarás”.
– Pues te equivocas rotundamente, Carmen. Piensa mal y estarás siempre equivocada.
– ¡Ya! Eso mismo lo aprendí yo en la selva…
– Luego me estás dando la razón.

Carmen se pone más seria que nunca.

– Sí, Señor Decano. Tengo que reconocer que le estoy dando la razón.
– Dejemos eso ahora…
– Ya.
– En cuanto a mí te repito, una vez más, que puedo ser tu abuelo.
– Es que no estaba pensando en usted, caballero…
– ¡Jajajajaja! ¿Vas a hablar ya en serio o es que te tomas todo a chirigota?
– No. Los de las chirigotas son los gaditanos y yo soy solamente malagueña.
– ¿Solamente malagueña?
– Si. No alcanza más allá mi universalidad.
– No dudes nunca, Carmen…
– ¿Ya me va a soltar otro sermón con lo de las dudas existenciales?
– Te hablo muy en serio. La universalidad puede empezar a hacerse realidad comenzando por ser la chica de los recados.
– ¡Jajajajaja! Entonces… ¿no sirvo para más?
– No bromees con un viejo casi centenario como yo…
– Entonces vaya al asunto en directo.
– Está bien. Iré directo al asunto. Estoy seleccionando periodistas con el alma joven para hacer una revista que se llamará “Nuevo Enfoque”. Necesito periodistas que tengan el alma joven, muy joven, tanto por dentro como por fuera,
– ¿Y usted cree que yo tengo un nuevo enfoque para mi vida?
– Afirmo absolutamente que sí. Si no fuera cierto no serías tan valiente.
– ¿Y cuál sería mi cometido en esa revista?
– Simplemente trabajar de verdadera periodista nada más.
– ¿Nada más que de verdadera periodista? ¿No le parece demasiado?
– Demasiado es muy poco, Carmen.
– Entonces… ¿tengo futuro o no tengo futuro?
– Mucho futuro, En “Nuevo Enfoque” tienes más futuro de lo que crees, imaginas o sueñas.
– Pues lo siento pero debo despertar… porque estoy a punto de volver a mi tierra…
– Pues lo siento yo más… porque, de momento, te quedas en Madrid.
– ¿Me quiere tanto, Don Ángel?
– En el sentido en que un abuelo quiere a su nieta preferida. Por supuesto que sí. Llegar a trabajar con Jota Jota en la selva te ha abierto las puertas de mi corazón. ¿Te interesa el plan?
– ¿Cuánto voy a ganar?
– ¿Te refieres al sueldo o al éxito?
– Me refiero a la conciencia.
– ¡Ya entiendo lo que quires deceir! ¡Te doy mi palabra de honor que no va a ser una revista de chismosos ni de cotillas!
– ¿No me diga que ha pensado en mí como en una reportera intelectualmente muy culta?
– Intelectualmente muy culta y fisicamente muy juvenil! Como le gusta el periodismo a Jota Jota. Esa es precisamente mi idea. Formar un verdadero equipo de periodistas con el alma muy joven tanto por dentro como por fuera.
– Y si viviera todavía Jota Jota habría una posibilidad…
– Por supuesto que sí. Pero eso ya depende de otras circunstancias.
– No lo estoy pidiendo para comerme una rosquilla con él.
– ¡Jajajajaja! ¿Cómo sabes que a Jota Jota le gusta el café con leche?
– Quizás sea lo único que sé de Jota Jota. A esa clase de rosquillas me estaba refiriendo, abuelito… si es que estuviese vivo signficaría que habria sido conquistado…
– No sé lo que me quieres decir.
– Imagíneselo entonces.
– De acuerdo. Si estuviera vivo intentaría traerlo alguna vez a “Nuevo Enfoque”
– ¿Y cuándo se iniciaria la publicación de esa revista?
– Cuando todo el grupo que tengo seleccionado terminéis la carrera y obtengáis el título de Licenciados y Licenciadas.
– ¿Dos años más quizás?
– ¿Cuánto crees que vas a tardar?
– Por lo menos cuente usted con cuatro años más o menos si es que no me llega la jubilación antes.
– ¡Jajajajaja! Enotnces… ¿de acuerdo en todo?
– ¿Qué quiere decir eso de acuerdo en todo?
– Que aceptas ya mismo y en este instante.
– ¿No puedo consultarlo con la almohada?
– Las almohadas no sirven para comunicarse, Carmen. Lo he comprobado por mí mismo en multitud de ocasiones. Las almohadas nunca nos dan ninguna respuesta.
– ¡Jajajajaja! Me parece un razonamiento bastante sabio.
– Por lo menos es bastante lógico.
– ¡Jajajajaja! Acepto y que sea lo que Dios quiera.

2 comentarios sobre “vorem.com”

  1. ACLARACIONES DEL AUTOR.- El presente texto no es independiente ni se titula Vorem.com puesto que es un Capítulo completo que pertenece a mi Novela de Ficción (y Guión Literario para Cine al mismo tiempo) que lleva el título de “Luz Celeste” por lo cual debe ser situado en su lugar dentro de dicha Noveloa de Ficción. De paso he de aclarar que “Luz Celeste” es Novela de Ficción (aunque contiene algunos hechos reales) y por ello todos los nombres de los personajes han sido ideados por el Autor a su libre voluntad. Si existe alguna coincidencia con los nombres y apellidos de alguna persona es solamente pura casualidad ajena a la volutand del Autor. En este sentido el personaje de Carmen se llama, exactamente, Carmen Vergara Ordóñez de Molina y Mala pera evitar concidencia con alguna persona que se pueda sentir identificada sin motivo alguno y ajeno a mi voluntad. El Texto comopleto -ya corregido- es el siguietne:

    Luz Celeste (Novela de Ficción y Guión Literario para Cine) Capítulo ? (el número del Capítulo es el que corresponde dentro del texto general de la Novela.

    Cafetería de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid…

    Carmen Vergara Ordóñez de Molina y Mala está dispuesta a tomarse un suculento desayuno y, concentrada en sus propios pensamientos, no se apercibe de la llegada del Decano hasta que éste le toca ligeramente en el hombro izquierdo.

    – ¡Perdone, señorita Vergara!
    – ¡Jesús! ¡La próxima vez preséntese usted de una manera más ruidosa porque me ha dado un susto que casi me caigo de espaldas!

    Don José Ángel de Benito y de Beneyto sonríe…

    – ¿Acaso soy tan feo?
    – Perdone… pero la verdad es que… ¿puedo decirle la verdad tal como usted predica en sus conferencias?
    – Sin ninguna clase de prejuicios ni temores, señorita Vergara…
    – ¡Ya ! ¡Ya me conozco ese rollo de la falta de prejuicios y la ausencia de temores! Por eso prefiero guardar silencio…
    – ¿Está usted insinuando que si me llama feo haré lo imposible para que usted no termine la carrera?
    – Posiblemente sí o posiblemente no. Depende de si usted es en verdad José Ángel Bueno o es en verdad José Ángel Malo.
    – ¡Jajajajaja! En fin… sé que no soy lo suficientemente guapo…
    – Que conste que yo no tengo la culpa de que usted lea mis pensamientos.
    – Hable ya en serio, señorita Vergara, quiero pedirle a usted perdón.
    – ¿Pedirme a mí perdón por no ser lo suficientemente guapo?
    – Estoy diciendo que hablemos en serio.
    – ¿Todo un Gran Decano, excelente orador por cierto, pidiendo perdón a una simple estudiante que no sabe ni dónde tiene la derecha ni dónde tiene la izquierda? No le comprendo…
    – Puedo explicárselo. ¿Acepta usted que la invite a desayunar?
    – ¿Qué le sucede? ¿Me va a seguir corrigiendo todos mis defectos delante de los demás compañeros y compañeras o acaso ha visto usted alguna virtud en mí de la cual yo no soy responsable?
    – ¡Jajajajaja! Le digo que quiero hablar en serio.
    – Está bien. Una bronca más no me va a hacer engordar un kilo más. Acepto que me invite.
    – Entonces vayamos hacia aquella mesa del fondo…
    – ¿Es que en el fondo es usted más inteligente todavía?
    – Está bien. Desahóguese conmigo todo lo que quiera pera vayamos hacia aquella mesa.
    – ¿Para que no nos escuchen los chismosos y las cotillas de los que usted habló?
    – Efectivamente. Por eso quiero hablar con usted a solas.
    – Bien. Es la mejor manera de corregir pedagógicamente hablando.
    – No le voy a hablar como pedagogo sino de igual a igual.
    – Perdone pero usted y yo nunca jamás podemos ser iguales ni tan siquiera parecidos.
    – Deje ya las bromas aparte. Corrijo si es necesario. Hablaremos de hombre a mujer.
    – Eso ya es más lógico.
    – Por favor… vamos hacia aquella mesa porque le repito que le voy a hablar muy en serio.
    – ¿Como si fuera usted un padre amoroso regañando a una hija extraviada?
    – Nada más lejos de la realidad.
    – ¡Ah, sí! ¡La realidad! ¡Los futuros periodistas y las futuras periodistas no debemos olvidar la realidad para que no soñemos demasiado! ¡Debemos soñar muy poco y, si es posible, nada de nada! Es malo soñar más de la cuenta. ¿Es eso lo que me quiere contar para que siga aprendiendo?
    – Está usted muy nerviosa, señorita Vergara, así que relájese y vamos a la mesa.

    El Decano pide otro desayuno completo para él y da la orden de que se los sirvan en la mesa del fondo de la cafetería hasta la cual llegan los dos y se sientan. Ahora es Carmen Vergara Ordóñez de Molina y Mala quien toma la iniciativa…

    – Ya estamos en zona neutral, Don José Ángel. ¿Cuándo comienza el interrogatorio? Si le sirve para ahorrar tiempo, como sucede siempre con los hombres más ilustres de cada profesión, me declaro culpable de todos los cargos en mi contra y así nos evitamos pérdidas innecesarias.
    – Sigue estando usted demasiado a la defensiva, señorita Vergara. Y no tiene por qué.
    – Ahora resulta que hay que tener siempre un por qué.
    – Pues sí. Yo tengo un por qué para pedirle perdón.
    – Está bien. Yo le perdono y usted me perdona. Me parece que con esto se acaba la comunicación interpersonal y podemos empezar con la comunicación social.
    – Está bien que ironice usted todo lo que quiera, porque quizás tenga derecho a ello.
    – ¿Y si le digo que no estoy ironizando?
    – Entonces es que el asunto es más serio de lo que yo creía y, por eso, es todavía más importante para mí pedirle perdón.
    – Pero… ¿se puede saber qué tengo yo que perdonarle a usted?
    – Quiero que me perdone si se ha sentido atacada por lo que he dicho en el Salón de Actos cuando usted me preguntó por sus dudas existenciales.
    – Pensé que lo había usted aclarado lo suficiente.
    – Es que quiero que no se sienta culpable de nada. Mi especie de sermón no iba contra usted.
    – ¡Vaya! Ahora resulta que soy algo así como una chiva expiatoria puesta como mal ejemplo para la comunidad de estudiantes. Menos mal que no me ha llamado chivata.
    – Le repito que quiero pedirle perdón porque no hablaba de usted cuando cité ciertos ejemplos de falta de deontología, de ética y de moral. Y se lo digo de corazón.
    – De corazón hacia dentro o de corazón hacia afuera.
    – Por supuesto que de corazón hacia afuera. Lo decia por otros y por otras… porque quiero que sepa que es usted la más valiente de todos los estudiantes y las estudiantes que he conocido. La única capaz de hacerme preguntas cuando todos los demás y todas las demás guardaron silencio porque son incapaces de llegar tan lejos…
    – Tan lejos de donde…
    – De este círculo vicioso. ¿No estuvo usted en la selva con Jota Jota?
    – ¡Ah! ¿Se refiere usted a eso? La verdad es que pudo haber sido otra cualquiera…
    – Otra cualquiera no habría aceptado trabajar en la investigación que llevaba a cabo ese joven.
    – ¡Olvídelo ya, por favor!
    – ¿Cómo es?
    – ¡Ya está bien! ¡Estoy harta de oír hablar de Jota Jota! ¡De acuerdo! ¡Me salvó la vida y estoy viva gracias a Él! ¡Me salvó la vida y es, como usted bien dijo, un héroe! ¿Vale ya? ¿Vale esta confesión o me tengo que poner de rodillas?
    – ¡Cálmese ya, señorita Vergara, porque no me está escuchando bien!
    – Le escucho perfectamente bien. Es uno más de los muchos que me preguntan cómo es.
    – Está usted confundida. No me refiero a cómo es Jota Jota. Lo que le he preguntado es cómo es usted. Quiero conocerla a usted.
    – ¡Sorprendente! Ahora resulta que alguien quiere conocerme de verdad.
    – Exacto. Quiero conocerla de verdad. ¿Puedo llamarla Carmen?
    – ¿Qué está buscando? ¿Alguna cita oculta conmigo para enseñarme la Deontología Profesional que hay que conocer para ir a la cama y así conseguir Matrículas de Honor como he visto hacer a otras?
    – Pero… ¿no se da cuenta de que puedo ser su abuelo? Tranquilícese, por favor, que yo no soy de esos que se llaman Don Manuel y de pronto hay alguna que otra que le llaman Lolín… ¿me entiende?…
    – Siga…
    – ¿Me permite o no me permite llamarla solamente Carmen?
    – ¿Y yo como tengo que llamarle a usted? ¿Quizás o tal vez Angelito?
    – Que no me confunda con otros, señorita Vergara. Llámeme simplemente Ángel.
    – Caramba. Eso es juego limpio. Llámeme Carmen pero yo, a lo máximo que puedo llegar, es a llamarle Don José Ángel o Don Ángel a lo sumo… ¿de acuerdo? Esto parece una escena de Heidi con su abuelito de las montañas. Sólo falta Pedrito para tener la historia completa. Si quiere llamo a un primo que tengo y que todos le conocen como Pedrín porque apenas tiene 7 años de edad.
    – ¡Jajajajaja! Esto me confirma que es usted la más valiente de las estudiantes de toda la Facultad y hasta es posible que de toda la Universidad al completo. ¿Cómo eres, Carmen? ¿Cómo eres en realidad?
    – Supongo que mucho más ingenua de lo que algunos y algunas piensan de mí.
    – ¡Ya! ¡Ya me enteré de cierto insulto que algunos publicaron en los pasillos de esta Facultad!
    – ¿Comprende entonces por qué soy más ingenua de lo que algunos y algunas creen?
    – Le doy mi palabra de honor que, como Decano que soy de esta institución universitaria, descubriré a quiénes fueron los autores de dicha difamación!
    – No me interesa saberlo. Solamente quiero terminar la carrera aunque siga teniendo siempre fama de ingenua porque no deseo perder esa ingenuidad. Y no levante la voz no vaya a ser que ahora también me insulten por estar intentando ligar contigo, abuelito…
    – ¡Jajajajaja! ¿Quieres que te haga una confesión?
    – ¡Vaya! Es la primera vez que veo a un confesor hacer el papel de confeso.
    – Estoy hablando en serio, Carmen.
    – Bien. Hable usted en serio, por favor… no vaya a ser que por reírme me llamen de lo peor que se le puede llamar a una mujer que se ríe…
    – Yo creo que eres una mujer extraordinariamente inteligente.
    – ¿Extraordinariamente inteligente o solamente inteligente para ir tirando?
    – ¡Caramba! ¡Te dolió de verdad el insulto!
    – No. No me dolió tanto cuando supe que Jota Jota no hizo ni puñetero caso y siguió dejando que yo trabajara a su lado. Lo digo sólo para saber en qué medida me encuentro.
    – Extraordinariamente inteligente. Supo usted elegir.
    – ¿Lo dice por Jota Jota?
    – Lo digo por Jota Jota pero ahora, por favor, sigamos hablando de ti.
    – Siempre hay alguna más inteligente que yo.
    – Quizás sí. Pero eso es precisamente lo que nos hace ser interesantes. Cuando alguien nos supera en inteligencia sirve para demostrarnos que, al menos, somos lo suficentemente inteligentes como para que otros u otras se esfuercen por superarnos.
    – ¿Y si hay alguien, hombre o mujer, que no necesita esforzarse para superarme?
    – ¿Alguna experiencia personal? Si no quiere contestar a esto comprendería perfectamente que guarde y defienda su privacidad.
    – ¿Guardar silencio como si hubiera sido algún pecado? Nada de eso. La experiencia personal sirve, por ejemplo, para no tener que guardar silencio por pecados no cometidos.
    – Entonces… ¡he acertado!
    – Usted es siempre de los que aciertan, Don Ángel.
    – No te lo creas tanto, Carmen.
    – No. Si yo no me estoy creyendo nada.
    – No es eso lo que quiero decir.
    – Entonces… ¿me lo creo o no me lo creo?
    – Si quieres seguir ironizando puedes hacerlo, pero lo que intento decirte es que también existe alguien más, hombre o mujer, más inteligente que yo. Eso es lo más divertido de nuestras historias personales.
    – Pero a usted nadie le insulta por ello.
    – Quizás porque los que insultan y las que insultan son los menos y la menos inteligentes de todos y de todas.
    – ¡Ya! Ahora me vas a soltar el rollo de los impotentes…
    – ¡Jajajajaja! El rollo de los impotentes es una Gran Verdad.

    Carmen Vergara Ordóñez de Molina y Mala logra, por fin, sonreír…

    – ¡Caramba! No sabía yo que hasta puedo sonreír todavía.
    – ¿Sabe lo que opino yo de los envidiosos y las envidiosas?
    – Supongo que algo muy interesante…
    – Sí. Es muy interesante. Llevo tiempo escribiendo un Ensayo completo sobre la Envidia. ¿Puedes darme tú un título que me sirva de isnpiración? Me paso todas las noches consultando con la almohada intentando encontrarlo.
    – Como es un Ensayo completo puede titularlo, si quiere, “El Pensamiento Vivo de Don Juan o la envidia en clave de sol mayor”. Hasta puede ponerle música de piano y todo.
    – ¿Te gusta mucho el Sol, Carmen?
    – Si se le refiere a la puerta del metro, me entusiasma encontrar sorpresas a la salida de las puertas del metro en general.
    – ¿Sorpresas? ¿Qué clase de sorpresas?
    – Digamos que tropezarme con un joven atractivo y hasta guapo a la vez.
    – Eso no lo comprendo, Carmen… ¿me estás queriendo decir algo en clave?
    – ¿Lo dice por lo de la clave en sol mayor?
    – Sí. Creo que lo dices por algo.
    – No lo digo por algo. Lo digo por alguien. Supongo que sí.
    – Si es algo muy personal prefiero no saberlo.
    – Es algo muy personal pero puedo guardar silencio si le sirve para desarrollar más su imaginación de cara a su Ensayo.
    – Prefiero imaginarme que sólo se refiere a encuentros inesperados y nada más.
    – Sí. Me refiero a encuentros inesperados y tan sorprendentes que hasta una misma no llega a explicárselo del todo.
    – Entonces ya sé de que sorpresas estás hablando… ¿puedo preguntarte qué vas a hacer cuándo saques el título de Licenciada en Periodismo?
    – Supongo que dedicarme a vender churros con chocolate.
    – Tengo pensado algo mucho mejor para ti.
    – ¿Tal vez vender perritos calientes?
    – ¡Jajajajaja! Cuando alguien tiene esa capacidad de humor es que me sirve…
    – Tampoco es mala idea dedicarse al servicio doméstico… sobre todo si es para servir en la casa de un Gran Decano.

    En ese momento se corta la conversación porque llega la camarera para servirles los desayunos.

    – Adelante, Carmen. No tienes por qué dejar de comer por mi culpa.
    – ¿También tengo que pedir perdón yo ahora por querer comerme una rosquilla?
    – No. Tienes pleno derecho a comerte una rosquilla. Yo hace mucho tiempo que no me como ninguna. Pero como antes dijiste ni somos iguales ni somos parecidos.
    – Entonces… muchas gracias, abuelito… por ser tan comprensivo conmigo…
    – Lo que te estoy queriendo hacer saber es que estoy buscando periodistas para un nuevo proyecto de revista que tengo en mente.
    – Y supongo que yo sería, en ese caso, la chica de los recados.
    – ¡Jajajajaja! Tal vez comenzando por ser la chica de los recados sea el mejor camino para llegar al éxito total en muy poco tiempo.
    – ¿Yendo de cama en cama como una mucama?
    – ¡Que no, Carmen! ¡Que en mi caso yo no aceptaría nada de eso en mi revista!
    – Entonces… ¿de qué clase de revista me está hablando, Don Ángel?
    – Francis Bacon llegó a decir que “nada es más político que hacer concéntrica la rueda del entendimiento con la rueda de la fortuna? ¿Lo captas?
    – Espere primero a que me coma una rosquilla…
    – ¡Jajajajaja!

    El Decano Don José Ángel de Benito y de Beneyto espera a que Carmen se coma la rosquilla completa y beba unos largos tragos de su café con leche.

    – Tengo un plan perfecto para ti, Carmen.
    – ¡Vaya! ¡Ya sabía yo que esta conversación iba a terminar con proponerme un plan! ¿Se puede saber quién será esta vez el afortunado?
    – ¿Puedes dejar de pensar tan mal?
    – Es que hay un famoso dicho que lo he aprendido muy bien. Es ese que dice “piensa mal y acertarás”.
    – Pues te equivocas rotundamente, Carmen. Piensa mal y estarás siempre equivocada.
    – ¡Ya! Eso mismo lo aprendí yo en la selva…
    – Luego me estás dando la razón.

    Carmen Vergara Ordóñez de Molina y Mala se pone más seria que nunca.

    – Sí, Señor Decano. Tengo que reconocer que le estoy dando la razón.
    – Dejemos eso ahora…
    – Ya.
    – En cuanto a mí te repito, una vez más, que puedo ser tu abuelo.
    – Es que no estaba pensando en usted, caballero…
    – ¡Jajajajaja! ¿Vas a hablar ya en serio o es que te tomas todo a chirigota?
    – No. Los de las chirigotas son los gaditanos y yo soy solamente malagueña.
    – ¿Solamente malagueña?
    – Si. No alcanza más allá mi universalidad.
    – No dudes nunca, Carmen…
    – ¿Ya me va a soltar otro sermón con lo de las dudas existenciales?
    – Te hablo muy en serio. La universalidad puede empezar a hacerse realidad comenzando por ser la chica de los recados.
    – ¡Jajajajaja! Entonces… ¿no sirvo para más?
    – No bromees con un viejo casi centenario como yo…
    – Entonces vaya al asunto en directo.
    – Está bien. Iré directo al asunto. Estoy seleccionando periodistas con el alma joven para hacer una revista que se llamará “Nuevo Enfoque”. Necesito periodistas que tengan el alma joven, muy joven, tanto por dentro como por fuera.
    – ¿Y usted cree que yo tengo un nuevo enfoque para mi vida?
    – Afirmo absolutamente que sí. Si no fuera cierto no serías tan valiente.
    – ¿Y cuál sería mi cometido en esa revista?
    – Simplemente trabajar de verdadera periodista nada más.
    – ¿Nada más que de verdadera periodista? ¿No le parece demasiado?
    – Demasiado es muy poco, Carmen.
    – Entonces… ¿tengo futuro o no tengo futuro?
    – Mucho futuro, En “Nuevo Enfoque” tienes más futuro de lo que crees, imaginas o sueñas.
    – Pues lo siento pero debo despertar… porque estoy a punto de volver a mi tierra…
    – Pues lo siento yo más… porque, de momento, te quedas en Madrid.
    – ¿Me quiere tanto, Don Ángel?
    – En el sentido en que un abuelo quiere a su nieta preferida. Por supuesto que sí. Llegar a trabajar con Jota Jota en la selva te ha abierto las puertas de mi corazón. ¿Te interesa el plan?
    – ¿Cuánto voy a ganar?
    – ¿Te refieres al sueldo o al éxito?
    – Me refiero a la conciencia.
    – ¡Ya entiendo lo que quires deceir! ¡Te doy mi palabra de honor que no va a ser una revista de chismosos ni de cotillas!
    – ¿No me diga que ha pensado en mí como en una reportera intelectualmente muy culta?
    – Intelectualmente muy culta y fisicamente muy juvenil! Como le gusta el periodismo a Jota Jota. Esa es precisamente mi idea. Formar un verdadero equipo de periodistas con el alma muy joven tanto por dentro como por fuera.
    – Y si viviera todavía Jota Jota habría una posibilidad…
    – Por supuesto que sí. Pero eso ya depende de otras circunstancias.
    – No lo estoy pidiendo para comerme una rosquilla con él.
    – ¡Jajajajaja! ¿Cómo sabes que a Jota Jota le gusta el café con leche?
    – Quizás sea lo único que sé de Jota Jota. A esa clase de rosquillas me estaba refiriendo, abuelito… si es que estuviese vivo significaría que habria sido conquistado…
    – No sé lo que me quieres decir.
    – Imagíneselo entonces.
    – De acuerdo. Si estuviera vivo intentaría traerlo alguna vez a “Nuevo Enfoque”
    – ¿Y cuándo se iniciaria la publicación de esa revista?
    – Cuando todo el grupo que tengo seleccionado terminéis la carrera y obtengáis el título de Licenciados y Licenciadas.
    – ¿Dos años más quizás?
    – ¿Cuánto crees que vas a tardar?
    – Por lo menos cuente usted con cuatro años más o menos si es que no me llega la jubilación antes.
    – ¡Jajajajaja! Entonces… ¿de acuerdo en todo?
    – ¿Qué quiere decir eso de acuerdo en todo?
    – Que aceptas ya mismo y en este instante.
    – ¿No puedo consultarlo con la almohada?
    – Las almohadas no sirven para comunicarse, Carmen. Lo he comprobado por mí mismo en multitud de ocasiones. Las almohadas nunca nos dan ninguna respuesta.
    – ¡Jajajajaja! Me parece un razonamiento bastante sabio.
    – Por lo menos es bastante lógico.
    – ¡Jajajajaja! Acepto y que sea lo que Dios quiera.

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Vorem.com

Felicidades por el lanzamiento del libro “Vorem.com”. Será interesante tener un ejemplar en casa para tener cerca un “pedacito” de cada uno de mis compañer@s.

Un beso a tod@a y gracias por estar aquí.

Un comentario sobre “Vorem.com”

  1. Me añado a las diversas felicitaciones que se han hecho públicas por el lanzamiento del Primer Libro Vorem.com. !Qué vengan otros muchos más!. Un aplauso a quienes dirigen Vorem.

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